En conmemoración del bicentenario del nacimiento del célebre compositor italiano, el Teatro Municipal de Santiago está presentando uno de sus títulos más populares, en una atractiva versión dirigida en lo musical por Konstantin Chudovsky y con puesta en escena del argentino Pablo Maritano.

Por Joel Poblete

Compositor de referencia ineludible en el repertorio de ópera a nivel mundial, la presencia de Giuseppe Verdi en las temporadas líricas de las más diversas latitudes es imposible de soslayar. Más aún en este 2013, año en que se conmemoran los 200 años de su nacimiento. Para honrar este aniversario, el Teatro Municipal de Santiago escogió una de las piezas más célebres del autor italiano, “El trovador”, estrenada en 1853 y que se está presentando en funciones desde el lunes 16 con elenco internacional.

Poseedora de algunas de las melodías más sublimes, contagiosas e irresistibles del repertorio verdiano (incluyendo el famoso coro de gitanos “Vedi le fosche notturne”), esta ópera suele ser criticada o subvalorada por su argumento y libreto, que al incluir bebés cambiados y truculentos diálogos, es según muchos lo más cercano a una telenovela que llegó el genio de Verdi.

Sin embargo, si se la analiza con atención, pese a esos innegables elementos que pueden ser objetados, “El trovador” tiene un ritmo teatral envidiable, es ágil y nunca baja la intensidad dramática; y maneja los contrastes entre lo lírico y lo poético y las pasiones más desbordadas de una manera que pocas óperas han logrado igualar o superar. Por supuesto que Verdi en piezas de madurez posteriores, como “Don Carlos”, “Otello” y “Falstaff”, alcanzó cumbres en la fusión entre texto y música a las que esta historia de amor y venganza no puede aspirar, pero si se la aborda de la manera adecuada, es posible entender por qué hasta el día de hoy “El trovador” entusiasma a las audiencias de todo el mundo.

Afortunadamente, en las funciones del Municipal se cuenta con dos talentosos artistas a cargo de los aspectos musicales y teatrales del montaje.

Por un lado está el maestro ruso Konstantin Chudovsky, director titular de la Orquesta Filarmónica de Santiago, quien tras “Boris Godunov” y “El barbero de Sevilla”, da una nueva demostración de la ductilidad con la que logra adaptarse a distintos estilos operísticos. Con la complicidad de la orquesta -y además el siempre sólido coro- entrega aquí una versión intensa y por momentos electrizante, con auténtico color verdiano, que subraya sutilezas y detalles que a menudo pasan inadvertidos en esta célebre partitura.

Por su parte, el director de escena argentino Pablo Maritano, elogiado y aplaudido en numerosos trabajos al otro lado de la cordillera y quien ahora por primera vez está al frente de la dirección teatral en este escenario, presenta una propuesta de indudable atractivo.

En la medida que se lo permite las distintas habilidades actorales de los cantantes, con inteligencia y un buen uso del espacio escénico gracias a la eficaz escenografía e iluminación de Enrique Bordolini (apoyadas en ocasiones por algunas proyecciones al fondo del escenario, además del correcto vestuario de Imme Möller), Maritano consigue humanizar y hacer un poco más creíble y menos estereotipado el drama, alejándolo lo más posible del culebrón plano y casi risible que a menudo se ve en otras puestas en escena. La pasión, intensidad y emoción que transmite la partitura verdiana logra en muchos momentos un buen reflejo en lo teatral, y ese es un logro no menor en un título tan conocido y repetido como este.

“El Trovador” ofrece enormes exigencias vocales a los cantantes principales y la versión que se está presentando en el Municipal reúne a un buen elenco, con artistas que ya han cantado esta obra en teatros tan importantes como el Metropolitan Opera House de Nueva York o el Liceu de Barcelona. Quizás el que menos entusiasmo genera es el tenor ruso Mikhail Gubsky, que encarna a Manrico, el protagonista. Su canto a ratos no es muy sutil, la voz no es atractiva y la actuación es rudimentaria, pero de todos modos cumple eficientemente con un rol muy difícil e incluso ingrato.

Quien tampoco ofrece demasiados matices en canto o actuación es la mezzosoprano Elena Manistina interpretando a la madre de Manrico, la vengativa gitana Azucena -un rol que este año ha estado cantando en Munich junto al tenor más famoso del momento, Jonas Kaufmann. Pero su caudal de voz y algunas notas medias y graves están tan bien logradas que finalmente convence y hasta entusiasma en el personaje que sirve como principal motor dramático de la obra.

Merecidamente aplaudido es el Conde de Luna del barítono ucraniano Vitaliy Bilyy, tal vez quien mejor sabe abordar el estilo verdiano en este reparto protagónico, en especial en su efusiva entrega de la hermosa aria “Il balen del suo sorriso”. Cada vez más sólido y convincente en lo vocal, Bilyy en esta ocasión está muy bien acompañado en escena por el bajo alemán Andreas Bauer (quien en agosto fue el villano Claggart en “Billy Budd”) como su subalterno Ferrando, un personaje que acá tiene mayor relieve que en otras versiones.

Y, con justicia, quien mayor entusiasmo genera en el público es precisamente la única cantante que debuta en Chile con estas funciones, la soprano estadounidense Julianna Di Giacomo. Ella encarna a Leonora, uno de los roles más difíciles y demandantes que Verdi compuso para soprano; dueña de un material vocal contundente y bien proyectado y un timbre cálido y atractivo, Di Giacomo sortea todos los escollos de la partitura (en particular en sus momentos solistas, brillando especialmente en su primera escena, con el aria “Tacea la notte placida”), y si bien en algunos momentos su registro mostró ocasionales desajustes y su interpretación todavía puede seguir evolucionando, transmite muy bien las emociones y sentimientos de su personaje a través del canto y la actuación.

Las funciones de “El Trovador”, tanto con este Elenco Internacional como en el Elenco Estelar (que debutará este sábado 28), se extenderán en el Teatro Municipal hasta el próximo martes 1 de octubre.