El gobierno iraquí enfrentaba el viernes una ofensiva de la insurgencia sunita en Ramadi (oeste) y trataba de contener el desafío separatista de los kurdos, que anunciaron haberse apoderado de campos petrolíferos en la zona de Kirkuk (norte).

A dos días de una reunión clave del parlamento para formar gobierno, el primer ministro, el chiita Nuri al Maliki, que se apoya en su victoria en las legislativas de abril para aspirar a un tercer mandato, se enfrenta a la vez a la ofensiva de los insurgentes sunitas y a las crecientes tensiones con el Kurdistán iraquí.

Unos insurgentes sunitas lanzaron el jueves por la tarde una ofensiva cerca de Ramadi, capital de la provincia de Al Anbar (oeste). Tomaron varios sectores al oeste de la ciudad y mataron a 11 policías, según un oficial y un médico.

Una eventual caída de Ramadi, donde están presentes desde enero, representaría un avance mayor para los insurgentes, que controlan desde hace un mes amplias partes del territorio en cinco provincias del oeste, norte y este del país.

- Tensiones crecientes con Erbil -

Mientras que el ejército lucha en Ramadi, el gobierno de Nuri al Maliki también se enfrenta al creciente deterioro de las relaciones con el Kurdistán iraquí autónomo, que el viernes anunció haberse apoderado de campos petrolíferos disputados en la región de Kirkuk (norte).

“Miembros del gobierno regional de Kurdistán y las fuerzas de protección del petróleo de Kirkuk se han movilizado para garantizar la seguridad en los campos petrolíferos de zonas de Bai Hassan y de la zona de Makhmur”, anunció el gobierno kurdo en un comunicado.

“La producción de los nuevos campos bajo control del gobierno regional se destinará primero a suplir la falta de productos refinados en el mercado doméstico”, indicó, y añadió que el personal de la compañía federal de Petróleo del norte tenía la opción de cooperar con la nueva gestión o de irse.

El ministerio federal de Petróleo advirtió “firmemente a la región del Kurdistán del peligro de su comportamiento irresponsable que viola la Constitución y la riqueza nacional, desprecia a las autoridades federales y amenaza la unidad nacional”.

Los territorios tomados a los que Kurdistán no piensa renunciar, y el anuncio por parte del presidente de Kurdistán, Masud Barzani, de un referéndum de independencia, no han hecho más que añadir a la cólera de Maliki, que acusó el miércoles a Erbil de ser el cuartel general de los insurgentes.

Los kurdos, cuyas relaciones son ya tensas con Bagdad por varios motivos, respondieron el jueves tildándole de “histérico” y pidiéndole que abandone el poder.

Estas tensiones comprometen las tentativas de formar un gobierno de unidad nacional que permitiría a la clase política presentar un frente unido a la ofensiva relámpago lanzada el 9 de junio por los insurgentes sunitas, liderados por los yihadistas ultrarradicales del Estado Islámico (EI).

- Llamamientos a la unidad en vano -

El parlamento se reúne le domingo para tratar de abrir la vía a la formación de un gobierno tras las legislativas del 30 de abril, después de una primera sesión desastrosa el 1 de julio y el aplazamiento de una sesión prevista el martes.

El gran ayatolá Ali Al Sistani, la mayor autoridad religiosa chiita del país, llamó de nuevo el viernes a los políticos iraquíes a dejar de pelearse y darse prisa en elegir a un nuevo gobierno.

Pero los llamamientos a la unidad, lanzados también por las potencias occidentales, parecen de momento haber sido en vano.

A pesar de las críticas a Maliki por su autoritarismo y su marginación de la minoría sunita, el primer ministro afirmó que no se retirará.

Para algunos analistas, podría incluso sabotear voluntariamente la sesión parlamentaria del domingo para ganar tiempo.

“Trata de alargar las cosas porque es su única oportunidad”, declaró a la AFP un diplomático occidental.

Sin embargo, los reproches a Maliki incluyen también la incapacidad de las fuerzas armadas de detener el avance de los yihadistas y de retomar el control de las zonas perdidas.

Tras la desbandada militar de los primer días, y pese a la ayuda de Estados Unidos, Rusia y las milicias chiitas, el ejército no ha logrado ningún gran éxito. Ni siquiera ha tratado de lanzar una contraofensiva sobre Mosul, la segunda ciudad del país, que cayó el 10 de junio en manos de la insurgencia.