El litoral de Tomé, Penco y Lirquén díficilmente intenta ponerse de pie. A un mes del terremoto las carencias se multiplican y se pide apoyo del Estado.

Dichato

Imagen: Óscar Valenzuela

Nuestro recorrido parte por Cerro Verde Bajo en Penco, en donde son una treintena de casas que se hallan en mal estado. Los ánimos se reponen dificilmente y la situación está lejos de normalizarse.

Fue el sector más impactado por la marejada del 27 de febrero.

En tanto, en caleta Cocholgue, a simple vista se advierten numerosas embarcaciones que quedaron fuera de circulación y deben ser repuestas a la brevedad ya que las necesidades son muchas y la falta de recursos se manifiesta día a día en las familias de pescadores.

La catástrofe también tocó a uno de los más tradicionales puntos de recreación de la zona del litoral. Nos referimos al barrio chino de Lirquén, que se ha ganado un lugar en el mapa gastronómico regional. Aquí, el mar entró a unas 15 viviendas, destrozándolas.

De 13 locales restaurantes, hasta hoy se hallan trabajando apenas 5, en un notable esfuerzo de empeño emprendedor.

Pero lo destacable, es el enorme trabajo que están afrontando dueñas de casa, pescadores, trabajadores, hombres de mar, niños y familias enteras que están intentando ponerse de pie a un mes del terremoto.

Aquí, el mar y el gran sismo impactó duramente, dejando una triste realidad que a punta de esfuerzo, todos intentan superar para volver a ponerse de pié, lo que lograrán, dicen en base a un señalado esfuerzo de trabajo y unidad comunitaria.