La película del joven cineasta chileno Juan Francisco Olea es un perturbador relato sobre un padre del “montón”, muy cristiano, dedicado a su familia… Hasta que, en un accidente, Domingo (Daniel Muñoz) mata a la secretaria de la empresa de Patricio, su suegro (Julio Jung), donde él trabaja.

El Cordero apuesta al temor de que cualquiera es un desequilibrado, un psicópata potencial. El protagonista, Domingo, es un hombre con poca personalidad, alguien “bueno” que no genera problemas (que en general trata de evitarlos y, además, no sabe enfrentarlos), activo en su iglesia.

La historia toma un rumbo inesperado cuando Domingo, después de asesinar accidentalmente a la secretaria, se percata que no siente culpa… y entonces empieza a buscar sentir CULPA -algo que debiera ser humano y muy cristiano-, pero su búsqueda no da los resultados esperados.

El Cordero es una película correcta, que va tocando muchos temas y dejando preguntas –algunas incómodas- abiertas. Así cuestiona estructuras y funcionamientos coercitivos –de la familia, la religión, el colegio…-, los formalismos que anulan lo que realmente le pasa a las personas, entre otros.

En El Cordero subyace un cuestionamiento a una sociedad estresada, deprimida, agresiva, que no aborda de frente sus problemas. Un cuestionamiento, en parte, a nuestra identidad.

Tal vez el mayor punto débil de El Cordero es una de sus “fortalezas”: Daniel Muñoz. Y es que el conocido actor (y folclorista) no logra dejar de ser “el” (el personaje de “Los 80”), con sus tics tan característicos.

Destacan las actuaciones de Julio Jung, Trinidad González, Gregory Cohen (el verdadero alter ego de Doming0) e Isidora Urrejola, entre otros.

El Cordero es una cinta recomendable, que deja preguntas y ganas de conversar… y una profunda inquietud sobre la esencia de las personas.