Una zona aislada y con vistas espectaculares en la isla australiana de Tasmania, Cabo Grim, sirve de referencia internacional para el aire más puro.

“Nuestro trabajo es el encontrar el aire más puro del mundo y medir su tasa de contaminación”, explica a la AFP Sam Cleland, el responsable de la estación de análisis de la calidad del aire de cabo Grim, situada en lo alto de un acantilado.

El aislamiento del centro hace que sea un lugar perfecto para recoger lo que muchos consideran como el aire más puro de la Tierra, resguardado de los gases de escape y del humo de las industrias.

Cuando llegan los vientos del suroeste, llevan sobrevolando el mar desde hace días, o semanas, y provienen de la Antártida.

Es en ese momento que Sam Cleland y su equipo toman muestras de nitrógeno, oxígeno y otros componentes del aire.

Para ello utilizan un sistema de tubos pulidos con láser y una serie de instrumentos de medida ultrasensibles.

Su material es tan preciso que los trayectos de los vehículos de los transportistas procedentes de la ciudad más cercana, a una hora por carretera, son registrados para evitar falsear los datos recopilados.

Agence France Presse
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Con este entorno casi impoluto, los vecinos de la península del cabo Grim intentan atraer a los visitantes. Para vender la carne local, por ejemplo, se ponen de relieve los estudios científicos sobre la calidad del aire.

El número creciente de parques eólicos y de turistas que vienen para respirar mejor parece demostrar que la reputación del lugar se está consolidando.

“Profesión: cultivador de lluvia”

Mike Buckby, “cultivador de lluvia” en la Cape Grim Water Company, recoge y comercia el agua que cae de los “cielos más puros de la Tierra”.

“En el mundo, la mayoría del agua proviene de manantiales”, explica, delante de su sistema de depósitos, lonas y esclusas instalado en una superficie correspondiente a la mitad de un campo de fútbol.

Según él, su agua con un gusto algo dulce solo contiene H2O y algo de restos de sal de mar.

“Tendremos un poco de sodio pero es muy neutro,
muy bajo”, dice Mike Buckby. “En las aguas de manantiales, encontramos normalmente niveles elevados de magnesio, nitratos, fósforos, potasio naturales”.

Peso a todo, el cabo no escapa totalmente a los niveles crecientes de contaminación. Cuando el viento viene del norte, de Melbourne o Sídney, es posible detectar los registros químicos de las diferentes fábricas operativas eses día, precisa Cleland.

Agence France Presse
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La estación midió el aumento de los gases que reducen la capa de ozono procedentes de lugares tan alejados como China.

“Constatamos que durante los últimos 2.000 años, los niveles de CO2 en particular se han mantenido en niveles más bien estables”, agrega este experto.

Registros en el hielo ártico muestran que los niveles de CO2 en la atmósfera giran en torno a 275 partes por millón (ppm) durante gran parte del último millón de años.

“Cuando empezamos a medir el CO2 aquí en 1976, ya estábamos a 330 y hoy, estamos a 405”,
constata.

El límite de 400 ppm se superó a principios de los años 2010, demostrando que las políticas de protección medioambiental en el mundo eran insuficientes.

Los niveles de dióxido de carbono detectados en el cabo Grim son ahora similares a los de algunas ciudades a principios de la revolución industrial, asegura Cleland.

“Lo que vemos hoy en día en la atmósfera no tiene probablemente precedente, al menos en el último millón de años”.