David Alarcón Kritzler y su ensayo fotográfico M2: “Estos rostros hablan de Santiago como una ciudad perdida en sí misma”

David Alarcón Kritzler (C)
David Alarcón Kritzler (C)
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Hasta el 28 de junio la Sala Joaquín Edwards Bello recibe a los visitantes con la muestra fotográfica M2, una serie blanco y negro que observa la ciudad de Santiago a través del vidrio de un ascensor público en el subsuelo y que retrata los rostros ensimismados que habitan fugazmente ese espacio.

El autor de la muestra fotográfica M2, David Alarcón Kritzler (1981), se refiere a las motivaciones tras este ensayo fotográfico que surgió en sus recorridos cotidianos y que desarrolló durante tres años, impulsado por su interés en profundizar sobre la relación espacio/habitante. “El resultado es vernos enfrentados a un espejo de nosotros mismos, que nos confronta como sociedad a nuestra condición humana” dice el fotógrafo sobre esta propuesta de autor que también devino en un fotolibro homónimo publicado por ediciones La Visita.

Proyecto M2 ¿Porqué un fotolibro y porqué una exposición?

Porque son dos formas diferentes y complementarias para mostrar un trabajo fotográfico de estas características. El fotolibro es portable y perdura en el tiempo en su manera de relacionarse íntimamente con su lector. Además, el soporte del fotolibro permite la utilización de estrategias narrativas mixtas, haciendo un cruce literal entre la fotografía, la poesía y el diseño. El libro en sí es una pieza de diseño, un manifiesto poético, un libro de fotografía. La exposición permite alcanzar un público diverso menos específico que el del libro, más amplio. Además, permite una relación con la obra de manera espacial. Cada formato tiene su propia forma narrativa y otorgan al ensayo fotográfico una posibilidad diferente de relacionarse con su público.

La referencia editorial de M2 sostiene que es un material ‘de culto’ ¿cuáles crees que son los elementos que caracterizan esa propuesta?

Que es una obra que se juega el todo o nada. Ese encuentra en una posición en donde sólo es posible amar u odiar. El fotolibro está construido siguiendo la sinfonía susurrada por la obra, por lo tanto, se encuentra lleno de secretos que no se pueden apreciar ni a la primera ni a la segunda ni a la tercera vista. Ahí se genera el culto, la posibilidad de revisitar la obra y encontrar nuevos significados, porque la obra simplemente nos habla de nosotros mismos, por lo tanto, es compleja y esconde un misterio profundo.

En una reciente entrevista planteaste que tal vez no vuelvas a la fotografía ¿porqué no lo harías y qué motivaciones tuviste para llevar adelante este proyecto?

Dije que tal vez no vuelva a realizar un trabajo autoral que llegue al término que llegó éste [M2] porque hasta el momento no proyecto ni se me ha dado la posibilidad de lograr un cuerpo sólido de fotografías que permita proyectar un trabajo serio, que pueda ser impreso o presentado públicamente. Por eso es una posibilidad cierta que no vuelva a hacerlo, como también es una posibilidad que esto vuelva a suceder… no empujo ni busco nada, sólo hay que estar atento y lograr escuchar el mensaje oculto, la voz propia de lo que estás fotografiando, ella te dirá hacia dónde tienes que empujar, hasta dónde tienes que llevarla para que se realice y llegue a nacer una obra que se pare por sí sola.

M2 alude al ascensor, al metro, al subsuelo ¿Cuál es el elemento que más importa en la serie?

El elemento central de esta serie de fotografías es el ascensor y su relación con la gente. El ascensor entendido como un espacio vacío, como un escenario teatral, una cámara oscura donde en relación con quien la habita adquiere características de interpretación particulares. El resultado es vernos enfrentados a un espejo de nosotros mismos, que nos confronta como sociedad a nuestra condición humana.

¿Cuál es esa condición humana? ¿Consideras que la fotografía es o puede ser un alivio?

La condición humana de verse arrojado a este plano de la existencia, de verse obligado a desarrollar una vida funcional, de estar en constante presión. En la relación gente- ascensor se puede ver un poco de eso. La fotografía es como una pastilla de menta… nos quita el mal aliento por un rato. Igual es rico sentirse bien aunque sea por un momento breve. También llegamos a sentirnos así cuando escuchamos una canción, o leemos algo que nos gusta, o vemos bello. Cuando los sentidos son estimulados en cierta frecuencia siempre sentimos alivio.

Y sobre la presencia humana en M2 ¿Hay un interés particular en las personas?

