El gobierno de Tailandia calificó el martes de “terrorista sanguinario” al ex primer ministro Thaksin Shinawatra, actualmente en el exilio, y lo acusó de ser el “instigador de las violencias” que el sábado pasado causaron la muerte de 21 personas.

Thaksin Shinawatra

Imagen: Ugandan Insomniac

El gobierno tailandés acusó además a Shinawatra de orquestar el movimiento de los “camisas rojas”, que con miles de militantes ocupa desde hace varias semanas dos barrios de Bangkok.

El ministro de Relaciones Exteriores, Kasit Piromya, de mucho protagonismo en estos días, fue el vocero de esas acusaciones, las más graves formuladas contra Thaksin hasta el momento.

Kasit dijo, además, que Thaksin, dueño de una importante fortuna, financiaba con tres millones de dólares diarios a los “camisas rojas”.

“Sin lugar a dudas Thaksin es uno de los líderes” de las manifestaciones y “apoya las actividades que pretenden derrocar al poder”, acusó por su parte el portavoz del gobierno, Panitan Wattanayagorn.

Thaksin, 60 años, primer ministro de 2001 a 2006, fue derrocado por un golpe de estado militar, pero sigue siendo venerado por las masas rurales del norte y noreste del país, base social de los “camisas rojas”.

Al comienzo del movimiento, Thaksin se dirigía a los manifestantes todos los días, pero en las últimas dos semanas mantuvo una posición más discreta, limitándose a enviar mensajes de apoyo por internet.

Los “camisas rojas” insisten en tomar distancias de Thaksin para mostrar que su combate es ante todo una lucha por una sociedad más justa y no una operación al servicio de un hombre.

Los ataques del gobierno contra Thaksin coinciden con un aumento de las presiones para que el actual primer ministro, Abhisit Vejjajiva, encuentre una solución a la crisis política.

La más reciente y significativa fue la declaración del jefe del ejército, general Anupong Paojinda, que el lunes intimó a la mayoría y a la oposición a acordar una fecha para las próximas elecciones legislativas.

El ejército piensa que el adelanto de las elecciones permitirá salir de esta confusa situación, tanto más cuanto que los “camisas rojas” piden que los tailandeses concurran a las urnas lo antes posible, estimaron observadores.

“Seguiremos con nuestro movimiento para hacer caer a este gobierno y obtener la disolución del parlamento”, declaró uno de los líderes del movimiento, Nattawut Saikuar.

Abhisit, en el poder desde fines del 2008, no piensa en elecciones antes de fin de año, pero su posición se vio debilitada por una sorpresiva decisión de la Comisión Electoral que el lunes preconizó la disolución de su formación política, el Partido Demócrata (PD), acusado de haber recibido una donación ilegal.

Aunque el proceso de disolución durará meses, los observadores coincidieron en señalar que se trata de un nuevo revés para el primer ministro, que por otra parte no puede ignorar que la crisis comienza a preocupar a los países de la región.

El secretario general de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), Surin Pitsuwan, manifestó el martes su inquietud, diciendo que la crisis política tailandesa representaba una amenaza para la seguridad de los países aledaños.

Sin embargo, Kasit, el ministro de Relaciones Exteriores de Tailandia, dijo que veía con optimismo la posibilidad de “reunir alrededor de una mesa, en los próximos días”, a todos los protagonistas de la crisis.

Por otra parte, Kasit sorprendió el martes al expresar el deseo de que la sociedad reflexione sobre una profunda “reforma” de la monarquía, un tema tabú en Tailandia donde el rey Bhumibol Adulyadej, 82 años, es objeto de veneración.