“Que se levante el raudo viento azul de otoño, que aquí no pasa nada que puramente todo. Chillán existe como una rosa blanca sobre mi corazón húmedo y sin palabras… Chillán no está vencido, Chillán laurel alzado como el verde campo de los gentiles caballos. Que se levante el trueno vivo de los tambores y el hortelano alegre que se levante entonces”…

(Epopeya de Chillán, extracto, Nicanor Parra, 1939)

De esta forma Nicanor Parra, que aquel fatídico 24 de enero de 1939 trabajaba como profesor de matemáticas y física en el Liceo de hombres de la malograda ciudad, describe de alguna forma sus sentimientos provocados por esa horrible noche.

Para algunos expertos esa vivencia de muerte tan cercana marcaría para siempre su renombrada creación, que terminó por nacer definitivamente en años venideros: La antipoesía.

El terremoto del 24 de enero 1939 se originó a las 23:32 y tuvo su epicentro cerca de Chillán, con una magnitud estimada hoy de 8.3 grados. El movimiento telúrico duró aproximadamente 3 minutos, lo cual bastó para trasformar las ciudades de Chillán, Concepción y otros muchos tantos asentamientos urbanos literalmente en ruinas y polvo.

Demolición edificio Banco de Chile en O'Higgins con Caupolicán

Demolición edificio Banco de Chile en O'Higgins con Caupolicán

A diferencia del gran terremoto de 2010 y los sufridos durante el 2015 en nuestro país, muchas de las edificaciones de aquellos años eran de adobe o de frágil estructura, haciendo mucho más devastadores los efectos de un movimiento telúrico. Los cifras hablan de que en Chillán y Concepción alrededor del 50% de las viviendas fueron totalmente destrozadas y otro 45% quedó con serios daños.

“Si uno se quedaba callado podía escuchar los lamentos. Hubo gente que quedo aplastada y no murió. Si uno se detenía a escuchar, parecía que todo Chillan estaba llorando”, contaba Draumedia Sotomayor, sobreviviente en aquel momento al sismo en la ciudad de Chillán en un documento del Museo Histórico Nacional sobre la tragedia.

Al día siguiente, el presidente de la época, don Pedro Aguirre Cerda, quién tenía solo un mes de iniciado su mandato, se dirigió hacia la zona para constatar en terreno la poca información que llegaba a Santiago con el pasar de las horas. Pueden imaginar que si para 2010 los relatos que llegaban a la capital del desastre eran vagos, en 1939 la información era prácticamente nula.

Numerosos testigos declaraban que la devastación era tal, que el Presidente no logró contener las lagrimas al ver el estado de ambas ciudades: miles de cadáveres poblaban las calles. Lamentos y gritos bajo los escombros, incendios por doquier, la mitad de las edificaciones reducidas a polvo y la otra mitad dañada.

Colo Colo esquina Barros Arana en Concepción

Colo Colo esquina Barros Arana en Concepción

La cifra final de muertos aún están en discusión, pero se cree que fue el desastre natural con mayor cantidad de fatalidades registrado en la historia de Chile: casi 6.000 personas perecieron aquella noche, en su gran mayoría aplastados bajo sus propios techos.

Muertos en Chillán

Muertos en Chillán

Debido al calor y a la enorme cifra de fallecidos, la identificación de todos los muertos fue casi imposible. Para evitar enfermedades, miles de cuerpos en Chillán fueron enterrados en dos fosas comunes de 400 metros de largo cada una.

Mientras, en Concepción, los cadáveres fueron apilados a un costado de la Plaza Independencia, en la esquina de Aníbal Pinto con O’Higgins, y trasladados luego al cementerio donde fueron serían enterrados sin ceremonia alguna en grandes zanjas de una cuadra de largo.

De vuelta en la capital, don Pedro Aguirre Cerda inició una plan para lograr superar la crisis y volver a reactivar la economía una vez superada la emergencia primaria, que consistía en tratar a los heridos y dar alguna forma de alivio a los supervivientes.