El interés es la fotografía, practicar el ejercicio de fotografiar, entregarse al impulso o a la compulsión de obturar sin ningún objetivo particular más que el hecho mismo de apretar ese botón y obtener algo a cambio. En este caso, resultó que el impulso me llevó a profundizar sobre un espacio particular y la gente que lo habita. Es una huella de lo humano. Lo humano sin duda que ha sido un objeto de interés permanente para la práctica de los fotógrafos.

Al recorrer la muestra se observa una expresión neutra y desánimo en muchos rostros ¿percibiste un estado determinado en ese espacio, con qué expresión te encontraste más?

Ese es como el rostro de Santiago… si tú piensas en el rostro de Río de Janeiro imaginas algo, si imaginas el rostro de Lima, de Buenos Aires o cualquier cuidad seguramente asocias una fisonomía humana a la cualidad de esa ciudad. Seguramente para mí el rostro de Santiago es parecido a lo que muestran estas personas. El espacio es determinante también, es opresivo, oscuro, claustrofóbico, lleva a asociarlo con ciertos estados de ánimo que no son los más positivos. También es una manipulación de mi parte y del editor del proyecto, seguramente mucha gente articuló gestos que no son los que decidimos mostrar. Esta decisión es precisamente la manipulación. Nosotros decidimos representar a la sociedad contemporánea con esos rostros y no otros. Porque esos rostros reflejan lo que nosotros percibimos como el mensaje de esta obra: hablar de Santiago como una ciudad perdida en sí misma, que da la cara, que mira de frente al espejo, pero que no es capaz de comprender lo que ve en ese reflejo.

¿Cómo crees que se puede superar ese desánimo cotidiano?

Con ánimo… des desanimándose. Pero ese es tema para otro tipo de conversación, más profunda que la fotografía. En esta respuesta te hablaría sobre yoga, pero acá estamos hablando de foto.

¿Cómo ha sido la experiencia expositiva de M2 en el Centro Cultural Estación Mapocho? Y junto a eso ¿qué supones le ocurra al observador de estas fotografías, tienes alguna expectativa respecto a la relación del público con tu obra?

Es una buena experiencia. El lugar tiene historia, tiene peso. Y le da peso a la obra. Como autor joven… ¡soy joven! Es importante acceder a lugares de alcance masivo como este. La verdad es que no se me ocurre que le podría a ocurrir al espectador, sólo espero que le ocurra algo. Que no le sea indiferente, que logre pensar algo, lo que sea. Ese sería un logro. Y no tengo ninguna expectativa.

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Hasta el 28 de junio la Sala Joaquín Edwards Bello recibe a los visitantes con la muestra fotográfica M2, una serie blanco y negro que observa la ciudad de Santiago a través del vidrio de un ascensor público en el subsuelo y que retrata los rostros ensimismados que habitan fugazmente ese espacio.

El autor de la muestra fotográfica M2, David Alarcón Kritzler (1981), se refiere a las motivaciones tras este ensayo fotográfico que surgió en sus recorridos cotidianos y que desarrolló durante tres años, impulsado por su interés en profundizar sobre la relación espacio/habitante. “El resultado es vernos enfrentados a un espejo de nosotros mismos, que nos confronta como sociedad a nuestra condición humana” dice el fotógrafo sobre esta propuesta de autor que también devino en un fotolibro homónimo publicado por ediciones La Visita.

Proyecto M2 ¿Porqué un fotolibro y porqué una exposición?

Porque son dos formas diferentes y complementarias para mostrar un trabajo fotográfico de estas características. El fotolibro es portable y perdura en el tiempo en su manera de relacionarse íntimamente con su lector. Además, el soporte del fotolibro permite la utilización de estrategias narrativas mixtas, haciendo un cruce literal entre la fotografía, la poesía y el diseño. El libro en sí es una pieza de diseño, un manifiesto poético, un libro de fotografía. La exposición permite alcanzar un público diverso menos específico que el del libro, más amplio. Además, permite una relación con la obra de manera espacial. Cada formato tiene su propia forma narrativa y otorgan al ensayo fotográfico una posibilidad diferente de relacionarse con su público.

La referencia editorial de M2 sostiene que es un material ‘de culto’ ¿cuáles crees que son los elementos que caracterizan esa propuesta?

Que es una obra que se juega el todo o nada. Ese encuentra en una posición en donde sólo es posible amar u odiar. El fotolibro está construido siguiendo la sinfonía susurrada por la obra, por lo tanto, se encuentra lleno de secretos que no se pueden apreciar ni a la primera ni a la segunda ni a la tercera vista. Ahí se genera el culto, la posibilidad de revisitar la obra y encontrar nuevos significados, porque la obra simplemente nos habla de nosotros mismos, por lo tanto, es compleja y esconde un misterio profundo.

