La ciudad de Concepción ha tenido una serie de transformaciones en las últimas décadas. Se han creado tres nuevas comunas -Hualpén, San Pedro de la Paz y Chiguayante-, se han construido carreteras, puentes, hospitales, parques, conjuntos habitacionales y otras tantas infraestructuras que han significado una expansión considerable del espacio urbano. La intercomuna ha alcanzado un millón de habitantes, lo cual ha complejizado la trama urbana y las problemáticas que la atraviesan.

En este proceso de expansión y crecimiento de la ciudad, creemos que existen diversas contradicciones que benefician o dificultan la vida de los diferentes grupos que la habitan. Cuando se dice que tal o cual medida urbanística, como la construcción de un parque, un puente o una mega-carretera, son en beneficio del “progreso” de toda una ciudad, debemos detenernos a pensar un segundo y comprender que hay muchas posibilidades de que esto no sea así.

Es decir, el “progreso” nunca es genérico para la totalidad de los grupos que habitan un territorio, por la sencilla razón de que todos ellos tienen diferentes prioridades e intereses. En tal sentido, y considerando la enorme diversidad de comunidades y grupos que es posible encontrar dentro de una ciudad, resulta difícil que una misma medida vaya a significar “progreso” o “bienestar” (que no son sinónimos) a toda la comunidad urbana.

Evidentemente, cuando se toma una decisión dentro de la configuración de la ciudad, hay algunos más perjudicados y otros más favorecidos, y ahí es cuando, frente a la incapacidad de generar un discurso un poco más global, profundo y a la raíz de las problemáticas, surge la típica frase que nos pronuncian los grupos de poder que deciden cómo se estructura la ciudad: “lo sentimos, pero son los costos del progreso”.

LA RIBERA NORTE DEL BÍO BÍO, UN OBSTÁCULO PARA ESTE “PROGRESO”

La ribera norte del río Bio Bío en la comuna de Concepción es un sector que comprende fundamentalmente tres poblaciones: Pedro de Valdivia Bajo, Pedro del Río Zañartu y Aurora de Chile. El terreno -sí, el terreno- donde se emplazan estas poblaciones es relativamente nuevo. Podemos decir que hace 100 años no existía, ya que este sector era parte del río, zonas de inundaciones no aptas para el asentamiento humano.

Fue sólo a través del proceso de relleno realizado por las propias comunidades que lo habitan hasta el día de hoy que se consolidó como parte de la ciudad de Concepción. Dicho proceso, se debe dejar en claro, no fue acción del Estado o de empresas privadas, sino principalmente de las personas que históricamente han habitado dicho territorio.

En un trabajo que costó décadas de sacrificio a los pobladores más pobres de la ciudad, la ribera norte del Bío Bío fue transformándose en un lugar apto para vivir. Diversas investigaciones así lo demuestran (1). Sin embargo, hoy en día otros grupos reclaman estos terrenos como de su propiedad. Diversos mega-centros comerciales ambicionan este espacio, como lo evidencia la construcción del Mall Mirador BioBío que se instaló hace poco tiempo en la zona.

El Estado, por su parte, pretende transformar este espacio en un nuevo eje turístico y cívico, con la construcción de grandes proyectos como el memorial 27-F o el Teatro Regional pronto a edificarse.

Por supuesto, la lógica común afirma que estos mega-proyectos del empresariado y el Estado son beneficiosos para el “progreso” de la ciudad en su conjunto, sin embargo, lo que esconden es que para que estos se lleven a cabo es necesario expulsar a los habitantes que hoy viven ahí, las mismas personas que crearon este territorio que hoy se perfila como uno de los más caros y apetecidos de Concepción.

Es decir, para que este “progreso” se lleve a cabo es necesario romper con las relaciones de comunidad que han forjado estos habitantes durante más de 100 años, así como con la legitimidad histórica que poseen sobre dichos territorios. Es entonces cuando surge la pregunta: ¿Quién es el que verdaderamente se queda con los frutos de eso que llaman “progreso”?

