Los franceses comenzaron a votar el domingo para elegir un presidente para los próximos cinco años, entre el jefe de Estado saliente, el conservador Nicolas Sarkozy, y el socialista François Hollande, en unas elecciones que Europa mira con atención en un momento de crisis financiera.

Las colegios electorales abrieron sus puertas a las 08h00 locales (06h00 GMT) y cerrarán a las 20h00 locales (18h00 GMT). Los primeros resultados se darán a conocer inmediatamente después.

En total, más de 46 millones de electores podrán participar en los comicios. El sábado ya votaron los habitantes de algunos territorios de ultramar y los franceses residentes en América.

Hollande, que el 22 de abril obtuvo 28,63% de los votos (frente a 27,18% para Sarkozy), se presenta como favorito aunque su ventaja se fue reduciendo en los últimos días.

La campaña en Francia, segundo motor de la Eurozona después de Alemania, estuvo marcada por la crisis financiera, que castiga duramente a varios países como España, Grecia, Italia y Portugal y por cuestiones como la inmigración y la seguridad en las fronteras, un tema que provocó recelo en algunos socios del bloque.

Al cierre de la campaña, Hollande, de 57 años, exhortó a sus compatriotas a darle una amplia victoria. “Si los franceses deben elegir, que lo hagan claramente, masivamente, que le den al que será investido toda la capacidad y los medios para actuar”, afirmó.

El jueves, Hollande recibió también el importante apoyo del dirigente centrista François Bayrou (9,13% de votos en la primera vuelta), quien dijo que votaría por él, aunque sin dar consigna de voto a sus partidarios.

El candidato socialista se beneficiará además del respaldo del candidato de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon (11,10% de los votos en la primera vuelta) y de la ecologista Eva Joly (2,31%).

Sarkozy, por su parte, no recibió el apoyo de ninguna de las fuerzas políticas que participaron en la primera vuelta y puso sus esperanzas en una fuerte participación. “Verán una gran sorpresa”, aseguró el viernes.

El jefe de Estado, de 57 años, combativo hasta el último momento, ha visto cómo su popularidad caía en los últimos meses y no ha podido desprenderse de su etiqueta de “presidente de los ricos” en un momento de crisis económica.

Tras la primera vuelta, cuando la formación de ultraderecha Frente Nacional (FN), fue la tercera fuerza política más votada con un 18% de los votos, el presidente saliente intentó un acercamiento con los votantes de la extrema derecha.

Sarkozy invocó el patriotismo o resaltó la necesidad de controlar mejor las fronteras del espacio Schengen para paliar la inmigración clandestina, aunque en la recta final de la campaña, su tono se suavizó y pareció menos radical.

La semana pasada, la dirigente del FN, Marine Le Pen dijo que votaría en blanco y criticó con virulencia al presidente.

Además, durante su campaña, Sarkozy se refirió a menudo a España, que entró de nuevo en recesión, y aseguró que en caso de una victoria socialista en Francia, el destino que espera a su país sería muy similar al de sus vecinos.

“Miren a España. ¿Quieren la misma situación? No se trata de dar miedo. La cuestión es mirar al otro lado de nuestra frontera”, declaró.

Sarkozy, junto con la canciller Angela Merkel, han sido por su parte los impulsores y defensores de un severo plan de ajuste para el bloque europeo.

La UE aguarda con enorme interés el resultado de estas elecciones. Hollande ha declarado que la austeridad debe ir acompañada del estímulo de la economía y ha mostrado su voluntad de renegociar el pacto fiscal, impulsado por Alemania, para incluir políticas que estimulen el crecimiento.

El candidato socialista, que dirigió su partido durante 11 años, desea gravar a los más ricos, apuesta por una importante creación del empleo para jóvenes para luchar contra el desempleo y repitió que su objetivo es “unir” a los franceses en un gobierno de “justicia”.

De ser elegido, Hollande sería el segundo presidente socialista de la V República (proclamada por De Gaulle en 1958), después de François Mitterrand (1981-1995).

Si Sarkozy es derrotado, podría producirse una profunda renovación de la derecha francesa y varios dirigentes de su partido, Unión por un Movimiento Popular (UMP), parecen estar ya preparados para tomar el control de la formación tras los comicios.