Este domingo zarpó en su 58° viaje de instrucción el buque Escuela Esmeralda.
40 años después del Golpe de Estado, el zarpe coincidió exactamente con los 40 años del asesinato de Miguel Woodward, un cura que falleció en La Esmeralda como consecuencia de las torturas que le aplicaron los marinos.
La historia persigue a La Esmeralda y a la Armada de Chile. Y ésta última nunca se ha hecho cargo.
Por de pronto, la Armada nunca ha entregado los antecedentes del paradero del cuerpo de Woodward, sepultado ilegalmente en lugar desconocido, ni las circunstancias en que murió.
Para la Armada, la denominada Dama Blanca es todo un símbolo. Recordar su pasado como centro de detención y tortura perturba a los marinos. El problema es que La Esmeralda es, también, un símbolo de tortura.
Después de lo que allí pasó, que La Esmeralda siga pintada de blanco es pura hipocresía. Si la justicia muchas veces pasa también por lo simbólico, esa nave debería llevar, por lo que a bordo ocurrió, algún símbolo de luto. Que sus mástiles, las velas, algo, sean negros. Para que no sigamos sintiendo que hay una indiferencia cruel en la Armada.