Puente Chacabuco | Victor Salazar/AgenciaUNO

Puente Chacabuco | Victor Salazar/AgenciaUNO

EL PUENTE BICENTENARIO, PARADIGMA DE UNA CIUDAD HECHA DE ATRÁS PARA ADELANTE

Hoy, Aurora de Chile es la población de la ribera norte del Bío Bío que más molesta a las autoridades. Se encuentra en una zona que ha subido estrepitosamente su plusvalía y que, además, sería necesaria erradicar para generar la conectividad vial que el nuevo puente Bicentenario (o Chacabuco), aún en construcción, requiere.

Actualmente existe un conflicto entre los pobladores que se niegan a dejar sus terrenos y el Estado que pretende intervenir la zona para que el puente pase por sobre la historia de esta emblemática, pero invisibilizada población.

Lo controversial es que se empezó a construir el puente antes de saber a ciencia cierta qué ocurriría con los pobladores de Aurora de Chile. Ahora, cuando el puente ya está “encima” de la población, parece ilógico que no se siguiera construyendo por el “capricho” de los pobladores. Sin embargo, este razonamiento vuelve a interponer la idea abstracta del progreso sobre las necesidades y derechos materiales que tienen las poblaciones sobre los territorios que con esfuerzo construyeron y rellenaron.

Es evidente que aquí hay un problema grave de las autoridades que no lograron generar una salida a este conflicto. Adicionalmente, el puente Bicentenario está atrasado en sus obras, dilatando y tensionando aún más el conflicto; las autoridades han culpado de esto a los pobladores de Aurora de Chile y también a un escueto paro de trabajadores del puente, quienes tenían pésimas condiciones laborales (2).

Las excusas sobran, pero no se toma en cuenta la responsabilidad de las autoridades en el conflicto, ni su desordenada forma de construir la ciudad, preocupándose primero de construir y luego de hacerse cargo de la gente que vive en los terrenos que pretende intervenir.

Las autoridades tratan de hacer ver a los habitantes de la ribera norte como los responsables del problema, sin embargo ellos están hace mucho antes en este territorio que el Estado y los privados, éstos dos grupos de poder serían los nuevos aquí. Hasta hace unos años ni se aparecían por el sector. Sólo cuando el terreno adquirió alta plusvalía se aparecieron en la zona, reclamando un territorio en el cual, como dicen los vecinos del sector: “no aportaron ni una carretillada de tierra para su relleno”.

UN ESPACIO EN DISPUTA: INTERESES Y PROBLEMÁTICAS

Lo que queremos plantear es que no se puede comprender hoy a la población Aurora de Chile sin reflexionar sobre los distintos intereses que tiene tanto el Estado como la empresa privada, en lo que podríamos perfilar como un espacio en disputa.

La razón es simple: esta población sistemáticamente ha sido abandonada por parte de las políticas públicas. Desde el relleno décadas atrás hasta el proceso de urbanización posterior ha sido por el esfuerzo de sus pobladores. El Estado no ha invertido en pavimentación o en la regularización de servicios básicos. Incluso mantiene un basural de escombros del terremoto en un terreno colindante del SERVIU.

Esta población ha sido invisible a la inversión pública, pero el 2010 sale a la palestra como fuente de conflicto al ser proyectado el puente que conectaría con calle Chacabuco. Para la opinión pública, para los medios de comunicación y para la clase política, esta población “nació” cuando se hizo necesaria la erradicación.

Al mismo tiempo, la inversión privada, reimpulsada tras el terremoto, ha promovido la ocupación de espacios aledaños a la población, presionando así en el uso del suelo y su valor de cambio (precio). Observamos entonces como contrastan visiones de hacer ciudad. Por un lado, una población centenaria cuya identidad, arraigada al esfuerzo de rellenar el borde río, busca mejorar su calidad de vida, mientras se presentaría al “resto de la ciudad” como un obstáculo para la inversión en infraestructura urbana.

