El oscarizado director francés Michel Hazanavicius, nacido en 1967, es un vampiro del cine. Sus ficciones, como ‘El artista’ y la actual ‘Le redoutable’, que presenta en competencia en Cannes este año, se nutren de los conceptos, la vitalidad y logros artísticos de filmes realizados por otros cineastas y los vampirizan, los succionan con fiereza, hasta dejarlos secos e inertes. Convertidos en cadáveres, Hazanavicius toma esos materiales, los recicla y los rearma bajo una apariencia pop que no es más que un apropiamiento vacío, muchas veces irritante, siempre impostor.

Si en ‘El artista’ (2012), se lanzaba al cuello de los clásicos del cine mudo y elaboraba descaradamente la secuencia final de la película al ritmo de la magnífica partitura compuesta por Bernard Hermmann para ‘Vértigo’, de Hitchcock, aquí su presa es nada menos que el director clave del cine contemporáneo Jean-Luc Godard, (representado por el actor francés Lou Garrel) en un periodo especialmente conflictivo de su vida, ocurrido entre 1967 y 1969.

En ese lapso, y en medio de un entorno social convulsionado por la influencia del comunismo radical de Mao y la revolución de Mayo de 1968, Godard dirige uno de sus filmes clave, ‘La Chinoise’ (La China, 1967), lúcida y formidable película en la que un grupo de jóvenes parisinos que tiene el Libro Rojo de Mao como Biblia, expone su crítica fundamental a la sociedad capitalista y planean el asesinato de un relevante personaje político.

Es en estos años que Godard radicaliza sus ideas frente al sentido mismo de hacer cine, se une activamente a los cineasta que impiden la realización del Festival de Cannes 1968 y termina por abjurar de sus propias películas -desde ‘Sin aliento’ (1960) a ‘Masculino Femenino’)- que inspiraron a una generación tanto en su país como en Europa y el resto del mundo.

Son tiempos agitados, en los que, a los 37 años y en la cima de su reconocimiento como el gran transformador del lenguaje cinematográfico, Godard está casado con la joven Anne Wiazemsky, que también se convierte en la protagonista de sus filmes. Es ahí que empieza ‘Le redoutable’, con el punto de vista de la Wiazemsky (Stacy Martin) sobre una historia que quiere mostrar a un Godard cotidiano, contradictorio, neurótico hasta lo autodestructivo. Se acumulan así es el filme las escenas de amor con su esposa, las de participación en manifestaciones y las que muestran cómo Godard no puede lidiar con los elogios de los jóvenes que alaban su trabajo.

Hazanavicius pone todo esto ante la cámara con una cuidada estética y diseño de los 60 y, en especial, con los ya clásicos recursos de montaje, punto de vista y puesta en escena que Godard patentó en cintas como ‘Alphaville’ (el uso del negativo), ‘Una mujer casada’ (la escena de sexo fragmentada en imágenes de partes del cuerpo), ‘Vivir su vida’ (la división de la historia en cuadros y la ida al cine a ver ‘La pasión de Juana de Arco’, ‘Pierrot le fou’ y ‘El desprecio’ (con el quiebre de la pareja en colores brillantes en el entorno sensual de la costa mediterránea), ‘Dos o tres cosas que yo sé de ella’ (la dualidad entre actor y personaje) y por supuesto ‘La chinoise’.

En cada una de sus ‘citas’, reconocibles para cualquier cinéfilo avezado, Hazanavicius despoja progresivamente de significado el estilo del autor de ‘Sin aliento’ y construye un filme que se erige como una pura cáscara, como una máscara mortuoria para un cine lleno de energía, creatividad y potencia liberadora.

No se trata aquí sólo un pastiche o un ejercicio de patchwork. Como el vampiro que es, Hazanavicius le quita la vida a todo lo que le sirve de sustento. En sus manos, los estilemas de Jean-Luc Godard se vacían de todo significado y pasan a ser un reflejo fetichista que deriva hacia lo cretino.
Lo mismo ocurre con su retrato del protagonista. Lou Garrel demuestra un gran compromiso en la caracterización de Godard, y se nota su estudio dedicado del personaje que lo inspira (quien a todo esto, está vivo y tiene 87 años). Pero ese profesionalismo no basta para suplir la superficialidad esencial del trabajo de Hazanavicius.

Mientras avanza ‘Le redoutable’ (que se traduciría como ‘El temible’), el espectador no puede dejar de pensar que si Godard hubiese sido el tarado que presenta este filme, no podría haber creado nada relevante ni inspirador, y que su lugar en la historia del cine apenas sería un poquito más destacado que el que posee el sombrío Michel Hazanavicius.