A las 08:32 (hora chilena) del miércoles 23 de agosto de 2023 la misión espacial india Chandrayaan-3 (“Nave lunar-3”) realizó algo extraordinario: por primera vez en la historia consiguió posar una nave espacial, la Vikram (“Valor”), sobre el terreno accidentado y oscuro del Polo Sur lunar. De su interior surgió un pequeño robot de seis ruedas llamado Pragyan (“Sabiduría”) equipado con cámaras y sensores para explorar un paisaje nunca antes visitado.

Ingenuamente, uno podría no darle demasiada importancia a estas máquinas con nombres en sánscrito explorando otro mundo. Pero son mucho más importantes que lo que parecen: la supervivencia de nuestra civilización y el futuro de la ecología terrestre podría depender de los descubrimientos de robots como esos en la Luna.

Hemos visitado la Luna varias veces. Las misiones tripuladas Apolo de los Estados Unidos llevaron un total de doce hombres a la Luna entre 1969 y 1972, los soviéticos llevaron los robots Lunokhod 1 y 2 (1970 y 1973) y el programa espacial chino envió las misiones robóticas Chang’e 3 y 4 (2013 y 2019). ¿Qué es lo extraordinario en esta ocasión?

Todas las misiones previas habían visitado sólo latitudes lunares bajas, los “costados” de la Luna. En cambio, la Chandrayaan-3 es la primera misión exitosa en alunizar en el accidentado Polo Sur lunar. Conseguir esto es muy difícil: el 2019 la sonda Beresheet israelí y la Chandrayaan-2 india lo intentaron y se estrellaron. La rusa Luna-25 intentó lo mismo sólo cuatro días antes que la Chandrayaan-3 y también se estrelló.

Además, la India consiguió este éxito con un proyecto económico y mucho más modesto que otros similares, pero sumamente ingenioso. Para tener una escala, la nave Saturno V de las misiones Apolo era de más de 110 m de alto, algo así como la Torre Entel de Santiago, y era capaz de llegar a la Luna en un par de días llevando tres hombres y toda la maquinaria necesaria para descender en la Luna y volver a la Tierra. En resumen, el Saturno V era básicamente un edificio enorme que vuela a 40 000 km/h. En contraste, el cohete de la Chandrayaan-3 es de sólo 45 m de alto, algo así como el campanil de la Universidad de Concepción. Y demoró 40 días en llegar a la Luna, llevando como pasajero el robot Pragyan, más pequeño que una lavadora y de sólo 26 kg.

Todo esto habla muy bien del ingenio de los científicos de la India, pero abre un misterio: ¿por qué un país como la India, con una población enorme y graves problemas sanitarios y socioeconómicos, se esfuerza por enviar una nave al Polo Sur de la Luna? Algo misterioso no calza: después de casi 50 años de tener la Luna abandonada, ¡de pronto Estados Unidos, Rusia, China, India, Japón, e Israel están empeñados en volver! ¿Qué sucede?

La luna estuvo “botada” por 50 años por una excelente razón: es un peladero inhóspito. De lo que aprendimos de las misiones Apolo y los rovers soviéticos parecía no haber nada valioso para la humanidad allí: sólo rocas afiladas y un polvo abrasivo y seco que destruye máquinas, irrita ojos e inflama pulmones. Las rocas apenas si tienen trazas de moléculas de agua, y el clima es terrible. Durante el día Lunar, que dura dos semanas terrestres, hay 120°C, y durante la noche lunar (que también dura dos semanas) hay -130°C. La única utilidad práctica de la Luna parecía ser ir a clavar una bandera para demostrar que eres mejor que tus enemigos y volver cuanto antes a la Tierra.

Eso cambió el 2008 gracias al ingenio de los científicos de la India, quienes se enfocaron en una posibilidad increíble. Los cráteres lunares son creados por el impacto de asteroides que chocan contra ella con velocidades de hasta 250 000 km/h, explotando y creando huecos redondos como un cuenco. En los costados de la Luna, estos huecos son iluminados durante el día Lunar hasta alcanzar los 120°C. En pocas palabras, es posible cocinar un bistec en el suelo lunar cuando es iluminado por el Sol. Pero dado que la Luna es redonda al igual que la Tierra, en los polos la luz del Sol incide en forma rasante.

Eso significa que los fondos de algunos cráteres en los polos lunares han estado en la más profunda oscuridad, sin recibir ni el más leve rayo de luz solar durante millones de años. Y por lo tanto, durante millones de años en ellos la temperatura ha sido cercana a los -200°C. Por eso el 2008 la India envió la Chandrayaan-1 para que orbitara la Luna y sobrevolara sus polos. Sus instrumentos indicaron la presencia de hielo de agua en el fondo de estos cráteres polares permanentemente oscuros, sobretodo en el Polo Sur (que es el más accidentado). Por si eso fuera poco, la Chandrayaan-1 lanzó un proyectil para que chocara a toda velocidad contra el fondo de uno de estos cráteres oscuros. Del lugar del impacto se elevó una nube de vapor de agua.

Ese descubrimiento lo cambió todo. Ahora sabemos que en estos cráteres hay aproximadamente 600 millones de toneladas de hielo de agua. Esto es equivalente al consumo total de agua de Chile, con todas sus industrias, cultivos y millones de habitantes, durante seis meses: es mucha agua.
Súbitamente, la importancia de la Luna cambió: pasó de ser un lugar inútil e inhóspito a un lugar estratégico muy valioso por dos motivos.