Puente Chacabuco | Víctor Salazar/AgenciaUNO

Puente Chacabuco | Víctor Salazar/AgenciaUNO

REFLEXIONES FINALES

Para finalizar, quisiéramos dejar algunas interrogantes y temáticas para abrir el debate. En primer lugar, el puente Chacabuco se ha presentado como una necesidad incontestable para la conectividad vial del área metropolitana. Sin embargo, no hemos visto públicamente argumentos técnicos ni informes que avalen esta posición. No existe una evaluación de impacto ambiental ni impacto vehicular que sean públicas y bien fundamentadas, ni tampoco se ha contemplado la incorporación del transporte público al proyecto, por ejemplo.

Además, debido a su ubicación especifica, no lograría solucionar el problema central de congestión vehicular que se produce en la inter-comuna generada por el flujo automovilístico de las comunas de Concepción, San Pedro, Coronel y Lota. Mucho más lógico y utilitario hubiera sido construir el puente industrial que sí se perfilaba como una necesidad de la intercomuna de Concepción.

Por otro lado, si bien hasta el momento sólo una parte de la población está sujeta a erradicación, una revisión histórica de los planes reguladores de la comuna, sumado al Plan Ribera Norte, daría cuenta del interés por darle otros usos del suelo a la totalidad de dicho sector, o sea se pretendería a largo plazo expulsar a la totalidad de sus habitantes para generar negocios inmobiliarios y proyectos urbanísticos por parte del Estado.

Las políticas urbanas no son neutrales, sino que se constituyen en función de las distintas formas de ver el espacio urbano. Es decir, se juegan factores económicos, sociales y políticos en la construcción de la ciudad, por lo que podemos desechar ideas acerca de lógicas o verdades irrefutables. Ejemplo de esto es el discurso sobre la “recuperación” del borde río. A lo cual preguntamos ¿cuándo efectivamente se perdió para que ahora tenga que recuperarse?

La simple ida de “recuperación” ya nos indica un contenido segregador, puesto que en el borde río habitan personas que son tan parte de la ciudad como cualquiera otra y por tanto, con los mismos derechos a habitar en un ambiente sin ser objeto de exclusiones. Centrar el problema en la gente de la población Aurora de Chile es una posición reduccionista, aquí las responsabilidades son mucho más amplias y guardan relación con un modo de ver y entender la ciudad.

Esta columna muestra una pequeña pincelada de la complejidad de la problemática específica en el borde río de Concepción, como también de la problemática urbana en general. Por lo que dejamos de manifiesto la idea de abrir el debate, en una discusión donde creemos hay muchas voces que no han tenido la oportunidad de ser escuchadas

Ignacio Celis, Geógrafo de la Universidad de Concepción
Nicolás Salazar, Licenciado en Historia de la Universidad de Concepción

1- Trabajos académicos de la Universidad de Concepción así lo comprueban, por ejemplos las tesis de pregrado de la socióloga Camila Ferrada “Reconstrucción histórica de la población Aurora de Chile a partir de una geografía familiar: una experiencia autobiográfica de cotidianeidad urbana en la ciudad de Concepción” (2011) y los trabajos de las historiadoras Geanina Zagal y Patricia Retamal titulado “Del Relleno a la Resistencia: Prácticas espaciales de mujeres organizadas” (2010).

2- Ver Minuta técnica de la Dirección de Vialidad del MOP del 22 de enero de 2014. Ver también editorial del Diario Concepción del 23 de Marzo de 2014 y las palabras del director del SERVIU del gobierno de Piñera Francisco Merino señalando que la gente de Aurora de Chile “se burla del resto de los chilenos” por pedir indemnizaciones altas, vertidas en el mismo diario con fecha 30 de marzo de 2014.