Los recientes hechos delictivos protagonizados por adolescentes reflejan un preocupante aumento de las bandas juveniles que genera temor en varios sectores de la capital. Especialistas ratifican este incremento pero advierten que el único freno no es la cárcel sino la rehabilitación a una enfermedad mental.

Comunas como Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, Ñuñoa, Providencia y La Reina han sido protagonistas en los últimos años de un específico delito: los asaltos a casas por parte de menores de edad.

Carabineros ya elaboró una lista con los 150 menores considerados peligrosos lo que ha permitido generar un trabajo de seguimiento para desbaratar estas redes.

Sin embargo, junto con la captura de estos adolescentes aparece un nuevo antecedente. Un estudio del instituto Libertad y Desarrollo señala cómo una importante proporción de niños y jóvenes está haciendo de la actividad delictual su principal fuente de “trabajo”.

Las estadísticas anuales de Carabineros sostienen que el porcentaje de menores de 18 años que son aprehendidos se ha incrementado de 10,5% a 11,3% en el período 2001 a 2007, repitiéndose delitos como hurto, robo con violencia y aquellos relacionados con drogas.

El Departamento OS-9 de Carabineros ha podido elaborar un perfil psico-social como lo explicó el jefe de análisis criminal comandante Mauricio Valdivia.

Ya el Servicio Nacional de Menores confirmó que sus centros están obsoletos y requieren de un mejoramiento serio y definitivo, pero también existe un elemento no contemplado: el médico.

Para el siquiatra Rodrigo Paz, que se ha especializado en casos de delincuencia juvenil, la misma cifra de 150 menores peligrosos hablan netamente de personas enfermas.

A juicio del especialista hay un error en la estrategia de rehabilitación juvenil ya que del total de adolescentes con compromiso delictivo, la gran mayoría no se recupera solo con estar encerrado en un centro, sino que a través de un programa médico que vaya acompañado por un método de reinserción social.