Una fotografía del célebre perro Hachiko dio a conocer el sitio The Japan News en donde se le puede ver mientras está recostado en la estación de trenes de Shibuya, en Tokio, lugar donde el canino esperó por 10 años el regreso de su dueño.

Durante 80 años la fotografía permaneció guardada en la casa de Isamu Yamamoto, un funcionario de banco quién realizó la toma en 1934, un año antes de que el perro muriera.

Para esta fecha, Hachiko ya era conocido entre las personas que frecuentaban el lugar, aunque nadie presagiaba que el animal lograría trascender a través del tiempo de la forma que lo hizo.

Hachiko fue un perro de raza akita, que se hizo mundialmente conocido debido a la lealtad total que demostró por su amo. En 1924 se lo regalaron a Hidesaburo Ueno, un profesor de la Universidad de Tokio. El académico viajaba diariamente en tren a su lugar de trabajo, y el perro lo acompañaba sagradamente todos los días hasta la estación.

Para cuando el académico volvía, el perro corría a esperarlo para regresar juntos al hogar. Sin embargo, el 21 de mayo de 1925 el profesor sufrió un paro cardiaco en la universidad, lo que le produjo la muerte. Esa tarde, Hachiko fue como de costumbre hasta la estación para esperar a su dueño, quién nunca llegó

El perro se quedó a vivir en el lugar durante los siguientes nueve años, esperando a su querido amo para volver juntos a la casa. Con el pasar del tiempo, las personas que frecuentaban la estación comenzaron a notar la presencia de Hachiko, y lo reconocieron como el perro que diariamente iba a dejar y buscar a su amo. Se encargaron de cuidarlo y darle comida. Finalmente el perro murió en marzo de 1935, conmoviendo a quienes lo conocieron por demostrar una fidelidad a toda prueba.

Sus restos fueron disecados y se conservan en el Museo Nacional de Ciencia de Japón, sin embargo como forma de homenaje, junto a la tumba de su fallecido dueño se instaló un monolito con su nombre.

En la estación de trenes se montó una estatua de Hachiko, punto obligado para los cientos de turistas que cada día llegan a la ciudad.

La Universidad de Tokio instaló una estatua de Hachiko junto a su dueño, quién trabajo por varios años en la institución.