Sólo ocho meses después de su exitoso debut en Chile, Ariel Zukermann retornó a la capital, para dirigir un concierto alegre y colorido junto a la Orquesta Sinfónica de Chile (OSCH), que estuvo a gran altura en las tres obras ofrecidas, con excelentes aportes de los solistas de sus cuatro familias de instrumentos.

El joven y talentoso músico israelita, actual director titular de la prestigiosa Orquesta de Cámara de Georgia, es uno de los conductores jóvenes más solicitados de su generación y desarrolla una interesante carrera internacional. En esta nueva actuación con la OSCH dirigió un repertorio compuesto por las obras Tanzwalzer de Ferruccio Busoni; Capricho italiano de Piotr Ilich Tchaikovsky y la suite Petrouchka de Igor Stravinsky.

Las presentaciones en el Teatro Universidad de Chile partieron con Tanzwalzer del músico italiano Ferrucio Busoni, un niño prodigio de la música que compuso esta “reflexión musical sobre la decadencia del vals vienés, como formato y moda, así como una revisión de la experiencia de un género y sus aspectos estilísticos deserrpeñados por Strauss y Lanner”.
En esta pieza, Zuckermann y sus músicos brindaron una interpretación impecable.

Luego vino el Capricho Italiano (Caprice Italien), que fue escrito en 1880 a raíz de un viaje que hizo Tchaikovsky a Roma, precisamente en época de Carnaval. Esta composición, de corte juvenil, alegre y muy vivaz, basada en melodías populares italianas, está construida en cuatro tiempos. Al tener una orquestación más pobre de lo que el compositor ruso había acostumbrado a público y crítica, esta pieza fue considerada como algo menor y llegó a ser despreciada por algunos. Sin embargo, la raíz sencilla de su inspiración no es óbice para que el compositor haya sabido imprimir una sentida belleza y un verdadero caudal de melodías. También aquí la Sinfónica respondió en plenitud y los sones llegaron comn fluidez a un público muy receptivo.

Petrouchka, la obra central de la presentación, fue una cátedra de buen gusto y permitió el lucvimiento total de la orquesta, con destacados solistas en sus cuatro familias de instrumentos. A nuesrtro entender, lo mejor fueron las maderas, seguidas a corta distancia por los bronces, la percusión y las cuerdas y, muy especialmente, la participaci{on del conocicido concertista en piano, Luis Alberto Latorre, figura especial en esta sobresaliente presentación.

La obra relata la historia de tres muñecos que mágicamente cobran vida. Ellos son el desdichado Petrouchka, la bailarina a la que ama, y el moro que se la disputa, creándose el tríangulo amoroso.

Stravinski imaginó primero el títere en una pieza para piano y orquesta, y más tarde comprendió que había que darle aquel nombre tan ruso y que evocaba tantas cosas. Diaghilev le convenció para convertir aquello en un ballet con la ayuda de Alexander Benois.

“Al componer la música, tenía en mente la clara imagen de un títere, al que súbitamente se le confiere la vida, exasperando la paciencia de la orquesta con diabólicas cascadas de arpegio. A su vez, la orquesta toma su represalia con amenazadores estallidos de trompeta”, escribió Stravinsky en sus Crónicas de mi vida.

Zuckermann desarrolla actualmente una intensa actividad musical que incluye la realización de conciertos y grabaciones con la Filarmónica Bayerische, Orquesta Sinfónica de Basilea, Orquesta Sinfónica de Luzerner, Rundfunkorchester Münchner, Wien Radio-Symphonieorchester, WDR Sinfonieorchester Köln, Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, Orquesta de Cámara de Munich Zürcher y el Collegium Bach, así como la Orquesta de KBS Radio Seúl, las orquestas de Israel, la Filarmónica de Belgrado y Bremen, la Filarmónica Nacional de Hungría, la Filarmónica Checa, la Filarmónica de Praga y Sinfónica Nacional danesa.

En Chile anteriormente había sido destacado por los críticos de música como un director de nivel internacional por su “musicalidad, gesto claro, e intuición para enfrentar con éxito obras nuevas y una batuta muy capaz “.