Si las lesiones y la mala suerte hubieran respetado al cubano Dayron Robles, posiblemente ahora tendría un palmarés comparable al de los más grandes, pero desde 2008 las desgracias se han cebado con él y este miércoles perdió su título olímpico, lesionándose en la final.

Era el gran duelo del día y una de las finales que más expectación había suscitado en estos XXX Juegos Olímpicos, con un pronóstico incierto que pareció clarificarse un poco cuando el chino Liu Xiang, campeón olímpico en 2004, se lesionó en las series del martes y despejó un poco el camino.

Este miércoles Robles superó las semifinales sin problemas y poco después, en la final, tuvo problemas desde el arranque, sin el ritmo habitual y con gestos de dolor, en la quinta valla fue quedando atrás y terminó abandonando en la sexta.

“Arranqué súper bien, pero sentí un ‘punzazo’ en el muslo (derecho) y no pude continuar, al fin de cuentas esto es atletismo, es Olimpiadas y puede pasar”, dijo con resignación.

De nuevo, una vez más, el guantanamero había llegado como favorito a una gran cita y se había ido como la gran decepción, como el año pasado en el Mundial de Daegu-2011, cuando fue descalificado tras ganar la carrera, por haber molestado a su amigo Liu, que corría en la calle contigua.

No quedó precisamente contento con aquella decisión, considerando que había sido injusto y que se debió a “un capricho de alguien”.

“Son cosas que pasan en la vida y hay que continuar. Estoy seguro de que si yo hubiera sido de otro país con más fuerza no hubiese pasado eso”, dijo entonces en una conversación telefónica con la estatal Radio Habana Cuba.

Pero la mala suerte no comenzó en Daegu, sino que acompaña al prodigioso vallista desde los inicios de su carrera.

En 2008, cuando tenía 21 años, se presentaba ya como la estrella emergente de la distancia corta de las vallas y había arrasado en la temporada en sala, por lo que llegó al Mundial en pista cubierta de Valencia como gran candidato al oro para coronarse en los 60 metros vallas.

Pero allí una salida fulgurante de Liu Xiang le desconcertó al inicio y se quedó inmóvil en los tacos, creyendo que había sido una salida falsa, pero cuando se dio cuenta de que no comenzó a correr, pero sin evitar terminar séptimo y último, con un 8.53.

Pudo redimirse a lo largo de ese año, el mejor de su carrera, cuando arrebató primero el récord mundial a Liu en la reunión de Ostrava, rebajando la plusmarca -todavía vigente- a 12.87. Luego, en la final olímpica de Pekín-2008, fue medalla de oro.

Tenía el mundo a sus pies en una de las pruebas tradicionalmente más atractivas y con esa vitola de superestrella se plantó un año más tarde en el Olympiastadion y el Mundial de Berlín-2009, donde una lesión muscular le obligó a frenar su carrera en las semifinales de 110 y despedirse de la pelea.

Pareció recuperarse unos meses más tarde, donde consiguió el título mundial de 60 metros vallas en sala en Doha, sacándose la espina de lo ocurrido en Valencia y cuatro años después de su plata en Moscú-2006.

Pero las lesiones y su estado físico no le permitieron la continuidad deseada, condicionando su preparación.

Con el recuerdo de lo ocurrido en Berlín, Robles llegó decidido a por el título al Mundial de Daegu-2011 y llegó a vivir por unos segundos la sensación de creerse campeón, hasta su descalificación por haber molestado con su brazo a Liu, en un gesto polémico que generó un encendido debate.

Este 2012 no compitió en el Mundial en sala de Estambul y priorizó todo a poder revalidar su título olímpico en Londres, aunque su temporada fue gris y llegaba como una gran incógnita.

Su lesión en la parte posterior del muslo derecho hizo fracasar su objetivo y el estadounidense Aries Merritt (12.92), el mejor vallista del año, pudo ir directo hacia el oro.

Robles tendrá ahora que recuperarse, resurgir una vez más de sus cenizas y pensar en el próximo reto, el Mundial de Moscú-2013.

Siempre que la maldición no siga haciendo de las suyas.