Chile está cerca de cumplir un año desde que se reportó el primer caso de coronavirus local (3 de marzo de 2020). Desde ese momento toda la población debió comenzar a convivir con frases y términos como “quedarse en casa”, “autocuidado”, “trazabilidad” o “distanciamiento social”.

En este sentido, y habiendo pasado ya varios meses en medio de la crisis sanitaria, varios son los expertos que hablan del cansancio que están sintiendo las personas y profesionales de la salud en medio de este clima.

No es un cansancio físico, más bien se trata de un debilitamiento de la fortaleza emocional de un gran número de personas durante la pandemia. Sin ir más lejos, algunos ya han definido esto como la “Fatiga Pandémica”.

Para el médico peruano Elmer Huerta, de la Universidad Johns Hopkins, esta situación se ha ido agravando con el paso de los meses, cuando muchos ya no son totalmente resilientes a las cuarentenas forzosas o extrañan de sobremanera sus libertades individuales.

“Se conoce como fatiga pandémica a la sensación de apatía, desmotivación y agotamiento mental que sufre una persona, y cuyo origen está en el impacto que ha causado el nuevo coronavirus en su vida”, indicó a CNN.

“Su causa está en los cambios en el estilo de vida relacionados con las cuarentenas parciales o totales, la ansiedad producida por el miedo a contagiarse, las constantes noticias enfocadas en las desgracias causadas por la enfermedad, el temor a perder el trabajo, la soledad causada por la falta de contacto con amigos y familiares o la misma sensación de desesperanza que nos hace preguntarnos: ¿cuándo se va a acabar esta pesadilla?”, añadió.

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Para ahondar más en esto, y aplicarlo también al público adolescente chileno, BioBioChile habló con la doctora Viviana Herskovic, psiquiatra infanto-juvenil de Clínica Las Condes, quien sostuvo que este fenómeno está muy presente en Chile.

“Para entender esto hay que tener claro que la etapa de desarrollo en que están los niños y adolescentes tienen algunas características distintas a las de los adultos, entonces las cosas las comprenden distinto. Los niños tienen un pensamiento más concreto, por lo tanto pueden entender las cosas que ven, pero no tanto las cosas abstractas, y la amenaza del coronavirus es algo abstracto”, explicó.

“Entonces nos creen a los papás, porque se los explicamos, pero pueden tener dificultades para imaginarse todo esto, por lo tanto tener que tomar un montón de medidas de autocuidado por algo que parece invisible puede ser difícil para ellos”, agregó.

“Y los adolescentes por su lado están en una etapa en que tienen una sensación de invulnerabilidad, en que ellos habitualmente entienden que los riesgos se aplican más al resto de las personas que a ellos, y que por lo tanto las cosas no les van a afectar. Pueden decir que saben que existe el coronavirus, que es peligroso, pero eso le va a pasar al resto, no a mí”, complementó.

“Entonces también les puede costar tener medidas de cuidado por tiempos prolongados, para algo que realmente sienten que no los amenaza. Porque se ha dicho mucho que afecta a las personas mayores y eso lo tienen claro. Hay que tener eso en mente, para entender por qué ellos se sientes fuertes”, analizó.

En este sentido, Herskovic apuntó este agotamiento a la pérdida de juegos y socialización que han tenido las personas más jóvenes durante el último año, lo cual podría replicase en 2021.

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“Los niños necesitan socializar, ir aprendiendo habilidades sociales y también necesitan el juego para ir aprendiendo. Por lo tanto, cuando se quedan sin padres para jugar les puede costar más sobrellevar los momentos difíciles que les ha tocado vivir”, aseveró.

“Los adolescentes están en una etapa del desarrollo donde naturalmente las relaciones sociales que más les interesan son con los grupos de pares, es decir estar con los amigos o pololear. Entonces, la disminución de eso se les puede hacer muy difícil, porque ellos no tienen a veces tanto interés en pasar su tiempo con la familia, sino que con sus pares”, comentó.

