La Cuenta Pública del Presidente Sebastián Piñera, del pasado 1 de junio, generó mucha atención, análisis y debate en diversos ambientes y medios.

Después de escuchar tantas Cuentas Públicas, tengo claro que éstas son muy importantes, tanto en lo que dicen como en lo que omiten. Pero que también son muy significativas las reacciones que generan, porque reflejan, entre otras cosas, lo que se esperaba, lo que se quería escuchar (y se escuchó o no).

El pasado 1 de junio escuché la Cuenta Presidencial más pobre en materia de cultura de las alrededor de 20 que he oído desde que asumió Patricio Aylwin. Creo que he escuchado todas las cuentas públicas del primer periodo de Sebastián Piñera y del segundo de Michelle Bachelet…

A la sorpresa de escuchar una Cuenta Pública donde en forma general se planteó apoyar a los artistas y reforzar la red de centros culturales (sin ninguna mención a cómo lo harán), que implementarán el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (a lo que están obligados por ley), que el Día del Patrimonio lo ampliaron a dos jornadas (propuesta del creador del Día del Patrimonio y ex-director de la Dibam, al que le pidieron la renuncia a los pocos días de iniciado este gobierno) y que dotarán de fibra óptica a la red de centros culturales, se ha sumado otra…

Es sorprendente que la pobreza en materias de cultura de la Cuenta Pública de Sebastián Piñera no haya generado una reacción masiva, o al menos muestras de inquietud.

Frente a lo anterior, sólo se me ocurren tres posibilidades -alternativas o complementarias- al respecto: el mundo de la cultura tiene asumido y se ha resignado frente a un gobierno o un sector que considera que no le importa la cultura (en el contexto amplio de la Cuenta Pública), que a la sociedad no le importa y por lo tanto no se incorpora el tema en ésta o se ha resignado a una sociedad pusilánime donde hay poco que hacer, donde el desgano gana.

Cualquiera de las opciones son dramáticas, en especial cuando vemos un país con buenos creadores y gran cantidad y calidad de creaciones, cubriendo un gran espectro de áreas. Creaciones que, además, tienen muchas veces poca recepción en los públicos locales.

Los desafíos culturales del país son grandes y muy atractivos. Aparentemente no hay voluntad política.