Familia sin hogar en Chillán

Familia sin hogar en Chillán

Varias toneladas de alimentos fueron llevadas a los lugares afectados, al igual que frazadas y elementos de primera necesidad, además de crearse la Corporación de Reconstrucción y Auxilio en abril de ese mismo año, bajo lo cual se lograría dar forma a la Ley de Ordenanza General de Construcciones y Urbanización, N°942 del 23 de mayo de 1945 junto a una comisión y otras 4 sub-comisiones técnicas en los ramos de estabilidad de los construcciones, arquitectura, instalaciones y aplicaciones de esta misma ordenanza, con el objetivo de mejorar las estructuras.


Luego se gestionaría un ente que se trataba de crear desde inicios de 1930 y que hasta hoy se encuentra en funcionamiento en nuestro país, siendo este desastre el detonante final de su nacimiento: La Corporación de de Fomento para la Producción, más conocida hoy por sus siglas CORFO.

Gracias a esto, grandes empresas comenzaron su funcionamiento en la zona tras el desastre reactivando la economía tal cual se había previsto: ENAP, con la refinación de petróleo, y CAP, produciendo acero.

La gran mayoría de la edificaciones antiguas emblemáticas que aún se pueden observar en la capital penquista provienen de la década posterior al desastre, unas aún en funcionamiento y otras destruídas lamentablemente por causas fortuitas: La Catedral de Concepción, la Plaza René Schneider, conocida popularmente como los Tribunales de Justicia, la Plaza Perú, El Puente Enrique Curtis Cannobio, conocido como Puente Viejo; El Campanil y Arco de Medicina de la Universidad de Concepción junto a muchas otras edificaciones más.

Esquina de Barros Arana con Aníbal Pinto, vista a la antigua Catedral

Esquina de Barros Arana con Aníbal Pinto, vista a la antigua Catedral

Don Pedro Aguirre Cerda, quien falleció trágicamente en 1941 antes de terminar su mandato debido a la tuberculosis, tuvo un rol muy activo en todo la reconstrucción de la zona, por esto mismo se bautizó una emblemática calle que apareció en la ciudad de Concepción luego del desastre con su nombre: La Diagonal.


Varios personajes un tanto anónimos e incluso países completos ayudaron en la reconstrucción de la zona y hoy quedan algunos testigos de tan noble ayuda: en Chillán 3 calles principales llevan los nombres de naciones que participaron activamente en la reconstrucción: Argentina, Brasil y Ecuador. En la capital penquista precisamente el Parque Ecuador fue rebautizado con este nombre en homenaje a la ayuda de este país.

La pequeña y conocida calle Exeter en el centro de la ciudad penquista lleva este nombre debido a que un barco inglés bautizado de esta forma, había zarpado días antes de la tragedia y sin pensarlo se devolvió a prestar ayuda apenas supo del desastre.

Luz Sobrino Sanz, una de las primeras mujeres arquitectas de nuestro país y la primera en ejercer en Concepción, diseñó gran cantidad de edificaciones que fueron levantadas en nuestra ciudad posterior al terremoto, de las cuales aún varias se mantienen en pie y son reconocibles por tener su firma en el exterior.

Luego de su muerte a fines de las década de los 90, la escultora Sandra Santander en homenaje creó una escultura que hoy se encuentra en pleno paseo peatonal, ajeno a la mirada de las miles de peatones que lo recorren día a día y pasan a su lado.

Posterior a esta época los desastres no se han detenido y jamás se detendrán debido a nuestro ubicación geográfica en el cinturón de fuego del Pacífico, se sabe que en su vida un chileno vivirá al menos un sismo de gran magnitud, por lo cual es algo con lo que hemos aprendido a seguir adelante y cada vez, debido en gran parte a la experiencia, estamos mejor preparados para ello.

¿Cuándo vendrá el próximo? No tenemos forma alguna de saberlo. Puede ser dentro de los próximo días, años o décadas. ¿Tenemos certeza de algo? Sí, y es que suceda lo que suceda, sea el desastre que sea, nos sabremos poner de pie y seguir adelante, ahora y siempre.