Rostros cotidianos, tonalidades intensas, movimiento y trazos vertiginosos que conectan con la identidad del barrio, son los elementos que encabezan la transformación que actualmente vive el sector Cal y Canto, gracias a un proyecto impulsado por Metro de Santiago en el entorno de sus faenas, y que cuenta con la colaboración del Centro Cultural Estación Mapocho y el municipio de Santiago.

En pleno corazón de Santiago, las obras del nuevo tramo de la Línea 7 de Metro, estación Cal y Canto, se han transformado en el lienzo del proyecto artístico Cuerpo y Territorio, de Diablo Rojo, nombre artístico del diseñador escénico y artista local Pablo de la Fuente, que ha convertido las paredes de las obras de Metro en un testimonio visual de la creatividad, la identidad y la cultura de barrio.

“Un proyecto que nace justamente con el desarrollo de esta nueva línea, incorporando la realización de 17 murales, los cuales equivalen a 10.295 metros cuadrados de superficie de arte, diseño y pintura, siendo su fin mitigar el impacto visual de las obras. Con ello, no sólo se busca embellecer el paisaje urbano, sino también destacar a artistas locales y honrar la riqueza cultural de los barrios circundantes, aportando así a la comunidad”, explican desde Metro de Santiago.

Sobre “Cuerpo y territorio”

El génesis de esta obra en proceso se remonta a la convocatoria directa que hace Metro de Santiago y la Municipalidad de Santiago a Pablo de la Fuente (Diablo Rojo), diseñador escénico, miembro fundador de la compañía de teatro callejero La Patriótico Interesante y muralista oriundo de Recoleta, quien ya había trabajado en un mural en Meiggs y que actualmente es el artista encargado de este proyecto, que retrata el cotidiano vivir y la identidad del sector Cal y Canto.

Rinde homenaje al sector: Diablo Rojo ilumina el corazón de Santiago con nuevo mural en Cal y Canto
Mural de Diablo Rojo

El boceto presentado en diciembre fue fruto de un mes de preparación del artista, quien estudió exhaustivamente la historia del territorio. Sin embargo, su principal inspiración para desarrollar el mural surge de su conexión personal con el barrio, sus experiencias en el sector y la importancia del territorio en su vida.

La obra se divide en etapas y se ubica en avenida La Paz, la ciclovía, Independencia y José María Caro, reflejando la Vega Central, la Pérgola de las Flores, y rindiendo homenaje al barrio de las telas en Independencia, así como a los transeúntes y fallecidos en el sector.

“Mi idea es que la gente que camina en el entorno, se vea reflejada en el muro dentro de su cotidiano, pero no como una imagen que proviene del costumbrismo. Más bien, mi intención es crear metáforas y poesías, desde los rostros, la fisonomía, los oficios, y el territorio; que los transeúntes estén involucrados en el mundo del arte, como también en el mundo de los sueños”, relata el artista.

La paleta elegida por Diablo Rojo es brillante y eléctrica, buscando crear una explosión de colores y de trazos para captar la atención y ponerse por encima de la atmósfera de la calle.

El estilo va en la senda del muralismo tradicional, entre el mexicano y el chileno, buscando conmover a todo tipo de persona. El uso del aerosol, además del esmalte, permite un trazo que refleja movimiento, otorgando dinamismo al mural. Esta saturación de elementos busca ir en concordancia con el entorno, con su cultura popular.

“Hermosear un espacio, volverlo mas bello, más agradable a la vista, que te haga sentirte identificado, da un sentido de pertenencia y también de cariño. No sientes que estás en el viejo oeste cruzando. La sensación de abandono social, también lo da por cómo cuidamos los espacios”, sostiene De la Fuente.

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Mural de Diablo Rojo y su equipo

El equipo convocado está compuesto por artistas con vasta experiencia en el muralismo, quienes colaboran en la ejecución aportando desde sus distintas expertises.

Entre ellos se encuentran: Evelyn Latorre (La Loica), Nicole Salgado, Andrés Gonzalez (Nebs), Pablo Etrom, Natalia Gomez (Liada) y Eric Casanova; quienes asumen el rol de artistas asistentes. Además, el equipo cuenta con Alex Córdova en gestión y producción ejecutiva, Catalina Salas en la producción en terreno, Nicolás Calderón en el registro audiovisual y Diego Ojeda como prevencionista de riesgo.

El proceso de creación del mural no ha estado exento de desafíos. En un entorno urbano complejo, donde destaca la presencia de personas en situación de calle y en estado de vulnerabilidad, algunos lidiando con adicciones, el equipo ha tenido que ser testigo y convivir con esta realidad y con algunos episodios de violencia.

A pesar de esto, han experimentado un cambio en la dinámica del lugar a medida que avanza la creación del mural.

“Pintar en lugares conflictivos igual es cuático, porque la gente es muy hostil cuando uno llega. Uno es súper invasivo: cierra el espacio, se pone a pintar blanco. Y la gente cree que uno es de la Muni o que uno está haciendo cualquier cosa. Pero cuando empieza a aparecer el muro y ven que es especial, cambian las actitudes de todo el mundo. La gente te empieza a agarrar cariño, te empieza a cuidar, te empieza a querer. La gente siente que es un regalo”, reflexiona Diablo Rojo.

La colaboración con la Estación Mapocho ha proporcionado un lugar de acogida y refugio para los artistas del equipo, quienes tienen un vínculo especial con el lugar por su trabajo en las artes escénicas, considerándolo propicio en esta ocasión como centro de operaciones.

Esta alianza se establece debido a la importancia de apoyar proyectos que vayan en beneficio de la recuperación y cuidado del espacio público.

“Cruzamos a la Estación Mapocho y saben perfectamente que somos artistas, en cambio, en la obra misma hay que estar luchando constantemente porque no saben cuál es nuestro rol. Eso es bonito, que Estación Mapocho sea un espacio de residencia, albergue, refugio para nosotros, un espacio más amable”, explica Alex Córdova, productor ejecutivo del proyecto.

El proyecto Cuerpo y Territorio destaca por su enfoque integral, vinculando el arte con la identidad local y la realidad social, representando un símbolo de resistencia, inclusión y esperanza para una comunidad que necesita revitalizar su entorno y darle un mejor uso a sus espacios. Es también un recordatorio del poder transformador del arte en la vida cotidiana de las comunidades.