La película de Daniel Dávila establece una relación entre el relato de uno de los arrieros que descubrieron el niño inca sacrificado en la cumbre del cerro El Plomo y la ascensión que hacen de esa montaña un niño con su “nana”. Una inmersión en un viaje iniciático, poético.
El Niño de El Plomo
“El 1 de febrero de 1954, tras muchos años buscando un legendario tesoro en la cordillera de Los Andes, dos pirquineros chilenos descubrieron en la cumbre del cerro El Plomo, a 5400 metros de altura, el cuerpo de un niño Inca congelado por más de 500 años. Un niño muerto en un sacrificio ritual no era el tesoro que esperaban encontrar, sin embargo, decidieron llevarlo a Santiago, la ciudad a los pies de la cordillera, dejando a la montaña sin su tributo sagrado”.
Con este texto parte la película. Durante toda ella se irán intercalando textos extraídos del libro “El Niño Inca, la verdadera historia del niño del cerro El Plomo”, de Luis Ríos Barrueto (Pehuén editores, 2009), uno de los arrieros.
Son una suerte de bitácora que va relatando el viaje y el descubrimiento del niño sacrificado. El que luego venderán al Museo Nacional de Historia Natural de Chile.
Ese relato se superpone, dialoga y se complementa con imágenes de una ciudad caótica, estresante, para pasar a la ascensión del Cerro El Plomo por Mateo (Mateo del Sante), un niño, junto a Scarlett (Daniela Pino), su nana. De distinta forma, ambos sienten el fuerte llamado de la montaña.
Cine como viaje
El Niño del Plomo es una película que requiere que el espectador o la espectadora se entreguen, sin prejuicios, a una experiencia, un viaje. A mirar, escuchar y sentir frente a una obra que no es literal, ni obvia. Donde la subjetividad, lo abstracto, la belleza de algunas tomas e imágenes como la fuerte incidencia de la música -estridente, angustiante a ratos- llevaran a cada cual a ver y sentir cosas que pueden ser muy diversas.
En términos concretos, tanto el relato de Ríos Barrueto como la historia de Mateo y Scarlett son simples. Con ciertos aspectos poco verosímiles. Pero el manejo de los tiempos, la relación entre los relatos, las imágenes y la música llevan a asociaciones, a metáforas que cada cual debe desentrañar de acuerdo a su propia historia, memoria y sensibilidad.
La película es el relato de viajes -objetivos y subjetivos- a los que se suman los que cada cual hará viéndola.
“Es un viaje experiencial. Quisimos que cada uno de los planos de la película tuvieran simultáneamente belleza y misterio, mucha riqueza de detalles de forma que el espectador se introduzca en las imágenes, empujado por una banda sonora envolvente y sugestiva”, dice Daniel Dávila.
Cine con mayúscula
El Niño del Plomo es un cine complejo en su lenguaje, su estructura, lejos de la “comodidad” que ofrece gran parte de las películas actuales (en la lógica del llegar y llevar, de consumir algo ya semidigerido).
Es un cine que tiene como requisito que el espectador se entregue, se deje llevar. Es una inmersión, un viaje, es un sueño, son imágenes del inconsciente. Son pesadillas. Hay tomas y música que convocan miedos, que pueden estresar o angustiar. Que contienen gran belleza.
El Niño del Plomo es Cine con mayúscula (como Rey de Niles Atallah o La Casa Lobo de Cristóbal León y Joaquín Cociña, por mencionar solo dos). Una obra que no podría usar otro lenguaje, otro soporte.
Una película que no se sostiene en los apuros de la acción casi permanente, en mantener la tensión y la atención. Una cuyos tiempos son los que se requieren para la inmersión, para el relato, los sentimientos y sensaciones que transmite. Donde muchas imágenes y paisajes son en tiempo real (algo que casi hemos olvidado).
Cine arte. La expresión no es buena. Los límites son difusos, cambiantes. Puede incluso establecer una diferencia odiosa. Sin embargo, en este caso es apropiada, es ajustada y justa.
Belleza y música
El Niño del Plomo tiene la belleza sublime del paisaje, de la naturaleza, de ciertos detalles, de imágenes o secuencias abstractas. La de algunas fotografías, pinturas hiperrealistas o neoclásicas. O de un grabado japonés o una pintura de Zamudio. Eso entrega la película.
La imagen de Mateo en la nieve, casi al final. El pelo sobre la nieve. Las gotas rojas cayendo sobre la nieve… son ejemplos de esa belleza.
“Durante muchos años, la música fue mi principal vía de expresión artística. Para este proyecto, busqué una relación orgánica entre el montaje de las imágenes y la construcción musical-sonora con el fin específico de generar un trance en el espectador y así abrir la mente y las emociones a nuevas maneras de sentir el paisaje y la naturaleza. La música en “El Niño del Plomo” nos habla de la asfixia en la ciudad monstruo, del miedo a un camino incierto, de la lucha contra el destino, del sufrimiento del viaje, y la plenitud de la entrega”, señaló el director.
Daniel Dávila, además, compuso y trabajó con su banda Luna In Caelo para la película. Luego, incorporó al destacado productor británico John Fryer.
“Tuve la fortuna de poder presentarle el proyecto al productor musical e ingeniero británico John Fryer, cuyo trabajo a lo largo de los años ha modelado el rock alternativo, trabajando con artistas como Depeche Mode, Cocteau Twins, Nine Inch Nails, Love and Rockets y This Mortal Coil. John, que se autodefine como un “alquimista sonoro” deconstruyó y replanteó la estructura de las piezas sonoras, dándoles independencia de la película, pero respetando el sentido estético de los originales, y así nace “Plomo” nombre del disco. La masterización de sonido fue hecha por Mike Hillier, en los estudios Metropolis en Londres y la edición limitada en vinilo estará disponible junto al estreno de la película”.
Es un relato tan personal y subjetivo como potente. Verla tendrá resultados muy diversos. En lo personal, muy recomendable.
El Niño del Plomo
Director: Daniel Dávila Coggiola (Costarricense)
Guion: Elisa Eliash y Daniel Dávila.
Elenco: Daniela Pino y Mateo del Sante.
Música: Daniel Dávila, Luna in Caelo y John Fryer
Casa Productora: Kiné-Imágenes.
Producción: Teresita Ugarte.
Dirección de Fotografía: Enrique Stindt, ACC.
Dirección de Arte: Victor Núñez.
Edición/Montaje: Daniel Dávila.
Sonido: Charly Rojas (ARG) y Roberto Zúñiga (CL).
Género: Experimental/ Drama.
País: Chile.
Año: 2021.
Duración: 77 minutos
El 20 de octubre se estrenará El Niño del Plomo en cines.