Los accidentes cerebrovasculares (ACV) cobran la vida de un chileno cada 60 minutos, una estadística que transforma a esta emergencia médica en la principal causa de muerte en nuestro país. Su impacto es tan grande, que deja a más de 50 mil personas con secuelas permanentes y discapacidad, sin distinguir edad o sexo, aunque existen factores de riesgo que incrementan la probabilidad de padecerlo.

Silencioso e impredecible, se estima que el 90% de los individuos no sabe reconocer los signos y señales de un ACV. Esta falta de información, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha llevado a que 15 millones de personas en el mundo sufran un ataque de estas características anualmente, mientras en Chile, el 2,6% de la población ha reportado uno, con un alza que se elevó del 1,7% al 3,2% en el caso de las mujeres, según la última Encuesta Nacional de Salud.

Sin embargo, el 80% de quienes se enfrentan a un ACV podrían tener éxito en su recuperación, si detectan los síntomas y acuden a un tratamiento oportuno (*).

¿Qué significa esto? Trasladarse cuanto antes a un recinto asistencial después de haber identificado los primeros indicios, con una ventana máxima de cuatro horas. Cada minuto es crucial y determinante para el futuro del paciente.

Actuar a tiempo

Los especialistas son categóricos al indicar que cuanto más duren los síntomas del ataque, mayor será el riesgo de daño cerebral, por eso hacen énfasis en la relevancia de su detección precoz y adecuado tratamiento. En ese sentido, el más eficaz para revertir esta compleja situación es la trombolisis, procedimiento que se utiliza para disolver un coágulo sanguíneo (trombo) que se ha desarrollado dentro de una arteria o una vena.

En Chile esta intervención tiene diversos mecanismos de cobertura, por lo que los afectados deben acudir al centro asistencial que corresponda para garantizar la atención médica que se requiere.

Sólo por nombrar algunos, hospitales públicos como el Barros Luco, Salvador, Sotero del Río o San Juan de Dios en Santiago, y establecimientos regionales del mismo carácter a lo largo de todo el país, además de numerosas clínicas privadas, realizan trombolisis, por lo que a la más mínima señal de pérdida de sensibilidad en la cara, falta de fuerza en un lado de cuerpo, mareo y brusco dolor de cabeza sin causa aparente, o alteración al hablar -como tener la “lengua traposa” o imposibilidad de expresarse-, se recomienda concurrir inmediatamente a un recinto de salud.

Como disminuir el tiempo de atención durante las primeras horas es esencial, centros médicos de todo el mundo llevan a cabo estrategias para cumplir este objetivo. En nuestro país, el Hospital de Temuco marcó un precedente al demorar sólo 48 minutos en atender a un paciente con ACV, y varios otros servicios también están en la cruzada de reducir al máximo este margen.

Relevancia del tratamiento

Los ataques cerebrovasculares isquémicos pueden ser tratados efectivamente con medicamentos que disuelven los coágulos que obstruyen el flujo de sangre hacia el cerebro y, por lo tanto, restablecer el flujo sanguíneo al área afectada.

Las innovaciones en este aspecto han avanzado hacia revertir los efectos del ACV incluso hasta dentro de 4,5 horas de ventana terapéutica. Sin ir más lejos, en el mercado local ya existen trombolíticos de vanguardia para tratar infarto agudo de miocardio, embolismo pulmonar agudo con inestabilidad hemodinámica y accidente cerebrovascular isquémico agudo.

Utilizados tempranamente, estos trombolíticos introvenosos son trascendentales para reducir la discapacidad y mortalidad de los pacientes, cambiando de manera favorable los resultados del tratamiento. Varias regiones de Chile ya lo utilizan en sus redes de salud, con resultados positivos.

Tipos de ACV

Producido por un trombo que bloquea el flujo sanguíneo hacia el cerebro, el ACV isquémico es el más frecuente (80%).

Por otro lado, está el ACV hemorrágico, menos habitual aunque mucho más letal, generado por la rotura de un vaso sanguíneo que forma una hemorragia cerebral (20%).
Ambos dañan el cerebro, afectan el funcionamiento de todo el cuerpo y causan discapacidad física y mental.