Todavía llegan los ecos de la fiesta nacional que se vivió en Mendoza. Un festejo centrado en la victoria de Chile, la clasificación y el quedar en el primer puesto del grupo.

Por Patricio Yáñez

Una satisfacción que nada tiene que ver con el partido, ya que el punto de análisis del juego de anoche está en el hecho de que costó ayer el marcar una diferencia ante un discreto once peruano -como lo hizo ante Estonia en el Monumental-.

Cuando se revisaban los antecedentes, uno podía observar que línea por línea, la Selección era ampliamente superior a su rival, pero no supo demostrarlo, ya que por largos pasajes Chiroque y Ruidiaz incomodaron a una defensa desconectada e imprecisa por minutos en la fracción inicial -con Waldo Ponce fuera de posición y lejano de Gonzalo Jara y Marco Estrada-.

En el centro del campo  Fierro, Silva y Carmona no amagaron las opciones de los titulares, aunque el coquimbano tuvo un alza en su juego con el ingreso de Jorge Valdivia y tuvo proyección hasta la línea de fondo. Jiménez ya asume que no es un volante de enlace (donde ya no es alternativa a Fernández y a Valdivia) y prefiere estar más cerca del arco, lugar donde Paredes y Suazo tuvieron un rendimiento opaco en una selección plana y que no aporta alternativas al once titular.

Lo de anoche dejó muy poco, pero  tiene aspectos positivos: El seguir en la provincia de Cuyo para la siguiente fase (lo que evita largos desplazamientos y su consiguiente desgaste físico), terminar primero de grupo -lo que marca el gran nivel de la Selección durante esta fase inicial de la Copa- y la aparición de Beausejour abriendo campo por la banda izquierda y siendo factor de riesgo para Chile, pero no estará el domingo en San Juan.

De un grupo peleado sale el rival de la “Roja”, que deberá aplicarse y ordenarse el fin de semana, porque el partido de cuartos de final no admite errores ni desconcentraciones, ya que si se da un paso en falso, todo el esfuerzo realizado se va al tacho de la basura.

La alegría es buena, pero dura sólo un momento, porque las obligaciones de la Copa llaman a volver a la concentración que se requiere para llegar a lo más alto.