Si según el refrán hay que escribir un libro, tener un hijo y plantar un árbol antes de morir, el Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez se fue con los deberes hechos de México, el hogar al que llegó de forma “macondiana” en 1961.

“Sin nombre y sin un clavo en el bolsillo”, así recordó una vez el fallecido García Márquez cómo llegó a México con su esposa Mercedes Barcha y su hijo Rodrigo para ganarse la vida, dijo, como “intelectual”.

Dos semanas tardó la familia de García Márquez en cumplir su “travesía heroica” en autobús desde Nueva York, donde el colombiano malvivió como periodista de la agencia de noticias cubana Prensa Latina.

La estrecha amistad con su compatriota y poeta Álvaro Mutis y con el intelectual catalán Luis Vicens impulsó su viaje a Ciudad de México donde acabó pasando más de la mitad de su vida alternando temporadas en Cartagena (Colombia), Barcelona (España) y La Habana.

Alejado de la calidez caribeña de su natal Aracataca, el padre del “realismo mágico” encontró en México un refugio en el que escribió gran parte de su obra, cultivó su fama y recibió en 1982 el anuncio de que le reconocían con el premio Nobel de Literatura, que lo abrumó al punto de que se fue a casa de Mutis para esconderse del mundo.

- Felices años pobres -

“Gabo llegó con una mano delante y otra atrás a México y fueron los amigos los que le ayudaron a sentirse en casa, a salir adelante. Era una especie de desamparo en el que llegó”, explicó a la AFP su amigo, historiador y escritor mexicano Jorge Hernández.

Sus primeros encargos en agencias publicitarias, como escritor de guiones cinematográficos o editor de pequeñas revistas apenas le daban para sacar adelante a su familia, que en 1962 se amplió con el nacimiento de su segundo hijo, Gonzalo.

Amigos incondicionales como el matrimonio de escritores Jomi García Ascot y María Luisa Elío se volvieron clave para la subsistencia física y moral de “Los Gabos”.

Les llevaban comida a su casa del barrio de San Ángel, al sur de la capital, compartían animadas noches de tertulia y escuchaban hipnotizados los textos literarios de García Márquez.

“Mientras hubiese whisky, no había miseria”, ironizó nostálgico García Márquez.

La situación económica de los García-Barcha era tan delicada que, cuando el escritor decidió dedicarse en cuerpo y alma al universo de Macondo en su obra cumbre “Cien años de soledad” (1967), debían nueve meses de alquiler y no tenían ahorros para el envío completo de la novela a la editorial en Argentina.

“Tan acostumbrados estábamos a esos tropiezos cotidianos (…) que no pensamos demasiado la solución. Abrimos el paquete, lo dividimos en dos partes iguales y mandamos a Buenos Aires sólo la mitad”, sin darnos cuenta de que por error enviamos la parte final del libro, relató García Márquez.

Gracias a algunos empeños pudieron reunir más dinero y enviar el resto de la novela que le aupó a la gloria literaria.

- El misterioso puñetazo -

Paseante habitual del centro histórico de Ciudad de México, García Márquez acostumbraba a desayunar en el restaurante de un conocido hotel y tomar una copa en la histórica cantina La Ópera.

Siempre atraído por el poder, el colombiano trató a personalidades mexicanas como el expresidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) o el magnate Carlos Slim, para quienes fue “un “bonito adorno”, según recordó la escritora Elena Poniatowska para la AFP.

La ganadora del Premio Cervantes 2013, que lo describe como un hombre “cariñoso”, “sonriente” y “muy accesible”, fue testigo privilegiado de uno de los episodios más sonados y misteriosos de la vida de García Márquez ocurrido en 1976 cuando, tras una proyección de cine en Ciudad de México, el escritor peruano Mario Vargas Llosa “le dio un puñetazo y lo tiró al suelo”.

“Estábamos totalmente aturdidos y asombrados”, reconoció Poniatowska, que se apresuró a conseguir un filete de carne y colocarlo en el ojo ensangrentado del colombiano, sin explicarse aún los motivos del incidente que acabó con la famosa amistad entre los dos ganadores del Nobel.

Según otros testimonios, el pleito se debió a una supuesta intromisión de García Márquez en los problemas que atravesaban el escritor peruano y su esposa Patricia Llosa. Pero, como asegura el biógrafo británico Gerald Martin, únicamente sus protagonistas pueden saberlo.

Salvo ese encontronazo, el culto y bohemio México de García Márquez fue sobre todo un campo de cultivo de amistades, que lo unió a los mejores escritores de la lengua castellana como Octavio Paz, Carlos Fuentes, Juan Rulfo y José Emilio Pacheco y cineastas como el español Luis Buñuel.

México fue para el novelista “su refugio, el lugar que le procuraba estabilidad”, describió Martin, autor de la biografía “Gabriel García Márquez: una vida”.

“Cuánta vida mía y de los míos se ha quedado en esta ciudad luciferina”, expresó el propio autor en 1983 al reconocer: “Aquí he escrito mis libros, aquí he criado a mis hijos, aquí he sembrado mis árboles”.