En la historia de la humanidad han existido muchos debates en torno a los huevos. ¿Fue primero el huevo o la gallina? ¿Cuál es el famoso huevo de Colón? (más sobre esto al final de la nota), pero más allá de la filosofía, si algo nos atañe diariamente tanto en nutrición como a nuestro bolsillo es una sola interrogante: ¿cuál es la diferencia entre los huevos blancos y los huevos de color?

La tradición nos dice que los huevos de color son más alimenticios que los blancos y, por ende, es natural que en muchos establecimientos veamos que los primeros se venden más caros.

Sin embargo esto es absolutamente falso: desde la perspectiva de su sabor y valor nutricional, un huevo de color es idéntico a un huevo blanco.

¿De dónde proviene este mito?

Partamos definiendo que el color de un huevo sólo depende de la raza de la gallina que lo pone. Según explica la avícola mexicana Monte Buey -y confirma el blog de cocina estadounidense The Kitchn– mientras una gallina de plumas y lóbulos blancos pondrá huevos blancos, una gallina con plumas café-rojizas y de lóbulos rojos pondrá huevos marrones.

Desde luego pueden haber algunas anomalías genéticas e incluso existen gallinas que ponen huevos moteados o de color azul, pero la regla es una sola: el color de la cáscara del huevo no incide en su sabor o valor alimenticio.

De hecho, las diferencias no las hace el color, sino las propias gallinas. Mientras un ave joven pondrá huevos de cascarón más duro, una gallina madura (su edad fértil llega hasta los 5 ó 6 años) los pondrá de cascarón más débil, explican en Monte Buey.

Y respecto de la intensidad del amarillo en la yema, esto deriva exclusivamente de la cantidad y calidad del maíz con que una gallina es alimentada, por lo que debes poner atención a los diferentes criaderos. Pero insistamos, esto no es algo que pueda preverse mediante el color del cascarón.

¿Pero por qué venden los huevos de color más caros?

Para esto existen dos explicaciones. La primera es que las gallinas de plumas y lóbulos marrón-rojizos suelen ser de mayor tamaño que las blancas y, por ende, consumen más maíz, por lo que sus huevos son más caros que los de sus contrapartes blancas más pequeñas, indican en The Kitchn.

Pero además, como ya está afincada la creencia de que los huevos de color son mejores, la gente los compra más y -como ocurre cuando hay mayor demanda- el precio aumenta, asegura la avícola Monte Buey. Eso sin contar que algunos establecimientos los venden más caros, aprovechando que la gente los considera mejores.

Así que ya saben: cuando elijan los huevos que van a llevar a casa, consideren la avícola, el tamaño, dureza del cascarón e incluso si se trata de gallinar de campo o criaderos industriales. Pero en cuanto al color, este no tiene ninguna relación con lo que disfrutarán en la mesa.

¿Fue primero el huevo o la gallina?

Discutido desde tiempos antes de Cristo, multitud de filósofos e investigadores han hecho sus propios aprontes respecto de este acertijo biológico. ¿Cómo pudo existir primero un huevo sin una gallina, o cómo pudo nacer una gallina si no salió de un huevo?

Desde Aristóteles a Stephen Hawking lanzaron sus cartas por una u otra opción, pero la respuesta final pareció llegar recién en 2010, cuando un grupo de investigadores de la universidad británica de Sheffield, identificaron la proteína ovocleidin-17, la cual es imprescindible para la producción de huevos, y dado que se encuentra sólo en las gallinas, es evidente que el animal debía existir primero.

Sin embargo ni siquiera el líder del estudio, Colin Freeman, quiso aventurarse a sentenciar como zanjado el asunto.

“Hay que considerar que los huevos son previos a las gallinas. Provienen de los dinosaurios, o incluso antes de ellos. Creo que esto es algo que ahora deberán discutir los biólogos evolucionistas”, indicó a CNN.

El huevo de Colón

Mientras que el dilema anterior probablemente seguirá debatiéndose por décadas, la historia del huevo de Cristóbal Colón va en el sentido totalmente contrario: acabar con la discusión.

Según narró el historiador italiano Girolamo Benzoni en su libro de 1565, Historia del Nuevo Mundo, tras regresar a España, Colón fue invitado a cenar por un grupo de nobles. Durante la comida, estos pusieron en duda el arrojo del descubridor, alegando que -eventualmente- cualquier persona habría realizado la hazaña de llegar al desconocido continente.

En silencio, Colón tomó un huevo y pidió a los comensales que intentaran ponerlo en pie sobre la mesa. Sin que ninguno pudiera lograrlo, el navegante genovés recogió el huevo, le dio un sutil golpe a su base que la acható, y lo dejó derecho sin dificultad.

Los nobles comprendieron el mensaje: una vez que la solución es expuesta, todo el mundo sabe cómo reaizarla.