“El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”.

Con estas palabras el poeta Pablo Neruda expresaba la importancia del juego en todas las etapas de la vida. Pero ¿por qué es tan importante en nuestro desarrollo? Porque a través del acto de jugar descubrimos el mundo, expresamos emociones, nos relacionamos con otros y aprendemos a vivir con alegría.

“La importancia del juego en los niños radica en que les permite ser ellos mismos, más allá de las exigencias de la crianza, es una expresión del ser más profundo, que necesita comunicar su singularidad. Esto en la adultez representará la plasticidad en su carácter, permitiéndole tener desarrollada la capacidad adaptativa, no ser tan rígidos, poder cambiar y modificar su forma de ser según lo que vive”, explica Diva Gutiérrez, psicóloga de IntegraMédica.

Los niños juegan desde sus primeros días de vida, ya que “comienza desde la lactancia, momento en que el bebé tiene la posibilidad de jugar con el seno de la madre, desde ese momento un niño puede expresar una manera, ritmo, intensidad, tiempo y jugueteo, ante el cual la madre se debe adaptar lo más posible a las necesidades del bebé durante el primer año”, indica la especialista.

A través del juego, los padres pueden estimular diferentes capacidades físicas, emocionales y mentales de los niños, en situaciones cotidianas como el baño, espacio en que jugarán con el agua, al comer y mover los alimentos, o con el pelo de la mamá. Por medio de esta interacción los menores expresan su sentir desde su ser más profundo, auténtico y singular.

Un gran complemento del juego son los juguetes, convirtiéndose algunos en un objeto afectivo, según explica la psicóloga. “Siempre los niños tienen un objeto que los acompaña, el cual, en ausencia de la madre, puede sentir que la tiene simbólicamente. Este objeto transicional puede ser un ‘tuto’ o mantita, ropa, pero en general es un peluche. La relación que el niño crea con este objeto lo relaciona con el mundo, lo acompaña”.

La principal recomendación que hace la especialista a los padres es observar a sus hijos y escucharlos, respetando si quieren jugar solos, porque a veces necesitan este espacio. Sobre lo anterior la psicóloga comenta que a través del juego algunos niños expresan su molestia, porque “no siempre deben estar amando o admirando a los padres, por eso un juego que permita expresar esa molestia es una liberación para ellos. Es la ambivalencia natural de los sentimientos de los seres humanos hacia su entorno, y poder expresar eso es un alivio para la relación misma”.

En muchas ocasiones los padres utilizan el dar permiso para jugar como una recompensa, hábito que la psicóloga recomienda erradicar. No es conveniente convertir el juego en un “premio” después que hace una tarea o un deber, ya que esto puede tener consecuencias negativas.

“Siempre debemos hacer la diferencia entre educar y amaestrar; a un niño lo podemos gratificar antes, con acciones sencillas como darle su comida favorita, descansar o jugar un rato, la actividad que disfrute más. Este tiempo libre o gratificación lo ayudará a querer hacer otras cosas como las tareas, porque si no se extravía el deseo por hacer lo que la mamá impone. El niño deja de saber lo que quiere y por qué hace las cosas: ¿por él?, ¿por su mamá?”, indica la especialista.

¿Qué tipos de juegos benefician el desarrollo de los niños?

El juego de los niños es espontáneo y libre, puede surgir a partir del descubrimiento de una rama con forma de cohete, hasta patear una pelota y hacer un gol entre dos árboles. Para favorecer el desarrollo creativo de los niños, la psicóloga de IntegraMédica aconseja que “siempre es bueno entregarles elementos que estimulen su creatividad, como la plasticina, papel o lápices. Es muy importante enseñar al niño cómo puede unir, cortar, romper y otras técnicas que adquieren rápidamente para crear y expresarse, inventando juegos a partir de los recursos con que cuentan”.

Es importante destacar que a través del juego los niños aprenden a equivocarse o a echar a perder, enfrentándose a diversas situaciones a partir de las cuales expresan su estado de ánimo, ansiedades o malestar.

Para no interferir en su espacio de juego de manera negativa, Diva Gutiérrez recomienda que “la autenticidad del adulto al participar del juego es muy importante, porque si lo hace de manera desinteresada el niño lo notará. En cambio, si juega porque quiere y se divierte, se posterga un poco y deja que el niño se sienta libre de jugar a su manera, esto será muy bueno y creará una excelente experiencia”.

El juego en la era digital

Desde hace algunas décadas el juego se ha movilizado de las calles y plazas a computadores, celulares y tablets, realidad que para muchos padres ha sido conveniente, ya que el nivel de satisfacción de sus hijos es inmediato al conectarse a un aparato digital. A otros les preocupa, porque sienten que los niños, a pesar de estar conectados con el mundo, pierden conexión con el presente.

Sobre lo anterior, la psicóloga opina que “antes los niños salían a jugar durante largos espacios de tiempo en que se distanciaban de los ojos y control de sus padres, perdiéndose de la casa. Actualmente los niños hacen lo mismo al interactuar con un aparato digital, se desconectan del ambiente familiar, se abstraen del entorno, crean su propio mundo a través de los juegos digitales, lo cual no está mal, solo es diferente”.