Si bien en muchos ámbitos, como el laboral, académico o social, una mujer atractiva puede correr mejor suerte que una menos agraciada físicamente, existe al menos un sector donde la belleza puede ser una inesperada desventaja: la violencia de género.

Esto se desprende de una investigación realizada por psicólogos de la Universidad de Granada, quienes sometieron a pruebas a 169 policías -153 hombres y 16 mujeres- a quienes se les pidió leer dos resúmenes sobre una historia de violencia intrafamiliar, que terminó con la víctima asesinando a su agresor.

Aunque ambas versiones trataban los mismos hechos, con una mujer confesando una larga historia de maltratos que la llevaron a confesar el homicidio como defensa propia, sólo en una de ellas la mujer era descrita como el prototipo de las víctimas de violencia.

“Teníamos a la mitad de los policías que leían un relato en el que la acusada era una mujer joven, maltrecha, deteriorada físicamente y de aspecto frágil, con hijos y económicamente dependiente de su pareja. Mientras, la otra mitad leyó la historia de una mujer sin hijos, una asesora financiera casada durante 10 años y que durante el proceso judicial se presenta bien vestida, decidida y calmada en su interacción con el juez y los abogados”, relatan los autores según consigna agencia SINC.

A continuación, los investigadores pidieron a los policías actuar como jurado, respondiendo una serie de preguntas sobre la credibilidad y responsabilidad de la acusada, así como el control que pudo tener sobre la situación. Además, se les hizo preguntas sobre su ideología sexista, para detectar cuántos se acercaban al machismo.

¿El resultado? La mayoría de los participantes acusó mayor responsabilidad de la mujer cuando esta no encajaba con el concepto tradicional de una víctima de maltrato.

“Los resultados mostraron que cuando se presentaba a los participantes a una mujer maltratada no prototípica, es decir, que no encaja con la idea que la sociedad tiene de este tipo de mujeres, se le atribuía un mayor control de la situación, lo cual, en términos legales, se puede traducir en una mayor culpabilidad”, advirtieron los investigadores.

Peor aún, el estudio reveló que cuando los agentes tenían mayores niveles de sexismo hostil o machismo, otorgaban un grado aún mayor de culpabilidad a la acusada que no encajaba en el estereotipo de mujer golpeada.

“Este trabajo, pese a las posibles limitaciones que pueda presentar, nos pone en alerta sobre la necesidad de aumentar la formación en cuestiones de género para todos los agentes jurídicos y de seguridad. Su trabajo es fundamental en el proceso y pueden estar condicionados por variables ajenas, como el atractivo físico o la creencias estereotípicas sobre la violencia de género”, concluyeron los autores.