Blindada por el cariño y la confianza ciudadana, Michelle Bachelet ha optado por el silencio. Ni los debates ni las entrevistas la han obligado a definirse. Es posible, es verdad, que quienes le han estado frente a ella no le hayan hecho las preguntas adecuadas.

Más allá de escuchar a la gente, a la calle, a las organizaciones sociales, a los “orejeros”, sería bueno conocer sus propias definiciones, que nos hable de sus convicciones. ¿Quiere una Asamblea Constituyente, un plebiscito o modificar la actual Constitución? ¿Prefiere un Estado Unitario o Federal? ¿Un gobierno presidencialista o parlamentario? ¿Que modificaciones haría a las garantías individuales? ¿Qué sistema electoral le gusta? ¿Qué haría con el sistema previsional de los militares? ¿Desconcentraría la economía? Son definiciones gruesas.

La ciudadanía tiene derecho a saber lo que piensa la candidata (y no sólo Bachelet sino todos los candidatos) considerando que por su experiencia ya debe tener una definición sobre cada una de estas materias. Aunque es posible que mientras el silencio rente, nos quedemos con las ganas.

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