Consideradas hasta antes de la crisis como auténticos oráculos, las agencias de calificación parecen haber perdido peso en los mercados financieros que ya no reaccionan con tanto nerviosismo a sus decisiones, demasiado previsibles a sus ojos.

En el verano de 2011, el anuncio de la rebaja de la nota máxima de Estados Unidos, la triple A, hizo temblar al planeta financiero y provocó la furia de los responsables políticos, al igual que anuncios similares sobre Grecia, Portugal o Irlanda, que se encuentran bajo perfusión financiera internacional.

Hoy, las “agencias de calificación ya no dictan a los mercados la dirección que deben seguir”, estima Laurence Boone, economista jefe para Europa del Bank of America-Merrill Lynch.

Moody’s rebajó el jueves la nota de Italia dejándola a dos pasos de la categoría “especulativa” o bono basura, al estimar que este país presenta un riesgo creciente de impago a los inversores, sin que los mercados se preocupen.

Pocas horas después de esta decisión, Roma logró captar 5.250 millones de euros. La principal emisión, de 3.500 millones, fue un éxito y además los intereses cayeron.

En el mercado secundario, donde se intercambian los títulos de la deuda emitida por los Estados, el rendimiento del bono italiano a 10 años superó brevemente el 6%, pero volvió a caer por debajo poco después.

A finales de junio, la rebaja de la nota por Moody’s de 28 bancos españoles por su fuerte exposición a los activos tóxicos del sector inmobiliario tampoco alteró el ánimo de los inversores.

“El estatus de las agencias ha cambiado desde el año pasado: ya no son el referente del mundo de la finanza, sino que validan a menudo un sentimiento compartido desde hace tiempo por los operadores e integrado en las tendencias de la Bolsa o las tasas que paga por su deuda un determinado país”, dice Philippe Waechter, director de estudios económicos de Natixis AM.

Al contrario de lo que ocurría el pasado año, ya “hay conciencia de las dificultades de España y de Italia. El efecto sorpresa ha desaparecido”, dijo.

Italia y España entraron en recesión oficialmente entre finales de 2011 y el primer trimestre de 2012.

Para Frederik Ducrozet, economista del Crédit Agricole CIB, “incluso la estructura del mercado ha cambiado con relación al año pasado”.

“Los inversores extranjeros se han desentendido de la deuda italiana y española. Los bancos nacionales han tomado el testigo. Y es que la rebaja de nota afecta menos a los inversores nacionales que siguen fieles a la deuda de su país”, explica.

Todo es cuestión de receptividad, a los ojos de los analistas.

“La toma de decisiones en el seno de una agencia de calificación sigue un proceso largo y complejo mientras el mercado reacciona inmediatamente al mínimo anuncio de cualquier responsable europeo y se ajusta en consecuencia”, explicó Gilles Möec, economista jefe del Deutsche Bank.

No obstante, su influencia en los inversores institucionales (fondos de pensión, bancos centrales) está lejos de haber desaparecido.

Estos están obligados a contar en sus carteras con activos con la máxima nota y tienen que deshacerse de los de mayor riesgo.

En este sentido, “las agencias de calificación podrían hacer perder los nervios de nuevo a los centros financieros si decidieran colocar a España o a Italia en la categoría especulativa”, advirtió Ducrozet.

“Numerosos inversores podrían dejar de comprar los títulos de la deuda y las tasas de interés se dispararían”, agrega.

Catalogados como “especulativos” o bonos basura, Grecia y Portugal vieron cómo el rendimiento que les exigían los mercados a su deuda se disparó en el mercado secundario, exigiéndoles el 25% y el 10% respectivamente, antes de recurrir a un rescate internacional.