Durante la víspera del cónclave para nombrar a un nuevo pontífice, uno de los rumores más ventilados era que esta podría constituir la elección de un papa negro, dando pie a toda clase de interpretaciones en vista de las numerosas profecías al respecto.

Sin embargo una cosa sí es clara: en efecto, es la primera vez que la Iglesia elige a un “papa negro”… aunque no de forma literal, como esperaban los partidarios del cardenal Peter Turkson, de Ghana.

Jorge Mario Bergoglio, ahora ex arzobispo de Buenos Aires y flamante Francisco I, pertenece a la orden religiosa de los jesuitas. Aquel hecho ya destaca por ser la primera vez en la historia de la Iglesia Católica en que un jesuita ocupará el trono de San Pedro, desde que la Compañía de Jesús fuera fundada en 1540 por San Ignacio de Loyola.

Pero el hecho destaca aún más considerando que la tradición católica reconoce informalmente al líder de la orden de los jesuitas precisamente como el “Papa Negro”, debido a la fuerte influencia que su orden tuvo durante siglos sobre los pontífices y a las oscuras sotanas que suelen vestir sus religiosos, tal como revela el corresponsal del diario argentino Clarin en El Vaticano, Julio Algañaraz.

Eso sí, los jesuitas no siempre contaron con el favor de la Santa Sede. Ya en el siglo XVIII, la Compañía de Jesús se había enemistado con numerosos gobiernos de Europa, debido al poder político y económico que habían acumulado.

Los Jesuitas son una organización Militar, no una orden religiosa. Su jefe es el general de un ejército, no el mero abad de un monasterio. Y el objetivo de esta organización es Poder, Poder en su más despótico ejercicio, Poder absoluto, universal, Poder para controlar al mundo bajo la voluntad de un sólo hombre. El jesuitismo es el más absoluto de los despotismos y, a la vez, es el más grandioso y enorme de los abusos“, había escrito en ese entonces el mismísimo Napoleón Bonaparte.

A consecuencia de esto, en 1773 el papa Clemente XIV cedió a las presiones de Francia, España, Portugal y parte de Italia, suprimiendo a la Compañía de Jesús y logrando su expulsión de América, cuyos miembros buscaron asilo en países como Estados Unidos y Rusia.

Aunque la proscripción de los jesuitas duró sólo 40 años, sus roces con El Vaticano no cesaron. Muestra de ello fueron los fuertes desacuerdos del “Papa Negro” Pedro Arrupe con Juan Pablo II, quien debido a su línea progresista y simpatías por la doctrina de la Teología de la Liberación, se ganó la enemistad del pontífice polaco.

Más recientemente, en 2008, el papa Benedicto XVI había enviado una carta al líder de la órden, exigiéndole confirmar su obediencia a la Iglesia Católica.

“Los aspectos en los que el pontífice muestra sus mayores recelos y pide obediencia rígida se refieren a “la relación entre Cristo y las religiones, algunos aspectos de la teología de la liberación y varios puntos de la moral sexual, sobre todo en lo que se refiere a la indisolubilidad del matrimonio y la pastoral de las personas homosexuales“. Al parecer, en las universidades, colegios y ambientes jesuitas en el mundo, es floja la sintonía con la ortodoxia tradicionalista el Vaticano y el Papa Ratzinger, sobre todo en estos temas”, escribía Julio Algañaraz en ese entonces.

InfoCatolica.com

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