Alice y Ester. Son gemelas. Una con el pelo rubio, la otra, lo tiene negro. Una es introvertida, tímida, muy sensible. La otra, extrovertida, busca lo que quiere, apabullante. Viven en un tiempo indeterminado en la “zona roja” de Italia. Muy unidas, hasta que llegan un padre y su hijo, dos exiliados chilenos.

Gemelas

La California se centra el Ester y Alice. Una relación fuerte entre gemelas que se apoyan y se provocan, en una relación de amor con cuotas de rabia. Todo en un precario equilibrio dadas las características de sus padres y de una localidad -La California- olvidado.

Este equilibrio se pierde cuando llega Martín Acevedo (Alfredo Castro) y su hijo Pablo (Riccardo Frascari), exiliados chilenos. Pablo, un joven atractivo e introvertido, cuyo único interés pareciera ser componer y tocar piano.

Pablo es la chispa que desencadena pasiones y dramas.

Alfredo Castro en La California
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Un ambiente onírico de pesadilla

Ambientada en La California, una zona cercana a Boloña -ciudad tradicionalmente de izquierda-, parece fuera de la realidad. En un tiempo indefinido que podría ir o condensar entre fines de los 70 (exiliados chilenos) hasta mediados de los 90 (campaña electoral de Berlusconi), pasando por el cierre de la sede local del Partido Comunista Italiano (fundado por Gramsci en 1921, fue disuelto en 1991).

Lo anterior, sumado a personajes entrañables que, al mismo tiempo, parecen inasibles. Como el abuelo, expartisano abocado a pescar y dar consejos de vida. O el padre, un punk dedicado a criar chanchos y gritar sus anhelos de justicia y sus frustraciones. O la madre, Palmira (tal vez un guiño a Palmito Togliatti, histórico Secretario General de PCI), que a duras penas sobrevive en un mundo sin ideales ni deseos de luchar.

A ellos se suman los bebedores y fumadores que se solo observan el devenir de este pueblo fuera del tiempo. Y el empresario local, que contamina con su fábrica de plásticos. Ejemplo de éxito (con su hermoso Maserati) y corrupción.

Por supuesto, no faltan las alusiones a la “otra” California, esa que sueñan tantos. Podría ser un sueño, pero lo agobiante, y su carga de frustraciones…

Simbologías e interpretaciones

La California es una película que permite muchas lecturas, como tantas películas italianas. Cada personaje puede interpretarse como representante de grupos humanos, sociales, políticos. Alice y Ester como dos personalidades de una misma joven, o como alternativas a las que se vieron enfrentadas jóvenes italianas de esa época. Palmira con el pañuelo rojo que pone -y aprieta- a una de sus hijas. El mismo Pablo, como símbolo del exilio y su lucha, de objeto de solidaridad, de belleza, de desarraigo…

En este sentido, La California invita a verla acompañado, de volver al rito del cine para pensar, conversar y discutir. Para mirar el pasado -y parte de nuestro pasado como país- y el presente.

Coproducción

La California es una coproducción ítalo-chilena. Se suma a otras, como Il futuro (2013) de Alicia Scherson, basada en un cuento de Roberto Bolaño, protagonizada por Manuela Martelli y Rutger Hauer. O Vera de verdad (2020), de Beniamino Catena, en la que participaron Marcelo Alonso y Manuela Martelli.

Estas coproducciones enriquecen miradas, permiten intercambios de oficio y de saberes. De las tres, a mi juicio, la más lograda e interesante es La California.

La California es una película que lleva a un viaje sin tiempo, donde las interpretaciones posibles como la belleza de algunas escenas invitarán a la reflexión y la conversación.

Afiche de La California
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La California

Dirección Cinzia Bomoll
Guion Cinzia Bomoll, Piera Degli Esposti, Christian Poli
Basada en forma libre en el libro “La que en las fotos no sonreía” (Lei che nelle foto non sorrideva)
Reparto: Silvia y Giulia Proveddi, Riccardo Frascari, Alfredo Castro, Lodo Guenzi, Eleonora Giovanardi, Paola Lavini

Durción: 100 minutos