En una reciente entrevista planteaste que tal vez no vuelvas a la fotografía ¿porqué no lo harías y qué motivaciones tuviste para llevar adelante este proyecto?

Dije que tal vez no vuelva a realizar un trabajo autoral que llegue al término que llegó éste [M2] porque hasta el momento no proyecto ni se me ha dado la posibilidad de lograr un cuerpo sólido de fotografías que permita proyectar un trabajo serio, que pueda ser impreso o presentado públicamente. Por eso es una posibilidad cierta que no vuelva a hacerlo, como también es una posibilidad que esto vuelva a suceder… no empujo ni busco nada, sólo hay que estar atento y lograr escuchar el mensaje oculto, la voz propia de lo que estás fotografiando, ella te dirá hacia dónde tienes que empujar, hasta dónde tienes que llevarla para que se realice y llegue a nacer una obra que se pare por sí sola.

M2 alude al ascensor, al metro, al subsuelo ¿Cuál es el elemento que más importa en la serie?

El elemento central de esta serie de fotografías es el ascensor y su relación con la gente. El ascensor entendido como un espacio vacío, como un escenario teatral, una cámara oscura donde en relación con quien la habita adquiere características de interpretación particulares. El resultado es vernos enfrentados a un espejo de nosotros mismos, que nos confronta como sociedad a nuestra condición humana.

¿Cuál es esa condición humana? ¿Consideras que la fotografía es o puede ser un alivio?

La condición humana de verse arrojado a este plano de la existencia, de verse obligado a desarrollar una vida funcional, de estar en constante presión. En la relación gente- ascensor se puede ver un poco de eso. La fotografía es como una pastilla de menta… nos quita el mal aliento por un rato. Igual es rico sentirse bien aunque sea por un momento breve. También llegamos a sentirnos así cuando escuchamos una canción, o leemos algo que nos gusta, o vemos bello. Cuando los sentidos son estimulados en cierta frecuencia siempre sentimos alivio.

Y sobre la presencia humana en M2 ¿Hay un interés particular en las personas?

El interés es la fotografía, practicar el ejercicio de fotografiar, entregarse al impulso o a la compulsión de obturar sin ningún objetivo particular más que el hecho mismo de apretar ese botón y obtener algo a cambio. En este caso, resultó que el impulso me llevó a profundizar sobre un espacio particular y la gente que lo habita. Es una huella de lo humano. Lo humano sin duda que ha sido un objeto de interés permanente para la práctica de los fotógrafos.

Al recorrer la muestra se observa una expresión neutra y desánimo en muchos rostros ¿percibiste un estado determinado en ese espacio, con qué expresión te encontraste más?

Ese es como el rostro de Santiago… si tú piensas en el rostro de Río de Janeiro imaginas algo, si imaginas el rostro de Lima, de Buenos Aires o cualquier cuidad seguramente asocias una fisonomía humana a la cualidad de esa ciudad. Seguramente para mí el rostro de Santiago es parecido a lo que muestran estas personas. El espacio es determinante también, es opresivo, oscuro, claustrofóbico, lleva a asociarlo con ciertos estados de ánimo que no son los más positivos. También es una manipulación de mi parte y del editor del proyecto, seguramente mucha gente articuló gestos que no son los que decidimos mostrar. Esta decisión es precisamente la manipulación. Nosotros decidimos representar a la sociedad contemporánea con esos rostros y no otros. Porque esos rostros reflejan lo que nosotros percibimos como el mensaje de esta obra: hablar de Santiago como una ciudad perdida en sí misma, que da la cara, que mira de frente al espejo, pero que no es capaz de comprender lo que ve en ese reflejo.

¿Cómo crees que se puede superar ese desánimo cotidiano?

Con ánimo… des desanimándose. Pero ese es tema para otro tipo de conversación, más profunda que la fotografía. En esta respuesta te hablaría sobre yoga, pero acá estamos hablando de foto.

¿Cómo ha sido la experiencia expositiva de M2 en el Centro Cultural Estación Mapocho? Y junto a eso ¿qué supones le ocurra al observador de estas fotografías, tienes alguna expectativa respecto a la relación del público con tu obra?

Es una buena experiencia. El lugar tiene historia, tiene peso. Y le da peso a la obra. Como autor joven… ¡soy joven! Es importante acceder a lugares de alcance masivo como este. La verdad es que no se me ocurre que le podría a ocurrir al espectador, sólo espero que le ocurra algo. Que no le sea indiferente, que logre pensar algo, lo que sea. Ese sería un logro. Y no tengo ninguna expectativa.