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El primero y más evidente es que ahora se ve factible tener una colonia lunar. Esa agua polar se puede beber y transformar en oxígeno para respirar. Además, el Polo Sur tiene algunos lugares ideales para poner radiotelescopios y hacer la versión lunar de ALMA, y así explorar mejor el universo. Como científico, me encantaría visitar una colonia científica y radiotelescopios en la Luna, pero esta no es la motivación de las grandes potencias para explorarla.

El segundo motivo para toda esta exploración es humano y tiene que ver con la próxima fiebre del oro espacial: hay muchísima riqueza en juego. Para comprender esto, debemos recordar que entre Marte y Júpiter se encuentra un cinturón de millones de asteroides orbitando el Sol. Los asteroides son montañas de riqueza flotando en el espacio; muchos de ellos son tan valiosos como el producto interno bruto de Chile durante un año entero. En ellos hay abundantes recursos: minerales casi puros, materia orgánica para cultivar alimentos e incluso agua. Junto con la energía constante del Sol, allí están todos los recursos para sostener una civilización tecnológica más grande que la humanidad completa, flotando en el espacio.

¿Por qué nadie ha ido a buscar esa riqueza? El problema consiste en que la Tierra es un planeta grande, con una gravedad tan intensa que no nos permite llevar maquinaria industrial pesada desde la Tierra al cinturón de asteroides. Si lo intentáramos, nos gastaríamos todo el combustible de nuestros cohetes más grandes en en apenas dejar ese peso en órbita terrestre. Para llevar maquinaria pesada al cinturón y extraer estos valiosos recursos se necesita una estación de combustible espacial, un lugar con muy poca gravedad que nos permita despegar fácilmente, en donde puedas fabricar combustible y llevarlo donde sea necesario. Es decir, un lugar como la Luna. En ella podemos usar la energía solar para separar el agua lunar en hidrógeno y oxígeno y crear combustible para cohetes. El agua lunar tiene la misma importancia estratégica que el petróleo terrestre, pero en versión espacial.

Además de la Luna, la otra posible estación espacial de combustible es Marte, en donde podemos usar su atmósfera para fabricar metano como combustible de cohetes. La Luna y Marte serán nuestros peldaños para explorar el sistema solar y acceder a sus enormes reservas de riqueza. No es de extrañar que haya una explosión de actividad en cuanto a explorarlos y crear pequeñas colonias en ambos.

Sin embargo, parece extremadamente improbable que grandes masas de humanos salgan al espacio en el futuro próximo. Alguna vez Elon Musk propuso crear una colonia de un millón de personas en Marte, pero sospecho que está siendo optimista hasta la alucinación. Personalmente, alcanzar una población de diez mil personas en el espacio en el próximo siglo ya me sorprendería muchísimo. Lo que sí parece factible es desarrollar la tecnología para extraer recursos en el espacio en masa e incluso fabricar bienes, y traer estos productos a la Tierra.

¿Es todo esto bueno o malo? ¿Cómo será la política y la economía de la sociedad humana del próximo siglo, expandiendo su industria por el espacio en busca de nuevos recursos? ¿Habrán guerras espaciales debido a esto? Son preguntas muy complejas desde un punto de vista político, y no tenemos una respuesta. Pero lo que sí sabemos es que estos recursos pueden ser la clave que nos permitirá resolver los enormes problemas que enfrentamos en la Tierra.

Ya somos ocho mil millones de humanos, y la ecología de nuestro mundo está sufriendo. Sin importar cuán ecológicos, orgánicos y sostenibles pretendamos ser, debido a nuestro enorme número el impacto ecológico que generaremos sobre el planeta es colosal. Por eso algunos pesimistas misántropos afirman que la humanidad es un virus del planeta y que debería desaparecer, pero no es así. Hay logros fantásticos de los que enorgullecernos, somos cada vez mejores y nuestro potencial es gigantesco. Lo que sucede es que estamos creciendo.

Estamos saliendo de nuestra infancia como especie para entrar en la adolescencia de nuestra civilización. De la misma forma que un niño debe dejar su cuna y enfrentar el mundo para llegar a la adultez, nosotros debemos salir del planeta que nos dio origen y enfrentar el espacio. La adolescencia es difícil, es normal sentir temor y cometer errores. Pero por el bien de nuestro planeta y de nosotros mismos, debemos ser responsables y tener la valentía de mirar hacia el cielo. La Tierra nos quedó chica, y trasladar nuestra industria extractiva a asteroides deshabitados nos permitiría cuidar la Tierra y darle el respiro ecológico que necesita urgentemente. Por ello, misiones como la Chandrayaan-3 son claves para evitar el colapso de nuestra civilización y construir un futuro brillante para nuestra civilización y nuestro mundo.

La India es un país sobrepoblado, con grandes problemas socioeconómicos y ecológicos. Por eso ellos saben mejor que nadie que la Tierra nos quedó pequeña. Son conscientes de que el futuro de la humanidad está allí, en el espacio, y están determinados a ser parte de ese futuro. Al realizar misiones como esta, ponen un ejemplo a países pequeños y tímidos como el nuestro. A veces tenemos el prejuicio de que sólo Norteamérica y Europa tienen los recursos para explorar el espacio, pero no es así. La India está demostrando con hechos que el universo es para todos, y que cuando usamos la ciencia con un objetivo en común, todos podemos hacer realidad lo que parece imposible.

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