Este es el segundo título del dramaturgo José Ignacio Serralunga (Santa Fe, Argentina) que sube al escenario con la dirección del chileno José Andrés Peña, esta vez, al frente de la compañía Teatro Altercado.

Curiosamente, en ambos títulos uno de los protagonistas es un sacerdote católico, aquejado por profundos conflictos morales y de conciencia.

Así como “Padre Pedro” aborda un conflicto sentimental y de deslealtades entre adultos, “Odiar lo que se ama” presenta a un cura mayor y a una hermosa joven en un tipo de relación afectiva cuya naturaleza es el núcleo y, al mismo tiempo, el mayor secreto de la obra.

En este diálogo se juega esta puesta en escena que aporta variadas tensiones y matices, una reflexión ética, el monstruo de la culpa, dudas sobre la eficacia práctica de ciertas verdades, falta de certezas ante disyuntivas y la convicción de revelar los secretos más corrosivos.

Realidades temporales

Sin considerar el tono del texto, cuyo romanticismo asoma anticuado en una obra actual, en el relato prevalece la metáfora de personajes instalados en dos planos temporales de la realidad.

A través de Isabel (Alejandra Araya), parte importante del pasado se manifiesta con mucho peso como presente lleno de vitalidad e ingenuidad juvenil, en contraste con el presente-presente de Julio (Pablo Jerez), un cura que refleja en su cuerpo el paso inexorable del tiempo.

Un recurso interesante del texto que el director se asegura de mantener latente ya que, además de dinamizar la propuesta, le da pistas al espectador para advertir la existencia de algo indefinido en el aire y una época donde la sensualidad y el amor incipientes marcaron a fuego a ambos personajes.

"Odiar lo que se ama" | Gonzalo Espinoza
“Odiar lo que se ama” | Gonzalo Espinoza

Lo cotidiano de la vida de seres humanos sencillos predomina en un ambiente que define una escenografía que sólo utiliza dos estructuras metálicas que sugieren las paredes y ventanas de una habitación con resonancias nostálgicas para los dos protagonistas.

En su interior se entroniza el amor y el rechazo furibundo cuando la verdad se va imponiendo y, de alguna manera, se pierde la inocencia, al tiempo que se acumulan dolorosamente culpas morales y sociales, dudas filosóficas y religiosas.

De este modo, sin llegar a convertirse en un diálogo aburrido por exceso de densidad intelectual y reflexiva, se describe un estado de vulnerabilidad humana que se manifiesta con fuerza y sin exageraciones, consistente con el perfil de los protagonistas.

Alejandra Araya y Pablo Jerez responden bien a la exigencia de exhibir la dimensión y proyección de estos conflictos en personajes que se apoyan en experiencias contrapuestas, penas acumuladas, en el amor que se sintió y que, de alguna manera, aún se siente y se rechaza.

Una obra que, al compás de la música de Juan Carlos Valenzuela, sabe distinguir entre angustia existencial y ansiedad, y que valoriza el diálogo y la experiencia dramática.

Sala de la Aurora. Avda. Italia 1133. Fono +569 9742 7838. Viernes y sábado, 21.00; domingo, 20.00 horas. Adhesión general $ 5.000; estudiantes y tercera edad $ 3.500.