El dirigente conservador japonés Shinzo Abe fue elegido este miércoles Primer ministro, después de la victoria de su Partido Liberal Democrático (PLD) en las elecciones legislativas de hace 10 días y se pone al frente de un país en recesión al que intentará levantar la moral.

Abe, que ya ocupó el puesto de primer ministro durante un año (2006-2007), fue elegido por 328 votos de un total de 478 en la cámara baja del Parlamento.

Sucede a Yoshihiko Noda, del Partido Democrático de Japón (PDJ, centro-izquierda), poniendo fin a los tres años en la oposición del PLD, un partido que previamente ocupó el poder durante 50 años casi sin interrupción.

Pero, ya sea en materia económica o diplomática, el margen de maniobra del séptimo Primer ministro de Japón en siete años corre el riesgo de ser muy pequeño.

Si bien Shinzo Abe ganó, su bando es consciente de la fragilidad de esta victoria: la abstención alcanzó cerca del 40%, un récord desde la última guerra, y los japoneses votaron más con la intención de castigar al centro-izquierda saliente que por una adhesión real y masiva al PLD.

A pesar de un resultado que no tiene nada de excepcional (aproximadamente un 28% de los votos para los escaños con representación proporcional y un 43% en el caso de la uninominal), Shinzo Abe podrá apoyarse en la mayoría absoluta del PLD en la cámara baja del Parlamento, con, además, una mayoría cualificada de dos tercios junto a su aliado Nuevo Komeito.

Si quiere abrirse paso, necesitará todavía conquistar la mayoría en el Senado el próximo verano para no sufrir el “calvario legislativo” que el PDJ aguantó durante tres años.

Durante su campaña Abe destacó sobre todo por su perfil de hombre de derechas e inflexible nacionalista, especialmente en política exterior. Sin embargo, llega al poder con otra prioridad: la economía.

Agobiado por una deuda pública cercana al 240% del PIB, Japón se encuentra en recesión, víctima de una pesimista coyuntura internacional y una moneda nacional muy fuerte.

Para detener la lenta caída de la tercera potencia económica mundial, Abe retomará las recetas clásicas de la derecha nipona: obras públicas, impresión de moneda y concesión de préstamos.

Una primera partida presupuestaria de unos 130.000 millones de dólares está prevista rápidamente para acelerar la reconstrucción del nordeste del país, devastado por el tsunami de marzo de 2011, y restaurar las envejecidas infraestructuras públicas.

El nuevo ministro de Finanzas, Taro Aso, tiene reputación de derrochador. Durante el breve período que ejerció como Primer ministro en plena crisis financiera (2008-2009), lanzó, al menos, cuatro planes de reactivación en 10 meses, lo que equivalía al 5% del PIB.

Aso se encargará también de la lucha contra la deflación y la elevada cotización del yen, considerados por el nuevo poder como los dos mayores problemas a los que se enfrenta la economía japonesa.

Shinzo Abe también asediará la “ciudadela” del Banco de Japón para forzar la apertura de sus arcas y favorecer la recuperación y poner fin a la deflación en la que se encuentra sumido el país desde hace más de tres años. El fenómeno, que se define como una caída prolongada de los precios, inhibe el consumo y la inversión, lo que resulta nefasto para la actividad.

Para enderezar la economía, el “halcón” Abe sabe que no podrá hacerlo sin sus vecinos y clientes, empezando por China, con quien sus intercambios comerciales superaron los 340.000 millones de dólares en 2011.

Sin embargo, desde hace cuatro meses, las relaciones entre ambos países se volvieron tensas debido a un conflicto territorial en el mar de China Oriental. Pekín reclama su soberanía sobre las islas Diaoyu, mientras que Tokio, que las administra bajo el nombre de Senkaku, no tiene intención de ceder ni un milímetro. Todavía menos con Shinzo Abe al frente.

Sin embargo, en nombre de la “realpolitik”, Abe decidió enviar emisarios a Pekín y a Corea del Sur, país con el que Tokio también tiene conflictos territoriales.

La última paradoja que Shinzo Abe tendrá que manejar con habilidad es la de la energía nuclear.

Abe toma las riendas de un país en su mayoría hostil después del accidente de Fukushima, aunque él estaría dispuesto a olvidar la opción “cero nuclear” de sus predecesores y a reactivar algunos reactores detenidos.