En las últimas tres semanas de Movilización Social, con manifestaciones, cabildos, desmanes y saqueos, muchos han puesto el acento en la violencia. Claro, es una violencia de la que no tenemos memoria. No en esta envergadura, al menos por parte de civiles (de parte de ”agentes” del Estado, si, pero no tan extendido en el territorio y por tantos días).

Muchas voces claman por separar a los manifestantes “pacíficos” de los “violentistas”, del “lumpen”, deseando formas “civilizadas” de expresión de las demandas.

Creo que se ha creado una “cultura” de exigir manifestaciones pacíficas, pero con policías que reprimen en forma violenta a todos por igual, al tiempo que las autoridades no escuchan, son sordas. Una “cultura” que lleva muchos años gestándose, a pesar de las violencias que implica y cuyos resultados hemos visto en estas semanas.

¿Por qué es difícil separar manifestantes pacíficos de “violentistas”?

Hay varias razones, pero posiblemente las más importantes son las siguientes.

¿Qué capacidad tiene un grupo de cientos o de miles de personas “pacíficas” de enfrentarse a un grupo de 40, 80, 150 o 200 individuos concertados violentos y con elementos contundentes? Ninguna.

No es rol de los manifestantes “pacíficos” garantizar condiciones adecuadas para manifestarse. Es la función de Carabineros. Y no lo han hecho, al menos, desde 2004, cuando se realizó la APEC en Chile.

En ese evento, hubo una marcha que partió del Parque Almagro, transitó por Santa Rosa para pasar por la Alameda y dirigirse por diagonal Paraguay al Parque Bustamante. En esa marcha, en reiteradas ocasiones le informé a Carabineros que había un grupo de 30 o 40 personas (fácilmente identificables porque iban al final de la marcha) que iba a causar problemas. Y así fue, pues cuando la parte final de la manifestación –con gran presencia de familias con niños- cruzaba Vicuña Mackenna, y que ese grupo ya había empezado a lanzar piedras y a romper mobiliario urbano, Fuerzas Especiales de Carabineros arremetió desde atrás. Así, no sólo empujó a ese grupo hacia donde estaba la marcha, sino que lanzó gran cantidad de bombas lacrimógenas donde estaba el grueso de la gente. Trató a todos por igual.

Durante más de 15 años tuve oficina cerca de Plaza Italia. Vi muchas manifestaciones, y siempre se repetía lo mismo. Carabineros arremetiendo contra todos y deteniendo a los “pajarones”, no a los “violentos”, a los que habían causado destrozos.

Con el correr del tiempo, y frente a este verdadero descriterio (o estrategia) de la policía, hoy sucede que muchas veces esos grupos “violentos”, ese “lumpen”, es el que permite a los manisfestantes “pacíficos” que se puedan expresar “resguardándolos” de Carabineros.

¿Paradójico? No. Es lo mismo que pasa en muchos barrios, donde los vecinos se sienten más protegidos por los narcotraficantes que por las policías (que, además, muchas veces entran en forma violenta y luego se van, dejando el territorio a disposición de los narcotraficantes, que permanecen y son del barrio). El narcotraficante impone su “ley”, pero esta conlleva un orden y una “tranquilidad”, esa que le permite hacer sus negocios. Esa “ley” –implícita pero clara- y esa tranquilidad, muchos vecinos la valoran y les resulta más funcional que policías violentos, que actúan en forma esporádica.

Si hemos sabido hace años que existen cada vez más barrios “tomados” o controlados por el narcotráfico, que durante todo este tiempo no se han diseñado y menos aplicado políticas que hayan dado resultados, ¿por qué escandalizarse por esa realidad? ¿Por qué escandalizarse porque esa realidad probablemente se trasladó a las marchas y manifestaciones?

¿Es novedad que esto que vemos viene repitiéndose hace años en diversas manifestaciones, en especial en la de estudiantes? Esos jóvenes han normalizado estas situaciones porque son las que, a muchos, les dan alguna seguridad para poder manifestarse.

Para que no haya violencia en las manifestaciones, entre muchas otras condiciones, Carabineros no debe agredir a los manifestantes “pacíficos” y debe saber separar a los “violentos”. Pero después de tantos años, pareciera ser que el actuar que hemos visto en estas semanas -y que que es el mismo de al menos los últimos 45 años- es parte de su ADN.

También para tener marchas ”pacíficas” se debe garantizar que los manifestantes “pacíficos” serán realmente escuchados, porque la experiencia de los últimos 15 años demuestran que sin violencia, las autoridades (de todo orden, incluidos empresarios) no escuchan. Entonces la violencia pasa a ser un medio “inevitable” para ser “vistos”, para ser considerados y, con suerte, ser escuchados. Pero este es un tema para otra columna.