No quiero sonar sexista, oportunista, ni mucho menos, hacer una caricatura del rol de la dirigente social en las relaciones comunitarias, pero quiero mostrarles lo relevante que es el rol de la mujer en este campo.
Desde mi llegada a Fundación Casa de la Paz el año 2006, me ha tocado tener permanentemente contacto – desde Iquique y sus alrededores por el norte hasta Puerto Montt por el sur- con numerosas organizaciones sociales.
A lo largo de todas esas experiencias he podido corroborar una de las recomendaciones que recibí al llegar a la Fundación: Siempre en una relación entre empresas y comunidades hay que tener presente el rol de las dirigentes sociales.
Lo que en aquella oportunidad me pareció curioso porque venía de otro paradigma laboral, en el transcurso de estos casi 7 años se confirma diariamente. ¿Cómo?, ¿por qué? Mi afirmación está basada en mi experiencia en terreno, donde he podido observar los atributos que posee el género femenino para dialogar colaborativamente, su capacidad para llegar a acuerdos beneficiosos para las partes, su habilidad de poner sobre la mesa los intereses de la comunidad antes que los personales, o su empatía y voluntad para afrontar desafíos. Con esto no quiero desconocer los aspectos positivos que todas y todos tenemos, ni menos ofrecer una visión idealizada, sino sólo presentar una mirada desde lo positivo.
Para reforzar esta idea ofrezco un dato, el 98% de las organizaciones sociales funcionales y territoriales con las cuales he trabajado están constituidas por dirigentes mujeres, por lo tanto, intuyo que habiendo recorrido casi todas las regiones de Chile, la presencia femenina en la base social organizada, es bastante alta.
Este dato no es menor si lo comparamos con la baja tasa de participación femenina en altos cargos de dirección pública o privada . Es decir, las mujeres ejercen liderazgos locales pero en esferas superiores siguen primando estilos masculinos de ejercicio de poder.
Más que frente a un problema, estamos frente a una gran oportunidad de aprender de lo que ocurre a nivel local, en el plano de las relaciones comunitarias e incorporar en otros ámbitos laborales, los atributos positivos que la dirigencia femenina puede ofrecer al mundo privado.
Debemos aprender de la visión matriarcal que conduce las relaciones humanas, mirarnos y propender a generar condiciones que permitan favorecer el diálogo entre las partes. Ser empático y ponerse en el lugar del otro, conversar, antes que llegar derechamente a negociar con medidas de presión sobre la mesa y trabajar en post de los intereses colectivos sin hacer tanto aspaviento.
Antonio Rubio
Licenciado en Sociología de la Universidad de Chile, Diplomado en Gestión Estratégica y Estudio de Organizaciones Asociativas del Programa Interdisciplinario de Estudios Asociativos de la Universidad de Chile y profesor del Diplomado de Gestión de Relaciones Comunitarias de la Universidad Central, en el Módulo Plan de Relaciones Comunitarias.
Se ha desempeñado en el campo de implementación de planes de relacionamiento con comunidades aledañas a operaciones de empresas mineras, sanitarias y de proyectos energéticos, dentro del marco de la convivencia sustentable y políticas de responsabilidad social empresarial. También ejerce la docencia y ha sido invitado como expositor y panelista de seminarios y talleres.