A veces dan ganas de salir a trabajar a lugares que tengan una vista distinta a la que normalmente tienes.

Y con ese ímpetu es que hace algunos domingos partí a conocer el Café Público, un espacio ubicado con vista al interior de los patios del GAM, en el Metro Universidad Católica.

Aunque no es un lugar que frecuente, la idea de trabajar en un centro cultural -rodeado de grupos de personas practicando todo tipo de bailes y coreografías -me pareció buena.

Al llegar lo primero que llama la atención es el diseño interior del local.

Aprovechando la historia del edificio, esta cafetería rememora que aquí se estableció el primer casino público de autoservicio que abrió en Chile, cuando este edificio aún era el “UNCTAD III”, pues se levantó para albergar esa conferencia de las Naciones Unidas, en la década de 1970.

gam.cl/tiendas/cafe-publico/
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Y aquí lo primero que llama la atención: Su modelo.

Hace tres años comenzaron a administrar este lugar los exdueños del Café Faustina de Providencia, y llegaron prometiendo que “no van a existir lattes ni frappuccinos, sino que más bien un buen café y café con leche”.

Y dicen la verdad: en este café hay pocas cosas en inglés, pero la mayoría de los extranjerismos solo están “chilenizados”.

Por un lado tienen el “Mafin” ($2.100), el “Brauni” ($2.000) y el “Cruasán” ($3.100), que son lo mismo, pero se escriben en español.

Como modelo, esta cafetería apuesta por la lógica de planta libre: Puedes ir con tu notebook y estar básicamente todo el día trabajando ahí.

Nadie te va a molestar más que los parroquianos distraídos que buscan un lugar dónde instalarse. La música y la temperatura están siempre bien reguladas y la luz es tenue.

La experiencia está muy bien si tu idea es salir del working house.

M. Riveros.
M. Riveros.

Lo malo es que no tiene espacios para reuniones y generalmente está con mucha gente sin ninguna intención de salir de “su puesto” durante un par de horas.

Eso hace que esta sea una factoría de grandes volúmenes, en donde no parece aplicarse la economía de escala: La razón precio-calidad se extravió hace un rato, más aún pensando en que una sola taza de café cuesta desde los $2.200. Lo que no es poco.

Quizá por el tipo de cliente es que lo más conveniente es comprar las promociones, que parten en el café y tostadas o sopaipillas ($3.200).

Una de mis opciones de domingo fue tomar desayuno, leer y escribir con un café con leche y una marraqueta aliada ($3.300).

Y sí: Es menos que en el Starbucks que hay a la vuelta, pero acá dos veces mi sándwich tuvo demasiado tiempo esperando por ser consumido. Además, el queso era demasiado delgado para saber de qué tipo fue. Me da la impresión que eligen mantecoso.

Entre los dulces (que muchos de ellos se almacenan en plásticos y bolsas) puedo recomendar los rollitos de canela ($2.000), que son una jugada fácil, grande y que abre el apetito.

Las medialunas ($1.200) me tocaron algo irregulares, seguramente porque la rotación de ellas no es muy alta o, simplemente, porque las pedí en domingo. Eso sí: Una llegó muy bien y la otra nada de bien. Y eso que las pedí al mismo tiempo.

instagram.com/uncafepublico/
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¿Vale la pena?: Para trabajar sí, para ir a disfrutar de un buen café y una buena masa, no.

Para escribir esta reseña visité tres veces este local. No se recibió ni utilizó invitación.

Café Público. Av Libertador Bernardo O’Higgins 227, Santiago. No tiene estacionamiento pero existen alternativas pagadas en el GAM y sus alrededores.