El controvertido Presidente iraní Mahmud Ahmadinejad, finalizó la semana pasada una intensa gira latinoamericana que lo condujo hacia las naciones que, abiertamente, se han declarado simpatizantes del régimen asiático. Algunos analistas afirman que el viaje del mandatario es una estrategia para sumar apoyos en la región; de ser así, llama la atención que Brasil, economía en escalada numérica y cualitativa, no se sume a las sesiones bilaterales con Irán. ¿Distanciamiento efectivo?

Ahmadinejad asistió durante su paso por América Latina a la nueva asunción del presidente reelecto de Nicaragua Daniel Ortega, recibió el grado de Doctor Honoris Causa en Ciencia Política en Cuba –donde también se reunió con Fidel Castro y se dejó fotografiar- y sostuvo un encuentro con su par venezolano Hugo Chávez. Un presumible contacto con Dilma Rousseff quedó en nada, hecho que no deja de extrañar al tomar en cuenta la cercanía que el saliente Lula da Silva mostrara con el líder islámico.

Expertos indican que las últimas disputas diplomáticas de Irán con Occidente, materializadas en un fuerte bloqueo económico y la amenaza del cierre del estrecho de Ormuz -por donde transita el 35% del tráfico marítimo petrolero mundial-, han obligado a la diplomacia brasileña a guardar distancia.

“Brasil ahora no va a defender pero tampoco va a atacar a Irán. Se va a quedar quieto. Con Lula hubo muchas críticas y presiones tanto internas como externas en relación a la política exterior (de proximidad) de Brasil a Venezuela, Cuba e Irán”, expresa a la agencia AFP Lytton Guimaraes, experto en relaciones internacionales de la Universidad de Brasilia.

Por su parte, el profesor de relaciones internacionales de la PUC-SP, Reginaldo Nasser, esboza que desde que Dilma asumió el cargo, “hemos recopilado información que confirma que hay un cambio de la posición de Brasil con respecto a Irán”, según consigna BBC.

Por sobre las conjeturas esgrimidas, se alza la única certeza en cuanto a la crisis generada por la coyuntura iraní-estadounidense: el acrecentamiento global de una disputa marcadamente ideológica, que, en razón de los nuevos tiempos, hoy toca con matices de protagonismo a América Latina.