Cuando Alexander Graham Bell comenzó a promover aquella maravillosa invención que le robó a Meucci llamada teléfono, pocos pensaron que pudiera convertise en algo más que un juguete. La mayoría sólo le veía futuro como una diversión de feria, mientras otros se espantaban ante la sola posibilidad de utilizarlo.

“¿Qué persona decente instalaría un aparato como ese en su hogar? Sería como dejar la puerta abierta para que entrara cualquiera, a cualquier hora, en tu casa”, recuerdo haber leído en un testimonio de la época.

Lo curioso es que, 150 años más tarde, pareciera tener razón.

Esta de una de las conclusiones que se desprende del estudio realizado en conjunto por la consultora Nielsen y el Wall Street Journal, los que, tras analizar las cuentas telefónicas de 60.000 suscriptores de EEUU, hicieron algunos hallazgos sociológicos previsibles, pero no por eso menos sorprendentes.

(Eso, además de ratificar que las telecomunicaciones son un gran negocio).

Foto: Sven Golz en Stock.Xchng

Foto: Sven Golz en Stock.Xchng

Según la investigación, las llamadas telefónicas hechas durante los últimos 3 años cayeron un 25%, contra un alza espectacular del envío de mensajes de texto (SMS). De hecho, se calcula que un adolescente de entre 13 y 17 años promedia la friolera de 3.339 mensajes enviados o recibidos al mes. Y los adultos no lo están haciendo peor: un hombre entre 45 y 54 años interactuó con 323 SMS durante el último trimestre de 2010, es decir, un alza de 75%.

Sin embargo lo realmente interesante va de la mano a una encuesta aplicada a 2.000 estudiantes de educación superior. Sus visiones respecto de la diferencia entre hablar o enviarse mensajes y la forma en que este hábito cambia su forma de comunicarse e incluso de pensar, son esclarecedoras.

Por ejemplo, una veinteañera de Boston señala que prácticamente ya nunca se llaman por teléfono entre sus amigas. “Si llego a llamar a alguien tendría que ser por algo urgente. De otra forma se convierte en algo grosero e invasivo”, confiesa.

La situación parece confirmarla un profesor, quien cuenta cómo un operador telefónico regaló 10 de sus aparatos más modernos para un proyecto estudiantil. “Han tomado fotos, han publicado en nuestro blog e incluso han tuiteado, pero dudo que uno solo de los alumnos haya hecho una llamada desde uno de esos teléfonos”, aseguró el docente.

La referencia a las redes sociales no es de extrañar: según el estudio, el principal operador telefónico de EEUU, AT&T, cursó 400 millones de mensajes informando actualizaciones desde redes sociales en octubre de 2009. Para septiembre de 2010, esta cifra se alzó hasta 1.000 millones de mensajes.

Esta necesidad de estar constantemente comunicados en frases cortas también está afectando nuestra forma de relacionarnos. Quizá se hayan descubierto a sí mismos mirando las pantallas de sus teléfonos para evitar el contacto visual, o la interrupción de una cena en familia para revisar si hemos “recibido algo”… una actitud creciente que, por cierto, no escapa al ojo de esos agudos observadores sociales que son los humoristas.

“Cuando la gente tiene un dispositivo móvil, incluso en el más ínfimo momento libre aprovecha de comunicarse con alguien”, dice al WSJ la directora del Pew Internet and American Life Project, Lee Rainie.

¿Y qué me dicen de nuestra capacidad de memorizar? No es necesario un estudio para comprobar que de las docenas de teléfonos que recordábamos antaño, hoy con suerte logramos recordar nuestro propio número (o me dirán que nunca le pidieron a alguien no responder para poder averiguarlo en su pantalla…).

Pero si bien la tecnología es un factor de cambio, también es una forma de constatar que algunas cosas permanecen iguales. Esto, porque el estudio también detectó que los estadounidenses negros e hispanos, tienden a usar más los mensajes de texto que los blancos. Así, mientras los primeros envían y reciben una media de 780 y 767 SMS al mes respectivamente, los blancos promedian 566 mensajes.

¿La razón? La brecha económica, ya que comunicarse vía mensaje de texto es mucho más económico (y se puede condensar más información) que una llamada telefónica.

“Si no tienes banda ancha en tu hogar, ni acceso permanente a Internet desde tu portátil o tu PC, entonces encontrarás otras maneras de comunicarte”, concluyó Ken Eisner, director de la ONG One Economy.

Sí. Definitivamente algunas cosas nunca cambian.