El presidente de Costa Rica, Oscar Arias, inspeccionó el sábado la zona afectada por la erupción de ceniza y gases del volcán Turrialba, que ha dañado cultivos y amenaza a miles de animales, y prometió ayuda para las familias evacuadas.

Denis Lacour | Flickr

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El Turrialba, un coloso de 3.328 metros de altura situado a 40 km al este de San José, comenzó el martes a arrojar gases y cenizas, pero los científicos descartaron el viernes que pueda ocurrir una erupción de lava en los próximos días o semanas.

“Estamos haciendo todo para aliviar la situación de la gente”, dijo Arias a los periodistas al visitar a las familias evacuadas que están en un albergue instalado en un comedor de la iglesia del pueblo de Santa Cruz de Turrialba, situado a unos 6 km del cráter.

El material arrojado por el volcán se ha esparcido, por acción del viento, en una extensa zona próxima a la ciudad de Turrialba, de 80.000 habitantes, situada a unos 10 km al sur del volcán.

Hasta ahora 60 personas han sido evacuadas de la zona más cercana al cráter, del cual emanaban este sábado en forma intermitente columnas de gases y cenizas. La Comisión Nacional de Emergencias (CNE) mantiene una ‘alerta amarilla’ en los cantones próximos.

Arias conversó con los damnificados, entre ellos Bernardita Ramírez, quien permanece junto a sus cinco hijos en el albergue de la iglesia, y con Gipsy Alemán, una madre soltera cuya hija Jennifer acaba de cumplir un mes.

Hay que “pedirle a Dios que esto vuelva a la normalidad”, dijo Arias, quien expresó su temor de que la alarma creada por la actividad volcánica pueda afectar el turismo en la próspera zona de Turrialba.

“Es importante la preocupación, pero también me preocupa que seamos más alarmistas que el resto del país. Hay una actividad turística aquí en esta zona y no la queremos ver perjudicada”, dijo Arias.

El presidente evocó los perjuicios económicos sufridos por el pujante sector de turismo en el área del volcán Poás, situado al noroeste de San José, en los meses siguientes al terremoto del 8 de enero de 2009, que dejó una veintena de muertes.

“Luego del terremoto se tomó mucho tiempo antes de que la gente (los turistas) volviera” a la zona del Poás, uno de los principales atractivos turísticos de Costa Rica.

La jefa de la CNE, Vanessa Rosales, dijo que los vulcanólogos seguirán monitoreando el coloso y expresó su preocupación por un frente frío que avanzaba este sábado desde Norteamérica hacia Centroamérica, que podría dirigir las cenizas y gases del volcán directamente hacia la ciudad de Turrialba.

“Vamos a valorar la nueva información” que proporcionen los vulcanólogos y los meteorólogos para resolver si es necesario adoptar otras medidas, explicó Rosales, quien acompañó a Arias en la inspección.

Las cenizas han dañado cultivos y pastos en la fértil zona agrícola de Turrialba, famosa por la producción de leche y quesos, y amenaza a unas 8.000 cabezas de ganado.

La ceniza está compuesta por arcilla, azufre y sulfato, y posee niveles de acidez que no afectarían gravemente la salud humana, aunque podrían causar irritación en ojos, nariz y la boca, según funcionarios de salud.

Una erupción de magma o lava no ocurre en el Turrialba desde 1866, pues desde entonces su actividad se había limitado a fumarolas, la última de ellas en diciembre de 2007.

Del más del centenar de volcanes que jalonan el territorio costarricense, sólo 5 están activos. Además del Turrialba y su vecino Irazú, se trata del Rincón de la Vieja, el Arenal y el Poás.