La anorexia es una enfermedad alimenticia que se caracteriza por el rechazo a los alimentos, el miedo a engordar y una distorsión de la imagen corporal propia. Su gravedad es tal, que tiene una alta tasa de mortalidad entre los trastornos psiquiátricos.

Con 27 años, Holly Griffiths, una inglesa oriunda de Londres, contó al medio Unilad su impresionante recuperación, la que -como suele ser en estos casos- significó una dura y extenuante batalla que ganó por la motivación que provocaron sus hijos.

La joven aseguró que comenzó con estos problemas desde los 8 años, aunque admite que “no puede recordar un momento en el que su imagen corporal no se viera afectada por el perfeccionismo y la competitividad de alguna manera”.

Holly llegó a pesar 35 kilos en su su peor momento y asegura que incluso en aquel entonces se sentía gorda. Esto también se debió al trastorno dismórfico corporal, otra condición de salud mental que obliga a una persona a preocuparse con anomalía de algún defecto físico, real o imaginario, lo que suele venir de la mano con la anorexia.

Imagen cedida a Unilad
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Lo anterior provocaba que la mujer odiara su cuerpo, sin ser capaz de verse como una persona normal, ni mucho menos de entender que necesitaba de ayuda, por lo que su enfermedad también comenzó a afectar otros aspectos de su vida.

Holly habló sobre cómo su trastorno alimenticio impactó en sus relaciones y familia a medida que su salud mental se deterioró. Al igual que con otros trastornos de la alimentación, la anorexia suele estar relacionada con la depresión y la baja autoestima, lo que puede hacer que los afectados por la enfermedad sean más retraídos.

“En todos los aspectos de mi vida necesitaba la aceptación. Esto me llevó a desarrollar problemas de ansiedad y apego paralizantes, lo que a su vez me hizo difícil juzgar lo que realmente estaba sucediendo en mis relaciones, porque sentía que a nadie le caía bien”, precisó.

Imagen cedida a Unilad
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“Me convertí en una persona complaciente, esencialmente me hice miserable y me metí en situaciones en las que salí lastimada. Mi vida hogareña comenzó a desmoronarse y, después de cuatro años más o menos de avanzar lentamente entre la salud y la recaída, me quebré. No tenía otros mecanismos de defensa además de la anorexia, así que caí en una recaída realmente oscura”, lamentó Holly.

Aunque había tenido muchas recaídas antes, esta vez había tocado fondo, ya que sabía que sus dos hijos pequeños confiaban en ella. Lamentablemente, al mismo tiempo, Holly sintió que estarían mejor sin ella, lo que dañó aún más su salud mental.

“Pasé todo el tiempo pensando que estarían mejor sin mí y estaba consumida por la culpa, pero completamente paralizada por el dolor y la anorexia. Me sentí completamente incapaz de hacer nada. Por no mencionar que no podía permitirme entrar en tratamiento, porque significaba la posibilidad muy real de perder nuestra casa”, precisó.

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“Me sentí atrapada. No estaba durmiendo, no estaba comiendo, solo me esforzaba por cuidar a los niños, limpiar la casa y pasear a los perros, y cuando estaban dormidos y no tenía nada más que hacer, lloraba”, afirmó.

Desesperada por salir de esta situación, en este punto, Holly buscó ayuda en el equipo de salud mental de su comunidad local. Este proceso fue complejo, y no logró asistencia inmediata por falta de espacios, mientras seguía disminuyendo su índice de masa corporal.

Aquí tuvo que tomar el asunto en sus propias manos. “Finalmente supe que mis hijos no estarían mejor sin mí. Y luego descubrí que no tenía a nadie que me ayudara. Tenía que hacerlo yo mismo. Y así lo hice”.

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Han pasado poco más de dos años y casi todo ha cambiado para Holly: “Creo que lo único que es igual es que aún cuido de mis hijos”.

La anhelada y notoria mejoría

“Tuve que comer más, tuve que enfrentar todos mis miedos y tomar el control de mi vida y de mis factores desencadenantes. Tuve que encontrar nuevas formas de enfrentarme a ellos, de encontrar nuevos amigos y dejar a algunos viejos”, recordó.

“Lo más importante, sin embargo, es tener autoestima. Me niego a permitir que la gente pase sobre mí o dicte quién o qué debería ser. Encontrar autoestima me ha permitido vivir sin necesitar aceptación y eso me ha impedido sentirme tan vulnerable todo el tiempo”, agradeció.

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Hoy, Holly no solo es más saludable físicamente, sino mentalmente. Ella no puede dejar de sonreír, consignó el citado medio. Aunque se recuperó, ella reveló que el viaje fue muy difícil, especialmente durante el primer año.

Odiando aún su cuerpo, Holly admitió que lloró todos los días y luchó con quienes le dijeron que estaba siendo negativa. “El primer año solo puede describirse como un infierno”, indicó.

“Tenía todavía una mente anoréxica atrapada en un cuerpo que ganaba peso y se volvía más saludable. Y si bien las cosas mejoraron, eso no invalida lo terrible que fue el primer año. Creo que a mucha gente le gusta mostrar la recuperación como algo grandioso, gratificante y lineal, y no lo es, al menos no hasta que estás bastante lejos”, advirtió.

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“En el pasado, esa expectativa siempre me causaba una recaída, creía que porque me resultaba tan difícil, que estaba condenada a una vida de anorexia y miseria. Lo hacía a mi manera y me sentía horrible. Eso hizo que mucha gente se sintiera incómoda y eso me dejó frustrada”, contó.

Hoy, dos años después de que comenzó la recuperación, Holly felizmente dice que ya no tiene dificultades para darse cuenta de cuáles son sus detonadores y de cómo puede contrarrestarlos.

Reflexionando sobre su viaje, Holly concluye que le resulta difícil -a los 27 años- recién sentir que la vida está tomando forma. Pero se recuerda a sí misma que todos estaban seguros de que estaría muerta a los 25.

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Holly sabe que ella es “increíblemente afortunada de haber podido llegar al otro lado”, al darse cuenta de que otros no lo hacen. También reconoció que se puede hacer más por otros que tienen problemas de alimentación, por eso ahora trabaja en salud mental, con la esperanza de poder ayudar a quienes están en la misma posición que ella antes.

Cuanto antes se trate a alguien por un trastorno alimentario, mejores serán sus probabilidades de recuperarse por completo.

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