Perderse en el desierto y morir "empampado", como se dice a las personas que se han extraviado por la pampa, es una de las muertes más devastadoras que se tenga conocimiento, porque uno puede dejar como rastro, solo los huesos.

El desierto de Atacama es un lugar donde nada interrumpe la mirada. Pero hay casos donde esta llanura, se convierte en tierra de nadie y no devuelve el cuerpo de un extraviado, que corre el riesgo de morir “empampado”.

De la misma forma, la definición de esta palabra, otorgada por las Academias de la Lengua Española, hace hincapié en una persona que se ha “extraviado en la pampa”.

A renglón seguido, hay que considerar que la zona desértica es conocida por su extrema aridez, al igual que la superficie de Marte. Mientras, un dato científico a cargo de la Sociedad Meteorológica Americana, avala este último punto, puesto que indicó que los niveles de luz solar en el territorio que abarca las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Atacama y el norte de la región de Coquimbo, son los más intensos del planeta.

Por ello, son varias las historias que se desprenden de la inhóspita tierra de Atacama, como el auge de las salitreras, entre las décadas de 1880 y 1920, que dejó a varios trabajadores sin paradero conocido.

También la crónica periodística en diferentes épocas, detalló con elocuencia lo que era perderse en el desierto solitario y abandonado. Desde la inexplicable desaparición de El Empampado Riquelme, convertido en libro por el periodista Francisco Mouat y el accidente de aviación ocurrida en 1968, que casi le cuesta la vida al escritor Enrique Ojeda. Además, de los intentos de los migrantes venezolanos que intentaron cruzar a pie el desierto en el año 2020.

La pampa salitrera

La pampa salitrera conocida como la cuna del “oro blanco”, dejó una impresión duradera sobre el desierto más seco del mundo.

En esta misma línea, el escritor Andrés Sabella, contó con tono poético las vicisitudes del Norte Grande en su libro homónimo.

“La pampa es una cárcel: por la pampa pasean cientos de hombres de los que no queda una huella; parece que el viento brutal del desierto así como borra las huellas, privara, también, de su recuerdo: no es posible tener una idea de los miles de miles de hombres que la cruzaron. Toda genealogía tropieza con el vacío”, agregó.

Salitrera
Memoria Chilena

Especialmente en el desierto del Norte Grande, también hay espacio para el relato popular.

Según cuenta Hernán Rivera Letelier, en su libro “Santa María de las flores negras”, que trata sobre la vida en las salitreras, el ave carroñera conocida como jote, suele vaticinar la muerte de un “empampado”. “Arriba, tiznando la luz del cielo, los jotes lo siguen planeando en lentos círculos sobre la cabeza”, describe Letelier.

No obstante, el desierto también fue escenario de una desaparición que todavía no tiene respuestas claras, como lo sucedido con El Empampado Riquelme, quien murió en extrañas circunstancias en medio de este paisaje nortino.

La historia de Julio Riquelme

Este relato se remonta a 1956, cuando Julio Riquelme desapareció a cien kilómetros al sur de Antofagasta. El entonces trabajador de Banco del Estado, se dirigía rumbo a Iquique a través del ferrocarril al bautizo de uno de sus nietos.

De esta desaparición, surgieron extrañas hipótesis, como un presunto trastorno mental, como mencionó en sus páginas el diario iquiqueño El Tarapacá.

Lo único cierto de su caso, es la aparición de sus osamentas 43 años después. Al respecto, un sobre con las pertenecias de Riquelme, además, de las coordenadas exactas del cuerpo totalmente momificado del hombre, fueron la pista que faltaba para ubicarlo.

Julio Riquelme junto a su esposa Celinda Chávez

En su libro, Mouat, describió que de Julio Riquelme se halló “un esqueleto humano, blanco-blanco, calcinado por el sol, acostado íntegro sobre la tierra en la misma posición en que lo habían encontrado … calzando zapatos, con restos de ropa a su lado y con un detalle para mencionar: el zapato derecho sujetaba un sombrero, lo había afirmado durante cuarenta y tres años, para que no se lo llevara el viento”.

Pero aventurarse a saber cómo fueron los últimos minutos de vida de Riquelme, resulta bastante infructuoso, porque de él se hallaron un anillo, dinero, un lápiz Parker y un reloj Urbina, lo que descarta automáticamente el móvil del robo.

Hay otras voces que señalan que pudo caerse del tren y quedar aturdido por el golpe, tal como señaló Ernesto Riquelme, el hijo de el “empampado” a Francisco Mouat.

Sin embargo, hay otra historia que tuvo un final feliz, que incluye el testimonio inédito de un hombre salvado de morir “empampado”.

“Extraviados en la pampa”

Con el nombre de “Extraviados en la pampa”, el escritor Enrique Ojeda, narra con precisión un accidente que ocurrió en plena pampa del salitre, en el año 1968.

Junto a sus dos acompañantes, el hombre sufrió la caída del avión Beaver Havilland 912. Con el hambre y el calor a cuestas, Ojeda sostiene una conversación íntima para prepararse para morir “empampado”.

En un trozo de papel, le escribe a su esposa las siguientes palabras: “Nata (así le decimos en casa a mi señora): el deseo material mas grande que siento en este momento es beber agua. Después que nuestras almas se junten. Confirmo todos mis pensamientos que le he expresado tantas veces. Hijos míos: no temo a la muerte”.

Portada “Extraviados en la pampa”

En otro momento del libro, se detalla como Ojeda desesperado, recoge las gotas de humedad, acumulada en el parabrisas del Beaver Havilland. Y por otro lado, dejó como testimonio que “ningún arrepentimiento le torturaba”, a pesar de la escasa posibilidad de salir con vida.

Sin embargo, la tripulación recibió la ayuda de dos aviones de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), que desde el cielo lanzaron agua en bolsas de plástico y contra todo pronóstico, lograron ser rescatados, al igual que los venezolanos que fueron auxiliados en el último momento décadas después.

La travesía de los migrantes venezolanos

En esta región inhóspita, un grupo de migrantes venezolanos, transitaron la zona desértica desde Arica en el año 2020, durante la pandemia.

Según contaron a fuentes de BBC Mundo, el viaje se convirtió en una pesadilla al poco andar. “Cuando llegamos a la cima, lo que veíamos era puro desierto. Pensábamos que veríamos algo: una carretera, el mar, luces de casas”, explicó una entrevistada identificada como Yolanda.

Y en el lugar, encontraron una enorme desolación. “Nos empezó a atacar los nervios, la desesperación, porque iba a caer la noche y nosotros ahí, sin comida. Ya no teníamos una gota de agua y nos quedaba solo una lata de atún”, comentó angustiada.

En ese sentido, Yolanda quedó consternada por la soledad del desierto. “Esas montañas son infinitas”, afirmó al medio británico.

Finalmente, fueron rescatados de morir “empampados”, tras el fortuito encuentro con unos motoristas que paseaban por el sitio.

Freddy Lovera