La deuda pública de Estados Unidos alcanzó el nivel del Producto Interno Bruto (PIB) del país, lo cual es considerado a menudo como un mal presagio para el crecimiento, pero que no impide a los extranjeros continuar financiando a Washington.

El Tesoro estadounidense informó el miércoles que la deuda bruta del Estado federal había sobrepasado al PIB de 2010 (14,52 billones de dólares). Actualmente la deuda llega a 14,57 billones de dólares, según datos oficiales.

La tendencia es clara: desde hace cinco años, el PIB avanzó relativamente poco, alrededor de 1,7 billones de dólares, o sea un alza de 12,5%, mientras que la deuda pública se aceleró, superando los 6 billones de dólares en ese mismo periodo, casi un 73% más.

Estados Unidos, en ese tiempo, atravesó una recesión que gravó pesadamente a las finanzas públicas, ya degradada por dos guerras, reducciones de impuestos y un financiamiento inadecuado de la protección social.

Uno de los descubrimientos recientes y más discutido en economía indica que un Estado lastrado por un endeudamiento de más de un 90% de su PIB, no importa con que tipo de modelo económico, verá frenado netamente su ritmo de crecimiento.

Esto fue expuesto por investigaciones de Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, autores de “Esta vez, es diferente: ocho siglos de locura financiera” (2009), una arqueología de las crisis de la deuda desde el fin de la Edad Media.

Esa conclusión parece ser válida para la lista de países actualmente más endeudados del mundo (Japón, Grecia, Italia, Irlanda, etc), donde el crecimiento está en descenso.

Ello confirma además una creencia profundamente enraizada en el país del liberalismo: cuando un Estado más interviene en la economía, más va a trabar su dinamismo.

Peter Morici, un economista liberal de la universidad de Maryland, se encuentra entre aquellos que afirman que el Estado es por esencia económicamente ineficaz.

“El sector privado estadounidense es quizá uno de los más eficaces del planeta, pero al Estado federal le falta horriblemente competitividad”, advirtió Morici recientemente en un discurso. “El problema con el cual se enfrentan los estadounidenses es que pagan mucho más caro que los ciudadanos de otros países por obtener beneficios semejantes”, precisó.

Que sea eficaz o no, este Estado no tiene ningún problema en encontrar recursos, ya que es financiado generosamente por el mundo entero. Los acreedores extranjeros poseen el 46% de las obligaciones del Tesoro canjeables en los mercados, y los bancos centrales y los fondos soberanos el 33% de ellas.

Sin llamar a cortar por lo sano con los gastos públicos como lo reclaman los republicanos, Reinhart es una de las economistas más alarmistas sobre el monto alcanzado por la deuda externa estadounidense.

“En el curso de los años hemos quedado cada vez más dependientes de los extranjeros que compran la deuda estadounidense”, advirtió el martes pasado. Y precisó que “en algún momento, los bancos centrales extranjeros podrían comenzar a desprenderse cada vez más de sus obligaciones sobre los títulos de deuda del Tesoro estadounidense”.

Por lo pronto, para China, el primer acreedor extranjero de Washington, el momento es grave: la agencia de prensa oficial China Nueva se inquietaba el miércoles al señalar sobre una “bomba de la deuda” que amenaza “con explotar”.

“Ahórrenme esta indignación. Si ustedes no están contentos, simplemente no compren más deuda. Si hay un problema en Estados Unidos, es China y otros quienes lo han facilitado”, respondió en su blog un profesor de economía de la universidad de Oregon, Tim Duy.

Una opinión bastante extendida en Estados Unidos, y teorizada por el presidente del Banco Central (Fed), Ben Bernanke, es que la primera economía mundial está obligada a ofrecer cantidades de dólares al resto del mundo para responder a la elevada demanda de billetes verdes de los países emergentes.

Para quienes sostienen esta tesis, ello se hace entre otras vías mediante el déficit presupuestal, que tiende a aumentar la masa monetaria.

Los bonos del Tesoro son, en efecto, el destino privilegiado de esa demanda de dólares. El miércoles, los bonos estaban en el nivel más alto desde hace una decena de meses: el rendimiento del bono a 10 años cayó debajo del 2,5% por primera vez desde octubre.