Por: René Naranjo, desde Cannes

En el tercer día del Festival, el cineasta iraní Asghar Farhadi entrega un filme que explora sin concesiones y hasta el fondo los sentimientos y secretos de una familia en París. ‘El pasado’ ha llegado para quedarse y hacer historia en el deshumanizado cine actual.

Con cinco filmes realizados (‘La separación’ lo consagró en 2011 y ahora estrena ‘El pasado’ en Cannes), el cineasta iraní Asghar Farhadi -41 años- se perfila como un experto cirujano del corazón que, en lugar de bisturí, opera con la cámara de cine. Se mueve en la intimidad de los seres humanos como muy pocos cineastas, y, como nadie en el cine contemporáneo, se atreve a llegar al final de sus exploraciones de los sentimientos y secretos de sus personajes.

Farhadi trabaja los guiones como un mecanismo de precisión quirúrgica, que no hace un solo corte fuera del eje correcto, y establece una red de cruces entre sus protagonistas que, como una bola de nieve emocional, adquiere proporciones descomunales, imparables y conmovedoras.

Con esas convicciones, ‘El pasado’ es una película que funciona por acumulación, o quizás habría que decir, por demolición. Todo parte de modo muy transparente, con una mujer (Berenice Bejo, la chica de ‘El artista’) que llega al aeropuerto de París a buscar a Ahmad (Ali Mossafa), un hombre iraní que ha sido su esposo y que, tras cuatro años, regresa a verla para arreglar los detalles de su divorcio. Sin embargo, esa transparencia es engañosa, porque no hay azar alguno en el cine de Farhadi. Cada elemento de su puesta en escena, cada gesto de los actores, cada pequeño detalle, está calculado y busca aportar significado. Un celular que suena en el momento de firmar el divorcio puede evocar el amor que aún late en uno de los ex cónyuges; un lavaplatos que se destapa puede señalar el comienzo de un desbloqueo afectivo, una mancha en un vestido es capaz de señalar un tumor en la relación entre dos personajes, y una pared que se pinta puede dar cuenta del afán inútil de borrar los recuerdos y sentimientos que habitan en una casa.

A partir de esa estructura de significación que nunca linda con lo retórico, Farhadi construye una puesta en escena contemporánea y efectiva, que calza como reloj con cada palabra del bien cuidado guión. A eso su cine suma la notable dirección de actores, dirigida al milímetro pero perfectamente natural, y en la que los niños y jóvenes (tres en este caso) poseen un rol esencial. Titular una película como ‘El pasado’ es un desafío ambicioso, más aún cuando el objetivo del filme pasa por anudar una suerte de teoría del conocimiento y del comportamiento humano: cada pequeña cosa que hacemos, suponemos o imaginamos afecta a los demás y puede causarles impensado daño.

En este, su primer filme rodado fuera de Irán, Farhadi sale más que airoso ante tales apuestas. A lo largo de sus 140 minutos, el filme se intensifica a cada minuto, da giros y abre posibilidades de interpretación ante cada nueva situación. Así, en este viaje de afectos a corazón abierto, no es raro que al final aparezca la posibilidad de un milagro. Y el espectador, en ese momento, ya no piensa tanto en lo que los personajes hacen sino en lo que él mismo siente.

Maravilla del cine: lo que parece durante dos horas una ventana hacia la realidad, Farhadi lo convierte finalmente en el espejo emocional de quien mira, y deja la pantalla casi enteramente blanca para que lo que veamos sea exactamente nuestra propia, desconsolada, proyección.

http://www.youtube.com/watch?v=70B_u89gJUQ