Durante las décadas de los 70′ y 80′ la República Democrática Alemana brilló y surgió en el mundo como una de las potencias deportivas, caracterizándose por el desempeño deportivo que demostraban sus atletas.

En ese entonces, el deporte era considerado como una herramienta política, debido a la representación que los deportistas hacían de un país, especialmente tomando en cuenta la exposición mediática de un evento masivo.

Sin embargo, detrás de las 403 medallas en competencias deportivas internacionales, y donde 151 eran de oro, existía un gran secreto que involucraba a los atletas germanos, tal como lo consigna The New York Times, en una nota al respecto.

En 1968 se creó un plan estatal (conocido como 14.25) que buscaba mejorar el rendimiento deportivo. El famoso “dopaje de Estado” que se extendió hasta 1989 y que se caracterizaba por mantener una cadena perfecta de roles entre la industria farmacéutica, científicos, médicos, entrenadores, funcionarios y finalmente, deportistas.

Así comenzó a implantarse una nueva realidad en los internados deportivos, en donde los médicos señalaban a los jóvenes atletas que debían tomar “sustancias de apoyo” para proteger el cuerpo. Es así como se asumió que el entrenamiento iba siempre de la mano con los medicamentos.

Luego de años de trabajo e investigaciones, científicos crearon un esteroide propio, fabricado en la RDA por la industria Jenapharm, en Jena.

Las famosas pastillas azules, conocidas más bien como oral turinabol, estaban compuestas por hormonas sexuales masculinas, las que provocaban un desarrollo de la musculatura, aumento de potencia e incremento de la agresividad, entre otros fenómenos asociados, según un artículo publicado por el National Institute On Drugs Abuse.

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El abuso en niños y jóvenes con el dopaje entregado por los mismos entrenadores, trajo consecuencias diversas en la salud de los deportistas.

Sobre todo en las mujeres, que consumían entre 2.000 y 3.000 milígramos de oral turinabol al año, lo que les producía reducción de los senos, infecciones en ovarios y esterilidad permanente.

Cuando los propios deportistas comenzaron a sospechar de estas prácticas y medicaciones, la policía secreta de la RDA -la STASI- se dedicó a vigilarlos y amenazarlos, recordándoles que debían mantener cierta responsabilidad con la patria.

Uno de los casos más emblemáticos del “dopaje del Estado”, fue el de la atleta lanzadora de peso, Heidi Krieger, quien debió someterse a una cirugía de cambio de sexo debido a las drogas, viviendo actualmente bajo el nombre de Andreas Krieger.

Ella comenzó a ingerir hormonas sexuales masculinas desde los 16 años por orden de sus entrenadores y médicos, al igual que todos los deportistas de su generación.

La cantidad de dosis que le daban produjo un desequilibrio en su organismo femenino. En 14 días fue capaz de levantar 100 toneladas, ayudada por las hormonas que ingería.

Thieme Wolfgang | Wikimedia Commons

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Muchas veces, los trastornos emocionales que le producían la llevaron a no comprender su cuerpo y hasta el extremo de pensar suicidarse. Es por esto que tomó la decisión de someterse a una operación para cambiarse de sexo en 1997, como una forma de solucionar su problema.

Tal como lo sostiene en un reportaje del Canal + de España“Informe Robinson” sobre el Dopaje en la RDA, para él, Heidi seguirá siendo parte de su vida. “Puedo cambiar mi cuerpo pero Heidi seguirá existiendo”, afirma.

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Actualmente, Andreas está casado con la antigua nadadora olímpica, Ute Krause que también sufrió abusos en dopaje. De forma terapéutica, Krieger sigue consumiendo hormonas masculinas, como una secuela permanente de su insólita situación.

De acuerdo a lo señalado en el mismo reportaje, se dice que en total fueron 15.000 los deportistas afectados, pero sólo 200 de ellos denunciaron el hecho y declararon en el Juicio de Berlín contra el Dopaje en el año 2000.

No obstante, y pese a que la justicia aún tiene pendiente alguna eventual sentencia contra los responsables, quedará como lección el brutal cambio de Heidi a Andreas, como resultado de un sistema político que anteponía el éxito y reputación ante la salud de sus propios deportistas.