Hay gente a la que no le engorda nada y gente a la que todo le engorda. Esa frase tan presente en el imaginario popular cobra ahora más sentido a raíz de la publicación en Nature de dos estudios que explican las razones por las que las personas ganan más o menos peso y la grasa queda almacenada en distintas partes de sus cuerpos.
Los autores, de diversas instituciones y miembros del Consorcio de Investigación Genética de Rasgos Antropométricos (GIANT), analizaron muestras genéticas de más de 300.000 personas, en el mayor trabajo hasta la fecha sobre la variación genética y su relación con la obesidad.
Los resultados muestran más de 140 posiciones en todo el genoma que influyen en diversos rasgos de la obesidad, lo que triplica el número de localizaciones genéticas conocidas hasta este momento. Así, aunque la dieta y el ejercicio son importantes, la genética es fundamental en la tendencia de las personas a ganar peso y a almacenar grasa.
“Se trata de un primer paso hacia la identificación de genes adicionales que afectan a la obesidad. En el futuro, algunos de estos genes pueden ser buenos objetivos para el desarrollo de fármacos”, explica a Sinc Karen Mohlke, profesora de genética en la Universidad de Carolina del Norte (EE UU) y autora principal del primero de los artículos.
El estudio liderado de Mohlke se centra en dónde se almacena la grasa en el cuerpo, uno de los determinantes de riesgo para la salud. Por ello, uno de los rasgos observables vinculados a los lugares genéticos fue el ratio entre la circunferencia de cintura y de la cadera.
El peligro de la guatita
Las personas con las cinturas más grandes que la cadera tienen mayor grasa abdominal rodeando los órganos situados en esa zona. Esto los hace más propensos a padecer trastornos metabólicos –como diabetes tipo 2 o problemas cardiovasculares– que las personas con la grasa corporal más concentrada en la cadera o distribuida por igual en todo el cuerpo.
Mohlke añade que averiguar “qué genes influyen en el lugar donde se deposita la grasa ayudaría a entender la biología de la resistencia a la insulina, el síndrome metabólico y las enfermedades del corazón”.
En el trabajo se constató que las localizaciones genéticas asociadas con depósitos de grasa se vinculan con genes previamente relacionados con la creación del tejido adiposo. Los investigadores también determinaron que 19 de las localizaciones genéticas relacionadas con la distribución de la grasa poseían un efecto más fuerte en mujeres; y solo una afectaba más a los hombres.
IMC vinculada a factores genéticos
El segundo artículo publicado en Nature se centra en el índice de masa corporal (IMC). En él, los científicos identificaron 97 regiones de todo el genoma que influyen en la obesidad, un hallazgo que triplicó el número de regiones previamente conocidas.
Además, encontraron que las localizaciones genéticas asociadas con el IMC pueden participar en procesos neuronales, en concreto, en la señalización del cerebro, que controla el apetito y la utilización de la energía.
“Nuestro trabajo demuestra claramente que la predisposición a la obesidad y el aumento del IMC no se debe a un solo gen o cambio genético”, subraya Elizabeth Speliotes, bioinformática de la Universidad de Michigan y autora principal. “El gran número de genes implicados hace menos probable que una sola estrategia funcione para todo el mundo”.
Una vez entendidos, estos mecanismos pueden explicar por qué no todas las personas obesas desarrollan enfermedades metabólicas relacionadas, como diabetes y colesterol alto. Asimismo, la identificación de genes y vías asociadas con la obesidad podrían revelar nuevas dianas terapéuticas para bajar de peso.