“Voy a quedar en la ruina”. Eso fue lo primero que pensé al ver los precios de las entradas para ver The Cure en Chile. Y es lo primero que pienso siempre al ver que una de mis bandas favoritas viene a nuestro país.

El auge de los conciertos internacionales llegó a Chile cerca del 2003, quizás un poco antes. Antiguamente, la única oportunidad de ver a un artista “de afuera” era -con suerte- el Festival de Viña, pero de a poco comenzaron a aterrizar en suelo nacional bandas como Deftones, Prodigy, The Strokes, Placebo y cuantas otras que encendieron la luz de esperanza a los fans, y más aún a quienes disfrutamos de verlos en vivo y en directo.

Descubierto el éxito, y haciéndose las visitas cada vez más recurrentes, las productoras conocieron el negocio de sus vidas: entrar al bolsillo y las líneas de crédito de los fans más acérrimos y extraer todo lo que fuera posible.

Porque claro, con el tiempo no sólo había cancha, galería y los suertudos de la tribuna, sino que VIP, cancha general, tribuna 1, 2 , 3, 4 y hasta 10 si se pudiera, y cuanta otra división quisieran hacer. Con esto, el precio de las entradas se fue elevando hasta más arriba de las estrellas (las de verdad), transformando la ida a un concierto en algo cada vez más doloroso, sobre todo para el presupuesto.

Esto no sería un problema si es que las mismas productoras ofrecieran un servicio de excelencia, para compensar el precio: asientos, baños con -mínimo- papel higiénico, que se cumplan los horarios y la venta de las entradas no fuera una tortura. Cosas que parecen básicas, pero que acá se pasan por alto porque obvio, los más “tontos” estamos dispuestos a ver a nuestra banda a toda costa y sufrimiento.

“Para qué gastar tanta plata entonces, no vayas a esas cosas”, suele decirme mi papá. Pero he ahí el dilema: a mí me gusta una banda, quiero verla en vivo y voy a pagar por eso. Es ahí donde las productoras se aprovechan, y lanzan excusas tipo “es que Chile está muy aislado”, o “es que las bandas no vienen al fin del mundo porque sale muy caro”.

Un mismo ejemplo es el concierto de The Cure: en Chile, los precios van desde los 23 mil a los 149 mil 500 pesos. En tanto, en Perú, irá desde los 39 mil a los 88 mil pesos chilenos; y en Colombia, serán aún más baratas: desde los 34 mil hasta los 75 mil pesos).

¿Cuál es el afán de cobrar tanto por estar frente a tu grupo favorito? Nada más que sacar monedas extra, porque las productoras saben que los chilenos estamos dispuestos a pagarlo. Colombia o Perú tienen los mismos factores que harían un precio elevado de las entradas, sin embargo -pese a que va el mismo público y al mismo concierto-, el precio es mucho menor.

Sacando cuentas, si se junta un poco más de dinero, sale más a cuenta viajar a otro país a ver a tu banda preferida.

Lamentablemente, no existen normas que regulen los precios o los cobros de “gasto por servicio” (que en el caso de la entrada para The Cure asciende a más de 10 mil pesos, ¿acaso eso vale imprimir una entrada?), por lo que las productoras tienen absoluta libertad para seguir aprovechándose de la situación.

Ir a un concierto es genial. Ir a un concierto de una de tus bandas preferidas es aún más genial. Quienes han tenido la oportunidad de ver a ese grupo, el que marcó tu infancia, del que te sabes todas sus canciones, saben a lo que me refiero. La emoción que se siente en el pecho al ver entrar al vocalista, al escuchar el primer acorde, el cantar la canción con un coro de miles de voces, no tiene precio. Más allá del cansancio, la espera o la plata que se desembolse, es una experiencia que queda para toda la vida. De eso mismo se aferran los organizadores de los eventos, porque saben que pagaremos un riñón por ver a nuestros artistas en primera fila.

Si bien las bandas llegan a Chile a saldar una deuda con sus fans, son los mismos espectadores los que tendremos que cargar con una deuda muy mayor, gracias a la “pillería” de las productoras, que hacen esta jugada de cobrarnos cada vez más porque saben que vamos a pagar. Es por esto que les pido a ellas y a sus directores que por favor, no se sigan aprovechando de los fans.