Fallece histórico ingeniero de sonido valdiviano Gerardo López, sonidista de talla internacional que trabajó con Tito Puente y Willy Colón.

El profesional que estuvo tras los discos de Joe Vasconcellos, Illapu y Sexual Democracia se desempeñó como sonidista en Canal 13, el Festival de Viña del Mar y como profesor universitario aportó a una industria donde brillaron los ingenieros de sonido de regiones.

A los 61 años falleció el sonidista Gerardo López, célebre profesional y docente encargado de la ingeniería de amplificación en eventos históricos del Estadio Nacional, la Teletón, el Festival de Viña y que trabajó en discos señeros de artistas y bandas como Illapu, Schwenke & Nilo, Joe Vasconcellos o Sexual Democracia. Víctima de un derrame cerebral, el profesional se formó en la Universidad Austral, cuando los primeros profesores de esta carrera eran matemáticos y científicos alemanes que abrieron el camino a nuevos técnicos del sonido provenientes de regiones.

En tal sentido, fue uno de los fundadores de la Escuela de Producción Musical de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, en Santiago, donde destacaba por su estrecho contacto con los estudiantes a los que siempre sorprendió con su extraordinario oído musical. Colegas y estudiantes recuerdan que López podía detectar problemas de fase, ritmo o de mezclas con solo escuchar una maqueta o advertir desafinaciones y acordes a la perfección solo mirando una partitura.

Pablo Bruna, el jefe de la carrera de Interpretación Musical de esta universidad, cree que el trabajo de Gerardo López tributó no solo en la enseñanza, sino también en una industria donde costaba encontrar profesionales provenientes de provincia. Destaca además un inspirador trabajo para acercar a las personas a la belleza de la música acústica: “Él estudió guitarra muchos años y no tenía un gusto particularmente basado en lo eléctrico, tanto en su trabajo y desempeño como en su forma de ser. El profesor López era el equivalente a alguien que sabe mucho de pintura y que vibra explicándote un cuadro con todos sus detalles. Ese fue el gran aprendizaje que nos queda a todos quienes actuamos con él. Es una huella que trasciende lo más técnico y el valor del objeto artístico o lo que puede ser considerado una cosa estética, es el amor a la profesión misma”, cree.

El consenso entre artistas, profesores, estudiantes y amigos del profesor Gerardo López, tras su lamentable partida, destaca un oído prodigioso para su trabajo como ingeniero de sonido legendario y también como la persona cordial que fue para sus cercanos. Un oído absoluto para aportar en la obra musical de otros, también dejó una profunda marca en quienes lo conocieron y compartieron con el profesional para quien escuchar a los demás fue un goce.

Así recuerda el Director de la Escuela de Producción Musical, Gerardo Bruna, al sonidista de influyentes artistas como Joe Vasconcellos y Tito Puente hasta bandas como Illapu, entre otras. “Gerardo representa un estilo de profesional único. De aquellos formado en la Universidad Austral cuando los primeros profesores de la carrera eran matemáticos y científicos alemanes que fueron referentes para estos nuevos técnicos del sonido profesionalizando el área para quienes vinieron después”, describe.

López se desempeñó como sonidista en Canal 13, en el Festival de Viña del Mar e hizo una carrera internacional muy nutrida al ser un profesional muy cotizado. También en Chile, sus convicciones políticas lo pusieron detrás de la mesa de los eventos más importantes y masivos realizados en el Estado Nacional durante la accidentada llegada de la democracia tras la dictadura. De ese período queda registro de los recitales de Amnistía Internacional o los multitudinarios homenajes a Salvador Allende.

Fue un gran referente a nivel local y a nivel internacional que generó una gran influencia por la gran pasión y el oficio que integró en su trabajo a nivel profesional y también académico. Como uno de los fundadores de la Escuela de Producción Musical, Gerardo destacó por ser una persona muy apegada a sus estudiantes porque los ramos que él enseñaba eran para grupos de no más de 10 estudiantes. Esto generaba un contacto muy estrecho en el que se manifestaba muy interiorizado de los avances académicos de sus estudiantes”, agrega la autoridad de la escuela.

“Diría que esa fue su impronta. La de un hombre muy entregado a su trabajo como docente y sonidista. Seguramente por esa cosa política que también defendió con pasión que fundía la práctica técnica y profesional, pero sosteniendo un bajo perfil siempre. El bajo perfil del sonidista que dota a un evento musical o un disco de todas sus posibilidades, pero que pocas veces el público considera”, señala.

Uno de estos estudiantes es Marco Hidalgo, de quinto año de la especialidad y que recuerda también la calidad humana y excelencia profesional del profe Gerardo, a quien conoció en los ramos de Aspectos Teóricos del Sonido 1 y 2, Refuerzo Sonoro y tres módulos del taller de Estudio de Grabación. “Todos quienes lo conocimos coincidimos en que conocimos a un verdadero maestro en el más amplio sentido de la palabra. Tanto por sus metodologías de enseñanza como por la extraordinaria disposición que siempre tuvo para quedarse más tiempo en el estudio enseñándote algo o la amabilidad de atender consultas en todo momento. Siempre tenía una palabra para ti en el estudio o te conversaba de sus experiencias laborales, personales y de ser humano que transmitían el aprendizaje de una manera muy agradable y enriquecedora”, señala.

Hidalgo dice siempre haber sentido el asombro de estar aprendiendo directamente desde un personaje histórico de la música nacional, reconocido por artistas legendarios y que compartía toda experiencia de giras, sesiones de grabación y grandes espectáculos con quien quisiera escucharlo. “Su manera de enseñar también era muy personal. Desde la primera clase, Gerardo te dejaba cometer errores para que aprendieras de ellos y comprendieras cuánto podías mejorar si descubrías por ti mismo esas falencias. En esto era muy sorprendente el oído privilegiado que él tenía”, cuenta sobre, por ejemplo, el don de López para detectar problemas de fase, ritmo o de mezclas con solo escuchar. “Podía advertir desafinaciones o acordes a la perfección en trabajos de estudiantes sin haber visto la partitura siquiera. Nunca dejó de ser algo muy, muy increíble ese oído absoluto que es algo con lo que se nace, creo. Un don que siempre puso al servicio de los demás y del que, cuando le preguntábamos cómo lo hacía, nos contestaba siempre lo mismo y con mucha humildad: “eso es pura paila”.

Carlos Salazar