La caravana contra la violencia en México, encabezada por el poeta Javier Sicilia, rinde este jueves homenaje a los activistas de DDHH asesinados en Chihuahua (norte), antes de llegar en la noche a Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos, etapa final de un recorrido de 3.000 km.

Una gran cruz de madera colocada por los manifestantes frente a la sede de la gobernación en la ciudad de Chihuahua marca el sitio donde en diciembre cayó asesinada Marisela Escobedo mientras protestaba por la liberación del asesino confeso de su hija Rubí.

Escobedo, que trataba de desplegar un letrero para protestar contra la injusta decisión, corrió desesperada entre el tráfico mientras el sicario le apuntaba con el arma, según mostró una cámara de seguridad.

Su familia tuvo que huir a Estados Unidos y ahora vive en El Paso (Texas), donde el sábado -anunciaron- se sumarán a la caravana.

Sicilia tiene previsto destapar en Chihuahua una placa en homenaje a Escobedo y a una veintena de activistas de derechos humanos asesinados desde 2006 en México, cuando el presidente Felipe Calderón lanzó al ejército y la marina a perseguir a los carteles del narcotráfico en una estrategia que ha dejado más de 37.000 muertos.

Luego, la caravana conformada por una veintena de autobuses dejará la capital de Chihuahua rumbo a Ciudad Juárez, considerada la más violenta de México, en la frontera con Estados Unidos.

Allí se firmará un pacto civil contra la violencia y el sábado se cruzará brevemente la frontera hacia El Paso (Texas), donde Sicilia encabezará un acto binacional con organizaciones estadounidenses para reclamar también a Washington que cese su presión a los países latinoamericanos para que enfoquen la lucha antidroga como una guerra.

“La presencia de esta caravana nos alienta, nos ayuda a romper el miedo que ha sumergido a la sociedad chihuahuense por lo que hacen las bandas del narcotráfico, pero también los abusos e inacción de autoridades”, dice a la AFP Víctor Quintana, de una ONG que hace parte de una red de defensores de derechos humanos local.

“Hay una necesidad muy fuerte de romper el miedo y de decirle al gobierno que su deber fundamental es proteger la vida y los derechos de sus ciudadanos”, señala a su lado el sacerdote católico Camilo Daniel, premiado en 2004 por su labor en la defensa de los derechos de los campesinos en Chihuahua.

Las organizaciones de derechos humanos se han sumado en forma entusiasta a la caravana de Sicilia, la tercera protesta que este organiza tras el asesinato a fines de marzo de su hijo junto a seis personas en la ciudad de Cuernavaca (centro), a manos -según la investigación oficial- de una banda del narcotráfico apoyada por un jefe de policía local.

Pero los defensores de derechos humanos tienen miedo, no sólo del crimen organizado. El fin de semana, mientras la caravana avanzaba por el oeste de México, un grupo de policías allanó -al parecer sin orden judicial- la sede del centro de Derechos Humanos Paso del Norte de Ciudad Juárez, uno de los grupos que apoya a la caravana.

“Chihuahua y Ciudad Juárez son espacios emblemáticos de la incapacidad del Estado para defender y de la acción de la delincuencia para dañar”, explica Emilio Alvarez, el ombudsman de Ciudad de México.

La caravana, iniciada el sábado, se ha visto rodeada a su paso de noticias escalofriantes de los crímenes que no cesan incluso en los puntos marcados en su recorrido.

Morelia, capital de Michoacán, donde la caravana durmió tras su primera jornada, vivió una terrible noche el miércoles con la aparición de 21 cadáveres apilados y sus bocas y rostros cubiertos con cintas en distintos puntos.

Trece pacientes fueron asesinados el martes en un centro de adictos en Torreón, otra escala de la caravana. Y el miércoles un jefe policial fue atacado y un escolta murió en Chihuahua antes de la llegada de la manifestación.