Estados Unidos pidió el martes abrir un nuevo capítulo en las tortuosas relaciones con Venezuela tras la muerte del presidente Hugo Chávez, un deseo que no cuenta con buenos presagios después de que Caracas anunciara la expulsión de dos militares de su embajada.

Hasta el último minuto de los catorce años de presidencia de Chávez, Washington se vio involucrado en la política interna venezolana.

El vicepresidente Nicolás Maduro anunció, pocas horas antes del anuncio de la muerte del mandatario, que expulsaba a dos agregados militares estadounidenses tras acusarlos de haber intentado desestabilizar al régimen.

Maduro aseguró también que algún día saldrá a la luz que “los enemigos históricos” de Venezuela fueron los que provocaron el cáncer del presidente, fallecido a los 58 años.

Un portavoz del Departamento de Estado, William Ostick, calificó esta última acusación de “absurda”.

Este último latigazo del régimen chavista dejó claramente su marca en Washington, que a lo largo de los dos años de enfermedad de Chávez siempre expresó su deseo de que saliera vivo de su lucha contra el cáncer.

La Casa Blanca optó esta vez en cambio por ponerse al lado del pueblo venezolano, sin expresar el pésame de forma directa, una gran diferencia respecto a la gran mayoría de gobiernos de la región.

“Ahora que Venezuela abre un nuevo capítulo en su Historia, Estados Unidos reafirma su compromiso con políticas que promuevan los principios democráticos, el Estado de Derecho y el respeto por los derechos humanos”, declaró el comunicado.

El portavoz del Departamento de Estado dejó entrever por su parte que se reservan el derecho a replicar a la expulsión de los dos agregados.