El alivio y la alegría de los familiares del policía Luis Alberto Erazo, que lo recibieron este domingo en Bogotá tras 12 años de secuestro, contrastaba con el dolor de cuatro familias que deberán enterrar a sus compañeros -tres policías y un militar- asesinados por sus captores en medio de combates entre el Ejército de Colombia y las FARC.

Erazo, de 40 años, llegó el domingo al aeropuerto militar de Bogotá en una pequeña aeronave y de inmediato fue introducido en una ambulancia que le trasladó al hospital de la policía, donde se reencontró con su compañera Elvira, su hija Gisela, de 16 años de edad, y otros familiares.

El agente, herido en la mejilla por esquirlas de granada, no hizo ninguna declaración a la prensa, y no hubo acceso a los medios en el hospital.

Erazo sufrió heridas en el rostro por granadas que lanzaron guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, comunistas) cuando al comenzar los combates el sábado escapó de sus captores y se internó en la espesa selva del municipio de Solano, en el departamento de Caquetá (sur).

Flor, hermana del sargento, aseguró que “toda la familia está feliz por la noticia”, mientras que su hija Gisela, que cumplió 16 años el sábado, lo consideró como “el mejor regalo”.

El presidente Juan Manuel Santos le visitó este domingo en el hospital, donde dijo tener “un sentimiento encontrado, viendo la felicidad de este sargento y de su familia, pero al mismo tiempo entendiendo el dolor de las otras cuatro familias, dolor que debe traducirse en un repudio nacional e internacional contra las FARC”.

Tras los enfrentamientos, los militares hallaron el sábado los cuerpos de otros cuatro rehenes de las FARC, tres policías y un militar, asesinados por sus captores, de acuerdo con el ministro de la Defensa, Juan Carlos Pinzón.

Los restos de los tres policías -el coronel Édgar Yesid Duarte, el teniente Elkin Hernández, y el teniente Alvaro Moreno- y del sargento del Ejército José Libio Martínez, quien con casi 14 años de cautiverio era el rehén más antiguo de Colombia, serán trasladados también a Bogotá, donde se les realizará la necropsia. El martes serán las exequias.

Martínez dejó un hijo huérfano, Johan, quien no llegó a conocer a su padre, secuestrado cuando su esposa estaba embarazada. También Duarte dejó una hija huérfana, Viviana, quien tenía dos años en el momento del secuestro.

Este domingo, Johan, de 13 años, pidió a las FARC por la libertad de los rehenes que aún tienen las FARC. “Por favor, devuelvan a los demás secuestrados sanos y salvos, con vida, porque sus familiares los quieren abrazar”, lanzó el joven.

Su madre, Claudia Tulcán, declaró que llegó a Bogotá para “recibir el cuerpo de él, para poder darle ese último adiós”.

“En una carta nos dijo que nunca perdiéramos la fe y la esperanza, que eso es lo último que se pierde. Pero nosotros ya lo perdimos”, dijo esta viuda en medio del desconsuelo.

Las FARC mantienen secuestrados todavía a por lo menos 13 policías y militares, que plantean canjear por sus guerrilleros presos. Algunos de ellos llevan más de 10 años en cautiverio.

La oficina de la alta comisionada de la ONU para los derechos humanos condenó este domingo el asesinato de los rehenes, al señalar que “reflejan una terrible falta de humanidad y un desprecio total por la vida”.

En tanto, el papa Benedicto XVI se declaró “apenado por estas trágicas noticias” e hizo un llamado por el fin de la violencia.

Las FARC son la guerrilla más antigua de América Latina, con 47 años de lucha armada, y la integran en la actualidad entre 8.000 y 9.000 combatientes, según cifras del ministerio de la Defensa.

El 4 de noviembre, su máximo dirigente, Alfonso Cano, de 63 años, fue muerto en una operación del Ejército en el suroeste de Colombia. Para reemplazarlo, las FARC nombraron a Timoleón Jiménez, alias Timochenko, líder del ala militar de esa guerrilla.