Asimismo, la especialista también considera que el verano puede ser una época donde estos factores puedan evidenciarse aún más, ya que muchos de ellos tienen más tiempo libre.

“Los niños y jóvenes estuvieron bastante ocupados durante el año con el colegio en línea, entonces ahora están con tiempo libre, muchas personas acostumbran a salir de vacaciones y no han podido hacerlo y además ya llevamos casi un año de esto. Entonces después de varios meses de encierro claro que hace acumulativo este cansancio de quedarse en la casa”, comentó.

“Además, uno ahora tiende a pensar en las cosas que hacía antes en verano y claramente siente el deseo de hacerlas nuevamente. Eso psicológicamente es comprensible”, agregó.

“La salud mental está en riesgo”

Durante las últimas semanas de enero, cuando se registró un fuerte aumento de nuevos contagios por COVID-19 en el país, expertos evidenciaron críticas hacia el permiso de vacaciones que el gobierno implementó para esta época, el cual permitía que personas pudieran trasladarse a comunas que no estuvieran en cuarentena, con los cuidados sanitarios necesarios.

Para Herskovic, teniendo en cuenta el estado de salud mental de la población, siempre será bueno que se busquen maneras para que la población pueda tener un descanso físico y mental.

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“Yo creo que la salud mental en este momento está en riesgo, en niveles críticos, y hay que buscar una válvula de escape que permita mantener la seguridad de la salud física y que nos cuidemos del coronavirus, pero que permita algún alivio a este estrés crónico que hemos mantenido por meses”, expresó.

“La verdad es que es difícil sostener este nivel de preocupación, de desgaste emocional, por tantos meses. Esto va pasando la cuenta, así que yo creo que está bien buscar alternativas que descompriman a las personas y permitan que uno recargue su salud mental. Además se viene otro año que será difícil y desgastante”, continuó.

En este sentido, tampoco hay que dejar de lado que niños y adolescentes vieron también de cerca el desarrollo de la crisis social en Chile, a fines de 2019, la cual en algunos momentos se juntó con la crisis sanitaria.

“Los trastornos de la salud mental siempre son multifactoriales, entonces acá se nos juntaron dos gatillantes importantes. La crisis social y luego la sanitaria, que lleva a muchas cosas, como la crisis económica y la pérdida de socialización. Todo esto aumenta aún más los riesgos en la salud mental”, analizó.

Por otro lado, desde su experiencia, la experta augura que puede existir un colapso en el campo de la consultas psicológicas y psiquiátricas en el mediano plazo.

“Nosotros hemos tenido un aumento de consultas en psiquiatría infantil por ansiedad, depresión y los trastornos obsesivos. En el verano es una época que normalmente baja el número de consultas porque uno supone que los niños están vacaciones, pero éste 2021 se ha mantenido alto el nivel”, indicó.

“En otros momentos de crisis, catástrofe, y epidemias mucho más pequeñas se ha estudiado qué es lo que pasa con la salud mental. Después que ocurre el estrés mayor hay un aumento de consultas de salud mental muy importante y hay un deterioro en este campo”, sostuvo.

Sin ir más lejos, la propia doctora pronostica que en Chile podría existir una “cuarta ola”, la cual estaría provocada en gran parte por enfermedades y trastornos de la conducta.

“Al parecer, la mayoría de las personas nos mantenemos funcionando a medida que eso sea necesario, pero una vez que pasa la crisis es ahí cuando aparecen los síntomas de un posible trastorno. Se cree que va a venir una cuarta ola de trastornos de salud mental, probablemente”, indicó.

Hay que señalar que, por ahora, la gran “luz de esperanza” que existe en Chile para terminar con la pandemia es el proceso de vacunación de la población.

Por ahora, el ISP ya dio luz verde a las vacunas de Pfizer y Sinovac, mientras que se está a la espera de la autorización para la fórmula de Oxford. Con esto, ya se podría dar inicio a la vacunación masiva en febrero.